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Las Tunas.- Desde finales de marzo, José Martínez Ramírez no pudo continuar con sus labores habituales de profesor de Cultura Física en el combinado deportivo Julio Antonio Mella, de esta ciudad del oriente cubano. Sin embargo, sigue saliendo a la calle por una razón importante. De él depende que Mirtha Hechavarría Yanes, de 74 años de edad, reciba diariamente el almuerzo y la cena.

Desde que se indicaron las medidas de distanciamiento físico para evitar la propagación del nuevo coronavirus hubo que hacer algo con los comensales que habitualmente acudían a los establecimientos del Sistema de Atención a la Familia (SAF). A esa red de comedores, que proveen de almuerzo y cena a precios subsidiados, acuden quienes tienen una situación económica desventajosa, y cuyos padecimientos de salud o edad los hace vulnerables ahora a la Covid-19.

“A través de las zonas de Defensa, en coordinación con la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), los trabajadores de Educación, de Deportes y los del Ministerio de Trabajo, se han estado protegiendo a las personas más vulnerables: los ancianos, los discapacitados físicos, las embarazadas que están solas; llevándoles los alimentos a los SAF hasta sus casas”, explica Rafael Torres Rivero, secretario de la Asamblea Municipal del Poder Popular en la cabecera territorial. Añade que promueven el movimiento Mi casa segura, a través del cual incentivan a las familias a tomar todas las medidas preventivas contra la pandemia.

TODOS PUEDEN AYUDAR

El aporte de los profesores de Deporte y los maestros está siendo clave, además, en las labores de pesquisaje activo a personas con síntomas respiratorios, subraya por su parte Juan Carlos Delgado Calixto, presidente del Consejo de Defensa 19 del municipio capital.

Solo en esa demarcación se ocupan de 190 familias, entre los que destacan casi medio centenar de ancianos a quienes puntualmente se les está llevando sus alimentos al hogar. “Hemos hecho hincapié en que, si en el domicilio hay otras personas, un pariente o un vecino que pueda hacerlo, que no sea el adulto mayor quien salga; allí donde no haya, entonces lo atendemos”, insiste Delgado Calixto. Él admite que no es una tarea sencilla, pues algunos de los longevos persisten en salir. “Tenemos que conversar con ellos para que entiendan que estamos en una situación excepcional”, afirma.

Mirtha Hechavarría Yanes no es de esos casos. Ella sonríe cada mediodía cuando ve llegar a “Joseíto”, como lo conocen en el barrio. Este muchacho no siente que esté haciendo nada extraordinario y puede que ahí esté lo maravilloso de sus acciones cuando dice al despedirse: “Es solo ayudar a la sociedad y sentirse bien con uno mismo. Héroes somos todos. Solo soy una persona que tiene sentimientos”.

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