Las Tunas.- De sus ojos brota una energía bonita, incansable, de esa que contagia a solo minutos del diálogo. Serafina, la inspiradora, ríe intermitentemente, muestra un histrionismo innato y una sonrisa plena. Maritza, la hija mayor, no se queda atrás. El verde de sus pupilas parece revelar un alma esperanzada. Los lazos entre ellas van más allá de la sangre; ambas se han enamorado de la cultura, la viven, la acarician, la estudian…
La docencia, la investigación, el hechizo de la identidad y otras vertientes atrapan los desvelos de Serafina Ronda Infante y Maritza López Ronda. La primera, parte de los expertos que conformaran, allá por la década del 80, el Atlas Etnográfico Cubano, y una de las mayores investigadoras del grupo portador de tradiciones franco-haitianas Petit Dancé. La segunda, profesora de la escuela profesional de arte (EPA) El Cucalambé, integrante del coro Euterpe, entre otros universos que la animan.
“De Maritza admiro su inteligencia y bondad”, confiesa Serafina. “Yo creo que todas las personas debían ser como ella. Todo lo que soy se lo debo”, comenta Maritza. Sencillamente, son almas bonitas que dialogan desde la admiración mutua, sentimiento que incluye, además, al ámbito cultural.
“Mi mamá era de origen campesino, alguien muy noble. Nunca trabajó en la calle, se dedicó a la familia completamente”, rememora Serafina, consciente de que esa raíz filial que hoy les hace celebrar, religiosamente, cada cumpleaños, fin de año, Día de las Madres y otras fechas significativas tuvo de alguna manera la génesis en Trinidad, su amada progenitora con nombre de lugar.
Serafina también dio a luz a Claritza y Roger Juan, y aunque no se decidieron por la cultura, de alguna manera se sienten atraídos por su fulgor. A Maritza le pasa similar; sus retoños, Hadym Arlet y Lucía Fernanda han crecido bajo el arrullo de estudios musicales, los ensayos de Son del Barrio (grupo que lidera Ernesto Carrió, su papá) y todo lo que huela a arte en casa y un poco más allá.
La Pedagogía es otra madre que les dio la vida. Serafina confiesa estar enamorada del magisterio desde que cursó la Enseñanza Secundaria. Por eso, años después, a pesar de presentar situaciones de salud, no pudo alejarse definitivamente de la docencia (profesión que eligió) y la Historia sería su materia predilecta. Sin embargo, agradece la llegada a la Dirección Municipal de Cultura de Las Tunas como especialista de Estudios Culturales, camino por el cual se acercó a Petit Dancé, cofradía centenaria que tantas alegrías le ha dado.
“No soy practicante del vodú, pero me apasiona desde el punto de vista cultural. Es un mundo maravilloso. Los haitianos le aportan mucho a la idiosincrasia del cubano. Admiro en ellos su honradez, laboriosidad y perseverancia; no se amilanan por nada. Y nos enseñaron el manejo del machete como arma, por ejemplo, crucial en nuestras luchas”.
No es de extrañar que su pasión por esa religión contagiara a Maritza, quien también se ha ocupado de estudiar las huellas de dicha cultura. Por los senderos de la música desde pequeña, un buen día llegó a la EPA y quiso la vida que años después volviera, pero frente a una pizarra.
“Crecí viendo a mamá en las aulas, aunque no sospechaba que sería maestra, pero ya ves”, comenta la integrante de Euterpe que cursó la Licenciatura en Educación, específicamente en Educación Musical.
“Mi madre me ayudó a realizar el primer trabajo escrito, sugirió el tema, ofreció referencias… Tuve que investigar mucho, pero valió la pena. Y desde entonces fui más consciente de la necesidad de incorporar esos saberes en la EPA. Recuerdo que por un tiempo tuve estudiantes que no sabían nada sobre Petit Dancé, ni de congas o comparsas (que mucho beben de ese legado). Y me dije: ‘Si Zabala, por citar un caso, tiene pasos, instrumentos, coreografías, música, danza…, cómo no lo van a conocer’.
“Y así, poco a poco, comencé a insertar la música franco-haitiana en el programa de Apreciación Musical de noveno grado. Pero mi mamá es la raíz”, dice Maritza, quien pasó, además, una maestría en Procesos Formativos de la Enseñanza de las Artes.
Ciertamente, el legado cultural de Serafina la ha marcado y esta, a su vez, refresca los saberes junto a su primogénita. En ellas se hace evidente lo que bien resumió la última sobre ser madre: “Es una experiencia maravillosa, algo único, inexplicable”.