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Las Tunas.- Era una niña cuando cierta película me acercó a Harry Houdini, el mayor escapista de la historia. Desde mi pupila infantil, el asombro fue sumamente grande. Lo confieso, entonces creía en la magia. Después entendí que es cuestión de habilidad y trucaje, pero hay quienes como este señor nos hacen olvidar toda lógica y nos trasladan a un mundo imaginario, aun muchos años después de su partida física.

Ese mago, uno de los más famosos de todos los tiempos, nació en Hungría en 1874. Su verdadero nombre era Ehrich Weisz. Cuentan que de niño trabajaba para ayudar a su familia; vendía periódicos y lustraba zapatos en las calles. Como sucedió con otros inmigrantes que llegaron a Estados Unidos, también escondió su procedencia.

320px Houdini in Handcuffs 1918Un buen día el padre, sin darse cuenta, propició el hecho que marcaría su destino: lo llevó a un espectáculo del doctor Lynn, un prestidigitador itinerante. Imagino los ojos del pequeño ante el asombro infinito, ante tantas preguntas sin respuestas. Así que no lo pensó dos veces. Él y sus amigos harían una pequeña compañía de circo. Y así fue. Tenía solo 9 años de edad y actuaba por primera vez frente a un público como contorsionista y trapecista. Era el 28 de octubre de 1883 cuando, bajo el sobrenombre de Ehrich, el Príncipe del Aire, echaba a volar sus sueños.

Mas no se conformaría. Cualquier tiempo libre era idóneo para entrenar. Sus aptitudes físicas le permitieron practicar disciplinas como la natación, pero la magia era lo suyo. Tal es así que de joven consiguió el libro Robert-Houdin, embajador, autor y conjurador, que escribiera ese autor. La trama, que narraba las peripecias en torno a su profesión del mago Jean Eugéne Robert-Houdin, atrapó a Ehrich al punto de inspirarse en ello para crear su nombre artístico: Harry Houdini.

Rápidamente, junto a su hermano Theo formó una pareja de magia, dando vida a varios espectáculos. Sin embargo, al conocer a la cantante y bailarina Beatrice Rahner, esta suplantó al familiar por decisión de nuestro protagonista y, más que eso, sería su esposa desde entonces.

En general, su génesis en el universo de las ilusiones arrancó por las cartas, naipes que se combinaban con trucos de escapismo inolvidables como aquel llamado Metamorfosis, en el que se metía dentro de un baúl con candados y un ayudante, a su vez, se mantenía sobre el cajón. Luego una cortina tapaba todo el andamiaje y, al abrir el baúl, Houdini era quien estaba sobre este y el ayudante, dentro. No extraña que sus trucos hoy sean recordados e imitados por ilusionistas de todo el mundo.360px HarryHoudini1899 1

Sin embargo, fue una gira por Europa la que lo catapultaría al éxito; en 1904 era llamado El Rey de las Esposas. Su fama recorría continentes y especialmente le alentaban números como hacer desaparecer a un elefante. Quién no pagaría por ver tamaña proeza. No en balde consiguió con su arte una considerable fortuna y se pudo dar ciertos gustos refinados como el de la aviación e, incluso, sobrevolar el cielo de Australia, un tanto inexplorado desde la altura hasta ese momento.

Para él la magia era un espectáculo. Por eso, no extrañaba que al llegar a cualquier ciudad, entre sus primeras acciones estuviera retar a la Policía, en plena calle, alegando que era capaz de escaparse tras ser esposado e, incluso, derrotar una camisa de fuerza. ¡Cuánta adrenalina!

Si era cierto o no que se dislocaba los hombros o escondía herramientas en el interior de la garganta, eso no lo sabemos; lo que sí es innegable es que creó una estética propia, indómita, mística e impactante. Sus acciones temerarias y aparentemente sobrehumanas lo hicieron inmortal. Pero detrás de todo ello hubo horas de estudio a fondo con tal de sorprender al público; era un verdadero artista. La celda de la tortura china, por ejemplo, fue uno de sus actos impresionantes. Se sumergía atado de pies y manos en un gran recipiente con agua, y escapaba, obvio.

Tras la muerte de su madre en 1913 se acercó al espiritismo, pero no lo convenció... Luego de un mensaje falso de una médium, emprendería una cruzada contra esos creyentes, desmantelando sus montajes por el camino, lo que le ganó varias enemistades. Ya cansado de esa batalla, ingenió un código con 10 palabras y lo confesó a su esposa, por si en un futuro intentaba contactarla “del más allá”.

Paradójicamente, no murió en uno de sus atrevidos actos, sino a causa de cierto desafío. Un estudiante universitario lo retó a recibir unos cuantos golpes en el abdomen para cerciorarse si era real su resistencia física. El aguantó como un actor de altos quilates, pero llegaron las fiebres y, días después, en pleno escenario (porque era terco) se desmayó. Luego vendría el hospital, la batalla por la vida, la peritonitis y la muerte, esa que ni siquiera un rey del escapismo puede burlar.

Su esposa lo intentó contactar espiritualmente por 10 años, pero no respondió… Sobre su figura aún se tejen historias y, como si no bastara, hasta magos del mundo celebran sesiones invocando su espíritu. Y es que Houdini siempre será un misterio; creo que él lo sabía y por eso, seguramente, permanece en silencio.