
Las Tunas.- Una mujer que sueña es una mujer con alas, aunque no se les vean, aunque no se eleve por la inmensidad. La crítica de arte Iris Cruz Núñez es de esos seres que, sin proponérselo, se hace sentir en el ecosistema complejo y hermoso de la cultura.
Entre trillos, ríos, árboles y frutas desanduvo la infancia, sin sospechar que un día su camino cogería otro rumbo. Eso sí, estas raíces siempre le acompañan, y por eso ama sobremanera escribir también sobre tradiciones criollas, arraigo rural, recetas y otros aderezos. El ejemplo de la madre, con seis hijos a cuestas, sembraría la semilla inquebrantable de su carácter, mezcla de dulzura con acero, aunque los puntos sobre las íes no sean siempre bien recibidos.
Allá, en La Jibarera, cerca de Yariguá, tatuó sus primeros pasos sobre la tierra que acogió una magia imposible de olvidar. Paradójicamente, confiesa, era una niña tímida, que no creció entre libros; solo juguetes y alguna que otra cuquita. “No sabía prácticamente qué era una obra de arte. Estaba lejos de las instituciones culturales, de alguna galería…”, afirma hoy, con más de 50 primaveras de vida.
Hubo un tiempo en el que la Medicina robaría sus insomnios, pero el “ojo clínico” de Carlos Tamayo, entonces presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) en el territorio, la motivaría a estudiar Historia del Arte. “Esa decisión me cambió la vida. Adoré el contacto con jóvenes que tenían otra cultura. Así se me despertó el interés hacia varias manifestaciones. Era un mundo que se abría ante mí, y lo curioso es que aprendimos a partir de diapositivas.
“Ya graduada, esperé por la aprobación para trabajar en el Fondo Cubano de Bienes Culturales (FCBC), donde me mantuve por 28 años. Siempre he estado cerca de los creadores, ya sea desde la promoción de sus obras, escribiendo para catálogos o revistas como la Quehacer, de nuestra provincia. También he colaborado con el periódico 26, quizás por ese vínculo que desde la carrera he tenido con estudiantes de Periodismo o, simplemente, por mi vocación de contar”, expresa.
Aunque ha ahondado un poco más en las artes visuales, otros universos culturales se han adueñado igualmente de sus desvelos. No en balde su palmarés atesora con orgullo cierta contribución a la celebración por el aniversario 40 de la Enseñanza Artística aquí. “Propuse actividades que se hicieron y resultaron muy bonitas. Eso es algo que guardo con mucho cariño. Sin embargo, es cierto que la plástica me ha ocupado por mucho tiempo; hasta estuve alrededor de dos décadas consagrada casi totalmente a esa manifestación. Incluso, tengo un proyecto de libro sobre su historia en la provincia, que aún se encuentra sin publicar”, reafirma.
Aclara que la crítica de arte no se estudia, algo con lo que no está de acuerdo, pues “crear contenido y profundizar en el tema también es una especie de creación. Es un oficio que no se elige, se forma en la medida en la que descubres que posees esa aptitud.
”Entonces acumulas conocimientos y tienes la inquietud de compartirlos. Asociada a ella se encuentran la curaduría, la museografía y otras vertientes”, dice.
Historias de vida, trabajos sobre música, teatro y diversas expresiones, así como proyectos de investigación en agenda, matizan la labor de esta mujer que, en vez de llamarse Iris Cruz, pudiera nombrarse Iris Luz.
Sin embargo, coincide en que no siempre la labor del crítico es entendida, sino todo lo contrario. “Un artista no recibe bien que su obra sea cuestionada; pero determinar qué elementos positivos o negativos, vanguardistas o trillados, posee una obra es parte de nuestro trabajo. Nosotros vertemos luces sobre la creación”.
Por ello, considera que la crítica de arte debe tener su propia sección dentro de la Uneac (institución que ella integra) para ampliar el campo de acción. También aboga por que sea una materia dentro de los programas de estudios vinculados al sector.
Entre tanto, escribe textos en la red de redes, descubre horizontes, abraza la docencia y no abandona su faceta como emprendedora, que la ha llevado por los secretos de jabones artesanales, velas aromáticas y otros productos. “Las mujeres tenemos un campo de determinación y creación inmenso. Solo basta con que despertemos esa sensibilidad y podemos hacer lo que nos propongamos”, concluyó.