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bibliotecaria de experiencia

Las Tunas.- Una mañana de diálogo y un par de cuartillas no son suficientes para resumir 37 años de entrega al trabajo en las bibliotecas escolares. Sin embargo, María Magdalena Ruiz Ávila, jefa del Departamento de Gestión de la Información de la Universidad de Las Tunas (ULT), siente que fue ayer cuando decidió inclinarse por esta hermosa faena.

Al llegar a su oficina una frase me recibe: “Mira mis libros en los estantes; siempre estoy rodeada de ellos”. Y desde la sala de Hemeroteca de la ULT rememora sus inicios cuando tomó esa decisión siendo apenas una adolescente.

Hoy, con casi seis décadas de vida, una linda familia y una sólida experiencia laboral, confiesa que nunca hubo otra profesión que la atrajera. Por eso, no lo pensó dos veces. Sabía que estaba destinada a esos duendes de papel, a cuidarlos y a promover su lectura. Con profunda convicción dice que toda la vida ha sido bibliotecaria, “y si volviera a nacer lo sería otra vez, porque esta labor me encanta”.

Aunque por otras razones tuvo que estudiar una carrera diferente, al final el destino la llevó al cauce que siempre quiso. “Al terminar el noveno grado me decidí por el Técnico Medio en Bibliotecas, que casualmente se cursaba en el campus Pepito Tey. Pero al llegar aquí cerró el programa y me enviaron a estudiar para maestra. Lo cual cumplí y me gradué en 1987.

“Sin embargo, cuando terminé había un gran déficit de bibliotecarias en las escuelas primarias y me dieron la posibilidad de formarme como tal en un curso emergente. Era mi oportunidad y rápidamente accedí; porque reconozco que me gusta el magisterio, pero ser bibliotecaria era mi anhelo mayor.

bibliotecaria universidad

“Recuerdo con mucho cariño a Justa, una mujer de experiencia en estas lides que tenía una biblioteca frente a la parada de la farmacia de medicina verde, en el centro de la ciudad. Allí hice mis seis meses de práctica docente. Es imposible que de mi mente se borren aquellos días. Ella me enseñó a narrar los cuentos, a hacer el cambio de voz, que son mecanismos que atraen al que escucha”.

El trabajo con los más pequeños es una de las vivencias que más atesora. Con total seguridad afirma que “no hay mejor regalo para un niño que un libro”. Por eso, todo lo aprendido le sirvió para ejercer en la escuela primaria Tony Alomá, en la que laboró por varios cursos lectivos.

“Yo tengo buena memoria y aún me encuentro a estudiantes que los llamo por su nombre. Aquellos años fueron maravillosos. Nunca olvido cómo preparábamos matutinos especiales, actividades por la Jornada del Educador, incluso, hasta nos disfrazábamos de hadas. También los concursos, como Sabe Más Quien Lee Más, Leer a Martí, acciones lindísimas que se hacían para los infantes y estos se desvivían por participar.

“Es tarea de la familia enseñarle al niño ese amor por la lectura. Cuando mis hijos eran pequeños todas las noches su papá y yo nos acostábamos con ellos a leer al menos un fragmento de algún periódico; ahora lo hago con mis tres nietas. De hecho, mi hijo no es dado a las letras, pero es lo que veía en casa y ahora lo hace a diario con sus hijas”, cuenta con orgullo.

A la Universidad llegó hace 25 años, y aunque el quehacer ahí es muy diferente, ha explorado otros horizontes que han contribuido a su crecimiento. Porque María también se convirtió en profesora de Español, y además de su trabajo como bibliotecaria y jefa de departamento, imparte asignaturas como Normativa, Análisis Literario y Análisis del Discurso.

Aparte de la preparación profesional, no deja de reconocer que le encanta leer “lo que sea, es algo que no puedo dejar de hacer. Todas las noches tengo que leer aunque sea un pedacito; eso me relaja”.

En la vorágine universitaria es muy importante el desempeño de la biblioteca. Desde allí se desarrollan eventos que complementan el proceso de formación docente. “El Té literario constituye nuestra principal actividad. Y apoyamos en fechas como el 23 de Abril, Día del Idioma, y varias acciones con la carrera de Español-Literatura”.

Asimismo, pondera que en su profesión no puede faltar la inventiva. “Todas las tardes los niños del barrio van a mi casa a buscar ya sea una presilladora, un pedazo de precinta, lápices de colores… Y es que yo lo mismo hago cosas de cumpleaños, que costuras, dibujos…, porque una bibliotecaria tiene que ser primeramente una persona muy creativa”.

Para esta reportera, entrevistar a María fue como viajar en el tiempo, porque era justamente ella quien impartía ese turno cuando estudié en la “Tony Alomá”. Y sé que muchos la recordamos leyendo Oros viejos, Cartas desde la selva… Allí nos esperaba siempre con una sonrisa, esforzándose por hacer de cada visita a la biblioteca una aventura, y, sobre todo, llevándonos a ese viaje mágico que solo los libros pueden provocar.