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Las Tunas.- Mi vecina de los altos está en la zona roja de un centro de aislamiento en Las Tunas, ayudando con sus brazos, y su mente positiva, a enfrentar la enfermedad Covid-19 y los temores que siempre llegan, por la crudeza de ese mal.
Ella no lo sabe -no se lo hemos dicho- pero, en el edificio que nos acoge, todos estamos emocionados porque, aunque su rostro se esconde detrás de una máscara, sabemos que en sus labios se mantiene viva la sonrisa que regala constantemente.

Ana María Acosta Torres es una buena mujer, amiga de todos y una cocinera insuperable, jaranera permanente y muy solidaria con quienes la necesitan. Por eso quiso ir a ayudar, ser útil, dar un poco de sí, como mismo otros han ayudado a sus seres queridos.

“Vine por convicción propia, nadie me presionó, ni me pusieron condiciones que me obligaran a estar sin sentirme motivada. Hace unas semanas, seis de mis compañeras de trabajo en la Universidad de Las Tunas fueron contactos de un caso positivo y estuvieron aisladas aquí.

“Entonces, consideré justo recompensar el esfuerzo de otras personas, también trabajadores del centro, que las atendieron y las hicieron sentir tranquilas y confiadas”.

Es honesta y afirma que sintió miedo. Incluso, todavía lo siente, porque el SARS- CoV-2 es un virus muy agresivo. Afortunadamente, ante el temor abunda la responsabilidad.

“La protección es lo más importante. Por suerte, aquí todas las condiciones están creadas para la salvaguarda de la salud y la vida de los que estamos enfrentando esta tarea.

“Entre todos nos cuidamos y nos ayudamos. Ya casi somos una familia, aunque hace pocos días que convivimos juntos”.

Ana está en el campus Lenin, de la casa de altos estudios tunera y junto a ella, otros 10 valientes desafían al nuevo coronavirus, pues cualquiera de los pacientes aislados puede portarlo.
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“Somos ocho profesores y tres estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Educación. Estamos divididos en dos grupos. Las mujeres hacemos la limpieza y los hombres se encargan de llevar la alimentación a las diferentes áreas de la residencia.

“Cuando pasen 10 días saldremos de la institución e iremos a un centro de descanso, en el que estaremos aislados hasta comprobar, mediante examen de PCR, que no nos contagiamos. Luego, volveré a casa”.

Acá la esperamos con el cariño de siempre multiplicado por mucho orgullo y eso será una explosión de agradecimiento por su voluntad de dar sin recibir, de sanar heridas que no se sabe si existen o no.

¡Suerte! ¡Y que todos los cuidados sean efectivos para que ni la sombra de un virus lastime tanta bondad!

 

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