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Puerto Padre, Las Tunas.- La grandeza humana encuentra medidor en las penumbras de la vida. Tal vez, algunos prefieran evitar las situaciones límites, en las que, en cuestión de minutos, todo puede desaparecer. Justo ahí, cuando las fuerzas flaquean y la desesperación habita en los paisajes destruidos; sin embargo, seres de colosal tamaño visten las telas de la solidaridad para “tirar pa' lante”.

El embate del huracán Ian, por la zona occidental del país, otorgó los colores tenues del dolor. Del pincel caótico brotaban imágenes sensibles, capaces de quebrantar la más sólida esperanza. Para los linieros de Puerto Padre la decisión de apoyar las provincias afectadas no tenía segundos pensamientos, tan solo había espacio para responder a dónde y cuándo.

La hoja de ruta situó la primera parada en La Habana, luego Minas de Matahambre, Pinar del Río, también apareció en el mapa de estos hombres de luz en tiempos oscuros. El estado físico fue retado en cada jornada y las herramientas figuraron como las armas de este ejército blindado de amor y empatía hacia otros cubanos. Con los galones de líder de la brigada, José Jiménez Santos relata el hacer por esas fechas, a través de la voz del orgullo por el deber cumplido.

Linieros Puerto Padre 3“Cuando salíamos a trabajar hacíamos la planificación y el análisis de los riesgos con el objetivo de preservar la salud de todos los compañeros. Tratábamos de trazarnos una meta, pero casi siempre sobrecumplíamos porque detrás de aquel desastre estaban personas enfermas, ancianos y niños, por eso había que recuperar el sistema y nos decíamos: ‘Vamos a dar un poquito más’ y ‘otro poquito’ hasta que nos daban las fuerzas. Con el restablecimiento del servicio a altas horas de la noche, la población salía a celebrar, a aplaudir y a darnos las gracias por nuestra labor”.

Detrás del rostro joven de José, pese al castigo de disímiles horas bajo el sol, la experiencia encuentra refugio. Hacer las maletas con el fin de enmendar los males provocados por un fenómeno natural no constituye nada nuevo para quien suma siete viajes a diferentes regiones de la Isla y Venezuela. Las andanzas entre cables, tensores y transformadores comenzó a la edad de 19 años, en tanto, la actualidad lo dota de 16 calendarios con el uniforme de la Unión Nacional Eléctrica (UNE), además de un sinfín de historias por contar.

“La mayoría somos menores de 40 años, pero también algunos son mayores que yo, por dos o tres años, lo cual implica una exigencia superior, pues tienden a confiarse. En esas cuestiones el trabajo y la edad no tienen relación”.

Con la complicidad de un hermano, en los hombros de Jiménez reposa el compromiso de preservar la salud de los integrantes de la cuadrilla. El retorno a casa llega con una sonrisa gracias al buen obrar, asimismo, el agasajo de todo un pueblo, en señal de profunda admiración.

“La seguridad es lo primero, nosotros podíamos hacer un trabajo de 10 minutos, luego nos tomaba una hora instalando las protecciones personales para minimizar los riesgos. No podía existir ninguna violación en la parte de los cuidados necesarios. La vida de mis compañeros corría bajo mi responsabilidad. ¡Imagínese! Uno debe pensar en las familias, tanto en la de uno como en la de ellos, y por la experiencia de otros eventos debemos protegerlos al máximo”.

A MAL TIEMPO, BUENOS ELÉCTRICOS

Las huellas a causa del azote de Ike mantienen en la memoria colectiva el ejemplo feroz de la naturaleza. Si bien lo vivido en el 2008 puede calificarse como el primer impacto, enfrentarse al dolor ajeno a cientos de kilómetros del sitio seguro llamado hogar resultó un desafío de emociones.

“Había un desastre terrible, el huracán devastó la ciudad. A las 6:00 de la mañana ya estábamos de pie y pasada la medianoche seguíamos. En una zona de lomeríos, con difícil acceso a los postes y cables afectados”, comenta Arieldis de la Cruz González, con la expresión facial de quien miró de frente el horror de quedarse sin nada.

Inmersos en jornadas, en las que el número 24 no asumía el límite de horas, devolvían la vida útil de líneas caídas con el agotamiento en rol de eterno acompañante.

“Lo que enfrentamos era muy fuerte, por ello más debíamos serlo nosotros. Todos los días nos reuníamos para organizar el trabajo y cuando llegábamos al lugar nos impactaban las condiciones por el grado de destrucción. A pesar de todo, supimos imponernos y cumplir con las metas, la principal respondía a llevarle el servicio a la población en el menor tiempo posible”, confiesa Yan Manuel Álvarez Cruz.

Las complicaciones también formaron parte del quehacer diario. No obstante, la capacidad de reencontrarse desde la integridad del grupo facilitó ese paso al frente en el ámbito anímico. Con la mayor seriedad hicieron suya una frase icónica de dibujos animados, en específico de los Mosqueteros, “Todos para uno y uno para todos”.

Luis Emilio Sánchez demora la respuesta, como si ordenara vivencias en la mente, la pausa denota preocupación, un suspiro lo ayuda a hilvanar la historia. “Miedo no, tal vez algo de temor en La Habana por la agresividad de algunas personas frente a las autoridades, por momentos, tuvimos que trabajar con el apoyo de la Policía para llegar a ciertos lugares porque cerraban las calles a través de manifestaciones”.Linieros Puerto Padre 1

Por su parte, Arieldis no puede quedarse para sí la congoja compartida cuando “colegas de otras provincias lamentaron pérdidas, aunque nosotros corrimos con mejor suerte, duele por igual. Fueron momentos tristes, pero reunimos las fuerzas para avanzar e imponernos a las condiciones”.

En la mochila, perspectivas diferentes encaminaron a Alejandro Gómez y Yan Manuel Álvarez, al encuentro de hechos imborrables. La imaginación acerca de lo que iban a enfrentar, quedó por debajo del contexto en el cual estos muchachos dejaron de serlo para convertirse en titanes.

“Desde el 2014 pertenezco a la empresa y esta es mi primera salida. Mi mamá tenía miedo de que fuera, pero lo hice y aquí estoy. Cumpliendo con las técnicas de protección no debe suceder nada, así cuidamos la vida: la mía y la de mis compañeros. Vigilando unos por los otros”, sentencia, sonrisa por medio, Alejandro.

Para Yan Manuel, el quinto contingente, después del tránsito de un ciclón tropical, deparó el aspecto negativo de lo especial. Las fotografías en el celular apenas compiten con los recuerdos cosechados por aquellos lares.

“Muchos sentimientos encontrados, demasiada tristeza al ver a las personas en situaciones complejas, me afectó bastante, pero con la ayuda de mis compañeros conversábamos y llegaba el aliento para salir adelante”.

La tinta sobre el papel, o las palabras detrás de una pantalla, nunca harán justicia a la proeza de estos villazulinos, quienes derrocharon coraje y profesionalidad en altas cantidades, mientras el descanso quedaba a un lado, con la idea certera de llevar la “corriente” a los pobladores cuanto antes.

A decir de Alejandro “el momento más bonito fue cuando devolvíamos el servicio y la gente gritaba con alegría “¡eeeeeeh, los linieros!”, mientras aplaudían”, en tanto, ahí, justo en esos pequeños detalles encuentran la más humana recompensa.

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                 Contingentes tuneros de la Eléctrica y Etecsa rumbo al occidente cubano (+tuit)