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Las Tunas.- Otra vez la jornada del 25 de noviembre sorprendió con el recuerdo de Fidel Castro y el orgullo por pertenecer a su época y formar parte, desde la continuidad más cierta, de la Revolución trepidante que gestó para los tiempos y puso a Cuba, como nada lo había logrado hasta entonces, en el mapa del mundo.

El hombre colosal, que ya es leyenda y camino, parece multiplicarse desde su obra, que es la nuestra; y se mantiene vivo cinco años después del adiós físico, en el alma de los cubanos, en el imaginario más íntimo.

Solo decir su nombre y afloran vivencias, nostalgias, ecos de su presencia por doquier, de su humildad a prueba de ejemplos y de su determinación, entre gallega y criolla. Por eso, por la certeza de su sobrevida, no han sorprendido demasiado las actividades de estas fechas.

Y es que mientras sus enemigos apuestan por el desarraigo y el olvido, la gente sencilla de este país le aúpa, enternecida todavía por su capacidad de hacer y pensar siempre en los otros, en el bienestar de los humildes, enardecida por el valor de su compañía.

Una bicicletada desde La Feria hasta la Plaza de la Revolución; la pintada Fidel entre nosotros en el parque Vicente García, el reconocimiento a los trabajadores de Salud, diálogos entre generaciones, encuentros en la calle 24 de Febrero y la velada político cultural para cerrar la ocasión, son, apenas, atisbos de un gran homenaje.

Porque lo verdaderamente cierto no cabe en sucesos de ese calibre; forma parte de un quehacer cotidiano que lo tiene como inspiración y ejemplo. Fidel es el pueblo, de él nació el rebelde; por eso, cinco años después, andamos el mismo sendero, tras sus pasos.