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Las Tunas.- Nobles y hermosos ideales guiaron la vida de Nelson Mandela. Natural de la tribu xhosa, y nacido un día como hoy del año 1918, de niño, se dice, aprendió a “cazar aves con un tirapiedras, a sacar miel de los panales de abejas (…), a tomar leche tibia directamente de la ubre de las vacas (…) y a pescar con pedacitos de alambre convertidos en anzuelos”.

El propio Mandela confesaría que en aquellos años de la infancia estrechó sus lazos con la naturaleza, los espacios abiertos, la libertad. Tal vez ahí, en esos primeros pasos, está la fuerza del carácter, la humildad y la capacidad de resistencia que le permitieron superar casi 29 años de prisión.

¡Asombra, la vida de Nelson Mandela, asombra! Una piensa en esas casi tres décadas de aislamiento, trabajo forzado, segregación, indignidad, crueldad… y siempre salta la misma interrogante: ¿cómo es posible resistir y vencer en tales circunstancias, sin alimentar odios o resentimientos?

No existe respuesta única, definitoria o concluyente. Infinidad de variables sostienen la perseverancia de hombres como Mandela, o tantos otros como el puertorriqueño Oscar López, el cubano Orlando Cardoso, o nuestros Cinco Héroes. Una repasa sus existencias, declaraciones, su obra antes y después de la prisión, y aun así, resulta harto complejo definir la causalidad de tanta entereza de espíritu. Lo cierto es que el ser humano alberga para los momentos más duros fortalezas inimaginables.

Esa certeza, a veces inconsciente, habitaba en Mandela. Imagino le acompañó cuando, contra todas las leyes, desafió su destino en la tribu xhosa y prefirió la pobreza de los barrios marginales de Johannesburgo. Seguramente, le cobijó cuando, a contracorriente de la sociedad sudafricana, se convirtió en el único estudiante negro de la Facultad de Derecho y, más tarde, en 1952, en uno de los regentes del primer despacho de abogados negros en el país.

El propio Mandela escribiría que no podía determinar con certeza cuándo se convirtió en un “ser político”, pero lo cierto es que de un cuestionamiento a las leyes del “mundo blanco”, de una concepción de lucha de resistencia pacífica o del rechazo inicial al comunismo; su pensamiento escaló hasta la lucha frontal contra la dominación de razas.

Mandela superó sus propias limitaciones políticas y estudió la Revolución Cubana, los discursos de Fidel, la guerra de guerrillas preconizada por el Che y las luchas de otros pueblos africanos. El resultado fue un hombre capaz de nuclear a nacionalistas y comunistas africanos; un convencido de que la situación del país exigía nuevos métodos de combate y un cambio trascendental.

La historia está ahí, contada en libros, en el cine, en la memoria popular de los sudafricanos y en los testimonios de los protagonistas. La historia de Mandela es también la de la humanidad, la de los hombres que sincronizan el reloj de su vida al tiempo de los pueblos.

Nelson Mandela legó a la humanidad un ejemplo de perseverancia y fe en el futuro, su vida y obra demuestran que es posible vencer las grandes adversidades y la miseria humana y hacerlo con alegría y amor para prodigar. Incluso, sus aforismos constituyen un referente ideal para enfrentar los cotidianos desafíos de la vida, sobre todo, si estos van en el anhelo de un mundo mejor: luche, sueñe, trabaje, haga, persevere, triunfe. Eso hizo el noble Madiba, el niño Rolihlahla de la tribu xhosa, amo de su destino, capitán de su alma.

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