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Las Tunas.- Nos reímos a carcajadas con la idea de la boda. Él de traje blanco y Josué a su lado, de smoking también. La ceremonia sencilla, frente al notario y en el momento preciso, a la hora del beso, ¿cómo hacerlo frente a los amigos y familiares a los que la edad, o el prejuicio arraigado no les dejan entender del todo, cuán irremediablemente diverso puede ser y, de hecho, es el amor?

Después de las risas nos ponemos serios. No es la primera vez que Jorgito seduce a mi pluma. Pero siempre me roba el tiempo de un tirón sin que pueda defenderme. 

Él conoció a su pareja cuando eran casi niños. Ambos estudiaban. Josué tenía 17 años de edad y soñaba con ser universitario mientras aprendía contabilidad en el Politécnico. Jorge era técnico en Higiene, un poco mayor. Por esas indescifrables cuestiones del corazón, la química, los astros, o demás “culpables”, se juntaron. Y después todo tuvo sentido.

De aquellos días ya distan 11 años. Entre el montón de promesas que se hicieron una fue particularmente inobjetable. Ellos decidieron ir por más, echarle garras a las oportunidades y ceñirse a ellas a toda costa. Si una cualidad se le escapa a Jorge Rodríguez Utria a flor de piel, es el hecho de ser inspirador. Eso debe haber ayudado aunque él no lo admita. Me cuenta que no fue sencillo, pero resultó.

El hombre del otro lado de mi micrófono es residente de tercer año en Ginecología, a un paso de convertirse en especialista. Para mí uno muy especial porque, reitero, de estudiante trajo a mi hijo al mundo en el salón de partos del hospital Ernesto Guevara de esta ciudad.

Josué también se hizo profesional y trabaja en Acinox. Viven como pareja desde que llevaban cuatro años de relación. Entre los dos adquirieron una casa, con la colaboración de los familiares de ambos. Tienen rutinas complejas porque entre los horarios del uno y las guardias médicas del otro hay días en los que apenas les resta un par de horas para conversar. Son una familia poco convencional, pero definitivamente sólida.

Ellos nunca han pensado en casarse de blanco. No lo necesitan. Tienen amigos homosexuales que sí quieren hacerlo, incluso que se han ido del país y han logrado cumplir su anhelo en otras latitudes. Con lo que sueñan en verdad es con la posibilidad de tener hijos.

Jorge me cuenta que a él le encantaría una niña, mas Josué prefiere varón. Tienen ansias y esperanzas de que en algún momento puedan conseguirlo por la vía médica, de forma asistida y en el vientre de una mujer dispuesta (él ya ha ido explorando opciones). Claro, con los correspondientes requisitos para que todo sea legal y se establezcan los deberes y derechos de la paternidad.

Mi interlocutor siente fascinación por los niños. Asegura que esa es la principal causa por la que quiso ser obstetra, verlos hacer su entrada desde primera fila, con los ojos asustados por la inmensidad del mundo.

Nuestro diálogo se corta cuando yo aún quiero escuchar mucho más. Me regaló un pedacito de su tiempo porque disfruta mucho compartir la historia de su vida. Tiene un brillo de orgullo en la mirada cuando habla de Josué que contagia.

Este 14 de febrero Jorge y su pareja celebrarán como otras tantas parejas la dicha de haber encontrado el amor. Ese que no cree en moldes, ni prejuicios, que solo es oasis y escudo y fortaleza para los enamorados.

 

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