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Las Tunas.- Alrededor de seis mil 500 habitantes del municipio de Manatí lidian todos los días con las consecuencias directas de la sequía.

El asunto ya tiene varios años de lucir un impacto notable en ese terruño y, que no cayera por allá un solo milímetro de lluvia en el mes de febrero, ratifica que todo esfuerzo es poco ante tanto agobio de la naturaleza.

Tres estaciones de bombeo están completamente secas y, por tanto, paralizadas; otras nueve tienen afectaciones parciales, las que resultan de gran trascendencia en las actuales circunstancias.

Michael Cervantes Arrieta, director adjunto de la Empresa Provincial de Acueducto y Alcantarillado, ratificó a la prensa recientemente que se concretan inversiones sólidas y se consulta cuanto sea posible, priorizando, en primerísimo orden, el abasto de agua a la población.

Porque, si bien es cierto que la ganadería y las cosechas también necesitan agua, es una realidad que llevarla hasta cada casa es lo más importante.

Entre lo conquistado hasta ahora está la habilitación del rebombeo en la Aguada de Vázquez para llenar los carros de línea del tren que permiten llevar el líquido a varias comunidades de Manatí; se evalúa la construcción de nuevos pozos para el abasto en las zonas de Meriño, El Silencio y Las Palmas, entre otras.

En medio de todo pululan indisciplinas. Y también las autoridades insisten en eso, porque no puede ser asunto de unos pocos que el fluido vital llegue a los hogares; se impone el velar y hacer colectivo.

Es lamentable, por tanto, que manos indolentes ponchen las tuberías que aliviarían la situación de una familia para beneficiar al ganado u otras actividades; un problema que ha estado afectando, incluso, a tramos de conductoras recientemente completados.

Los trabajadores del sector hidráulico reparan los daños y saben que este dilema no es exclusivo de esa zona, y otros sitios de la provincia y el país cargan con similares situaciones.

Son tiempos difíciles y la seca expone a los habitantes de las comunidades rurales de Las Tunas y, muy especialmente a quienes viven en Manatí, a una cotidianidad muy compleja.

Revertirla y encontrar salidas que pongan fin a este asunto a largo plazo depende de grandes inversiones y, también, de la sensibilidad y la solidaridad de todos. De otra manera no es posible ganarle una partida tan cruenta a la naturaleza y su fuerza descomunal.