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Fidel fue arquitecto de un país nuevo.

Las Tunas.- En su andar no hubo descanso, ni tregua, ni espacio para la indiferencia. Fue arquitecto de un país nuevo, labrador de ideas, estadista que desbordó fronteras. Su voz, inconfundible, caló en generaciones enteras, no solo por lo que dijo, sino también por lo que hizo.

Lector ávido, pensador profundo, estratega natural. Con él, la soberanía dejó de ser un concepto abstracto y se volvió realidad concreta, tangible, cotidiana. Educación gratuita, salud universal, cultura como derecho, ciencia al servicio de los humildes: algunas de sus batallas ganadas.

Fidel Castro en Asamble General de la ONU.Cuba fue más Cuba con Fidel. Y el mundo, más justo cuando su voz se alzó en foros internacionales, defendiendo a los pueblos silenciados, denunciando las guerras injustas, ofreciendo médicos donde otros enviaban bombas.

Recuerdan muchos que, en los días más duros, tenía la costumbre de ir de improvisto a un lugar, y conversar directamente con la gente. No era una visita protocolar: era la necesidad de escuchar de primera mano las inquietudes populares. Así, en más de una ocasión, sorprendió a obreros de una fábrica en plena madrugada o a campesinos en medio de la jornada, para preguntarles, con su mirada directa: “¿Qué más podemos hacer?”. Esa cercanía marcó a generaciones.

Otra imagen que permanece viva es la de aquel hombre de verde olivo que, en la Isla de la Juventud, se sentó con jóvenes reclusos para comentarles de sus oportunidades futuras. No les habló de castigos, sino de esperanza. Les contó que él había conocido la prisión y que desde una celda se pueden forjar grandes sueños. Más de uno, años después, confesó que esas palabras les cambiaron el rumbo de la vida.

También está el Fidel que, en medio de las intensas lluvias provocadas por un ciclón, caminó entre el lodo para llegar hasta un caserío aislado. Allí, empapado como todos, preguntó primero por los niños y las embarazadas, antes de interesarse por cualquier otro asunto.

fidel campesinos

Quienes compartieron con él en viajes y recorridos cuentan que tenía una rara habilidad para descubrir belleza en lo sencillo. Podía detenerse ante un amanecer en el campo y, mientras señalaba el horizonte, hablar de futuro y de sueños colectivos. Esa capacidad de inspirar a partir de lo cotidiano resultó una de sus herramientas más poderosas para mover voluntades.

Su relación con la naturaleza fue parte de su sello. Gustaba de recorrer campos, sembrar árboles y conversar con agricultores sobre cómo mejorar las cosechas. No era raro verlo observar un surco recién plantado, interesado en cada detalle, convencido de que la independencia de un país empieza por su capacidad de producir alimentos.

 Fidel Castro Ruz

Pero su legado no habita solo en los discursos ni en las fechas conmemorativas. Vive en la ética revolucionaria, en la dignidad de resistir sin doblegarse, en la voluntad de no abandonar los sueños, aun cuando arrecien las tormentas. Esa es su herencia más urgente.

Hoy, cuando el presente desafía, su pensamiento ofrece brújula. Y no por nostalgia, sino por necesidad. Porque Fidel sigue siendo faro. No se trata de repetir sus palabras, sino de hacerlas vida. De construir futuro con la fuerza del ejemplo.

Aquel 13 de agosto no marcó solo un nacimiento. Fue el comienzo de una obra inacabada, que nos toca a todos continuar.