doctora57Las Tunas.- A Jany Fernández Jomarrón la conozco desde hace muchos años, incluso antes de que ella misma supiera de mí. Fueron esos días en los que el destino guió mis pasos hacia el preuniversitario de Majibacoa, donde solo cursé el 12 grado. Allí, en medio de aquel lugar “perdido” con un encanto sui géneris, me hablaron de ella, de sus esfuerzos por ingresar al Ipvce Luis Urquiza Jorge.

No lo sabe, pero a la distancia de tres años, sus compañeros de la Secundaria, aún la recordaban como polilla entre libros. Su nombre saltaba en las historias de aquellos soñadores que tenían un mundo por conquistar.

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Después, cuando inicié estudios en la Universidad de Camagüey, otros la trajeron de vuelta, por esa “manía” tan suya de dejar huellas en las personas. Esta vez, llegó en las memorias y las fotos de amigas con las que compartió los rigores y la alegría del "pre". Supe entonces, que había elegido andar los caminos de la Medicina.

Los años pasaron ligeros y hace unos pocos el destino nos puso en el mismo sitio; mientras yo transitaba por un momento difícil. La identifiqué de inmediato en medio de una sala del hospital pediátrico Mártires de Las Tunas, luciendo su bata blanca y estetoscopio en el cuello. Sentí que había hallado un oasis, y no me equivoqué; hasta hoy sigue siéndolo, y lo digo con gratitud y admiración.

Por eso no experimenté ni un ápice de asombro al enterarme que asistía a niños sospechosos de la Covid-19. Me confiesa que para ella tampoco representó una sorpresa la convocatoria. Y la respuesta le saltó muy rápido de los labios, aun cuando debía “ajustar” cuestiones vitales.

nena doctoraDesde hace siete años la pequeña Fernanda es el epicentro de su vida. Ahora en casa, la niña demanda muchas más atenciones y Jany cambia el descanso por un juego de muñecas o desempeña con paciencia el rol de maestra. No resulta sencillo permanecer lejos por un mes, pero la necesitan otros infantes. Lo sabe y eso la hace inmensamente feliz.

“Mi mamá tuvo que solicitar una licencia en el centro laboral para asumir el cuidado de Fernanda; un verdadero desafío en medio de la dureza del aislamiento y las teleclases”, me dice en justo reconocimiento a su progenitora.

SALA ADENTRO

Amanece y entra de prisa en el baño para deshacerse de la somnolencia e higienizar el cuerpo antes de forrarse de verde; es una suerte protocolar que los protege y a la vez ofrece seguridad a quienes están dentro. Allí, en la pequeña sala, un amasijo de sensaciones se le cuela en las entrañas. Pero no hay demasiado tiempo para pensar, y sí de actuar.

“Hasta el momento los ingresados aquí han resultado negativos a la Covid-19. Sin embargo, nos preparamos y atendemos como si lo fueran hasta que emiten el resultado. El tratamiento depende de la fase de evolución del paciente, es decir si son posibles enfermos o confirmados”.

“A los sospechosos se les realiza el test de diagnóstico rápido y el PCR entre el tercer y séptimo día de iniciados los síntomas. En ese momento se les indica vitaminas, ácido fólico, oseltamivir y la azitromicina. Si el infante tuviera una neumonía se trata con los medicamentos protocolizados; de existir una complicación por la Covid-19 usamos los demás antivirales”.

Me habla de la labor de las enfermeras que permanecen al lado de los pacientes la mayor parte de la jornada, y del personal de servicio. “Las auxiliares son sumamente importantes y a pesar del riesgo al que se exponen no renuncian a su trabajo. Ellas limpian la sala, así como otras tareas para que el lugar tenga una extremada higiene”.

La escucho y pienso en esas horas cruciales en las que está junto a los pequeños: ¿has sentido miedo? “Sí claro, todo el tiempo uno teme. Hay que estar atentos a que no se violen las reglas, porque es una enfermedad nueva para todos”.

Entonces, ¿por qué aceptar este desafío? “Un médico siempre tiene que dar el paso al frente; es nuestro deber. Gracias a mi Revolución tengo el título y lo menos que una puede hacer es cumplir ante el llamado”. La doctora Jany defiende su vocación solidaria y sobre todo ese amor que le inspiran los infantes.

“Me encantan los niños y entre más chicos, mejor. Siempre dije que iba a ser pediatra”. En ese instante, los recuerdos de la infancia le provocan las sonrisas y abraza los días en los que jugaba a ser doctora y recetaba medicinas a sus compañeros de aventuras.

Cuenta que la inspiración le llegó desde temprana edad. La madre era farmacéutica en su pueblo natal, allá en Omaja, y ella chica aún, debía acompañarla a las guardias al no tener quien la cuidara. Quizás para otro niño aquello pudo ser un castigo; para Jany fue una suerte de influencia que marcó su destino.
“Yo andaba pegada a los médicos y veía cómo atendían a los enfermos; eso, claramente, me motivó todavía más.

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Al culminar la faena, en otra área deja el traje verde y lo coloca dentro de un nailon para su desinfección. Una ducha antes de ponerse nuevos atuendos y por fin regresa al cuarto de descanso. Al siguiente día otro equipo irá al frente, mientras ella y los suyos recuperan las energías.

Sin embargo, la doctora Fernández también dirige el grupo, por lo que no puede desligarse del todo y en las jornadas de “respiros” se mantiene pendiente a los sucesos en la sala.

Aun así encuentra el espacio para comunicarse con la familia, y principalmente con Fernanda, quien desde su inocencia ya no encuentra qué inventarse para romper la añoranza por su mami. “Nos llamamos por teléfono y el otro día me dice: 'Mamá hoy no extraño tanto, porque me hago la idea de que estás de guardia, mañana voy a pensar que estás trabajando y pasado, que sigues en lo mismo. Mamá, yo creo que voy a morir echándote de menos'".

Pero Jany encuentra las palabras exactas para acurrucarla desde la distancia e impregnarle esa fuerza que adereza con una dulzura inigualable. En unas semanas Fer se sentirá feliz en los brazos de mamá, y con el tiempo el dolor de las ausencias se transformará en admiración y orgullo.

No es para menos, la muchachita de la que escuché hablar hace ya varios calendarios, la Jany cariñosa y perseverante, hoy es la especialista consagrada, mujer valiente y ángel de muchos niños. Tengo la seguridad de que no pudo elegir una mejor profesión, y ella también lo sabe.

“Te digo algo, si me dieran la oportunidad de escoger otra vez, sin dudarlo sería médico y pediatra. Son los infantes lo más preciado y protegido en una sociedad, de su salud depende el futuro. Por eso estoy aquí, por el bien de ellos”.

Allá va, con todas sus certezas y un puñado de sueños por cumplir.

 

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