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Las Tunas.- Oscar Vega Acosta tenía apenas 19 años de edad cuando lo mataron en Santo Domingo. Él fue de los cubanos que, enviados por Fidel Castro, llegaron hasta República Dominicana para luchar contra la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, en lo que constituye un capítulo poco difundido de la historia de Cuba. Era 1959.

Su deceso lo convirtió en el primer mártir internacionalista de esta comarca en revolución, epílogo de una existencia brevísima y hermosa. Gracias al testimonio de su hermano Manuel, 26 puede compartir razones con usted, augusto lector.

veguita111Veguita, como le decían todos, nació en un lugar impreciso de esta ciudad, un día de noviembre, hace ya más de ocho décadas. Transcurrían los tiempos duros en que los muchachos crecían temprano y la familia, pobre, como casi todas alrededor, peregrinaba de un alquiler a otro para que no faltara el techo. Era el mayor de tres hermanos.

Un día plantaron en firme en una casa de tablas y guano, en lo que es ahora la calle Tristá, en el emblemático Paso Marañón. La morada se les volvió hogar y todavía cobija, ya reconstruida, a la parte de esa prole que queda entre nosotros. Y allí creció Veguita, correteando con los otros muchachos y llenándose de fango tras los aguaceros.

La madre lo enseñó a leer y a escribir y hasta pudo ir a la Academia Regil, que era como hacer el Bachillerato antes. Se ganaba 10.00 pesos cada mes trabajando fuerte en la farmacia Carbonell y aquello, aunque no alcanzaba para mucho, ayudaba a paliar la enorme necesidad de la casa.

Después se fue a hacer radiecitos con piedra de galena en la Weston y andaba con aquella noviecita a la que visitaba en la calle Colón, sin perder la manía de acomplejarse por ser tan flaco, pero tan flaco, que no se quitaba la camisa delante de nadie por nada de este mundo, qué va. La familia, quizás por los constantes dilemas de la cotidianidad, tardó en darse cuenta de que el muchacho andaba enredado en todo eso de la Revolución y el M-26-7.

“Mi hermano entró a la logia y se vinculó con otros compañeros. Llegó a meterse por aquí en una célula del 26 de Julio. En una ocasión los guardias vinieron de madrugada a la casa y casi rompieron a culetazos la puerta. Revolvieron todo. Mi mamá se montó en el yipi con la policía y se fue con ellos, para que no se lo llevaran solo. Todo el mundo sabía que el que se montaba solo en uno de esos carros podía amanecer muerto en cualquier alcantarilla.historia

“Fueron a dar al antiguo cuartel de la policía (donde ahora es el CAM). Ahí los interrogaron y le dieron muchos golpes. Mi mamá salió y a él lo trasladaron al Vivac de Holguín. Allá fui y conocí a familiares de otros presos. Les hicieron juicios y los soltaron. Salió libre, pero seguro de que se tenía que ir de Las Tunas porque ya lo habían fichado.

“Entonces se marchó para la casa de unos tíos por allá por Guaramanao. Recuerdo que todo fue con mucho sigilo para que no lo viera nadie. Había un compañero de él, un negrito de apellido Martínez, que no tenía a dónde ir y se lo llevó con él, para cuidarle la vida.

“En ese lugar comenzaron a prepararse con armas. Ellos y un grupo de muchachos también jóvenes que vivían por esa zona. La casa de mi tío se volvió casi una industria de hacer armas y todo eso. Entonces llegó la Huelga de Abril. Hicieron algunas actividades de apoyo, pero todo fracasó.

“Se fue después para La Habana y luego vino para la casa de los Cordero, porque Abelardo Cordero era el responsable de una célula. Se enroló en el grupo de Otto Muster y comenzó su guerra armada, lo mismo en Maniabón, que en la batalla por la liberación de Puerto Padre”.

Cuando la Revolución triunfó, ya Veguita, con sus 19 años era primer teniente, lo había logrado bajo el mando de Delio Gómez Ochoa, en el IV Frente Oriental Simón Bolívar.

Las visitas a la casa materna, siempre abierta para él, eran un lujo para la familia. Veguita todo el tiempo andaba apurado, trabajando. La última vez que lo vieron fue la noche del 8 de junio, durmió con los suyos. Al otro día se despidió y se fue de viaje, como si nada. Comenzó a pasar el tiempo y no daba noticias. Pasaron meses, y nada.

"Nosotros sabíamos que él había estado en Venezuela y nos dio por pensar que estaba otra vez viajando al extranjero. Lo hicimos casi por instinto, sin saber nada. Hasta que un día, un hermano de Otto Muster, que fue compañero de él en la guerra, me dijo que ellos se habían ido para Santo Domingo. Y me dio un poco de información sobre eso, pero no mucha, porque no se sabía nada.

“Mi mamá, incluso, llegó a viajar a La Habana. Había un comité allá que tenía, más o menos, un poco de claridad. Le escribió también a Celia Sánchez y ella le contestó. Mas la certeza de la muerte, la noticia, la tuvimos en los primeros meses del año 60. Ellos se habían ido del país desde el 14 de junio. Y tampoco supimos de qué manera, en qué forma.

libro“La verdad completa la conocimos a través del libro La victoria de los caídos, de la autoría de Delio Gómez Ochoa, que sí es muy claro en todo eso. Pero fíjate tú cuánto tiempo después.

“Una hermana por parte de padre consiguió con un dominicano que le sacara una foto de un obelisco que les hicieron allá a los mártires del 14 de junio, que es como los conocen. Tiraron fotos de los nichos, ahí están los nombres. Donde está el nombre de él hay como cuatro más. Después, leyendo el libro, entendí que los habían puesto en fosas comunes”.

La familia quedó devastada. Eran muy unidos y nunca, pero nunca, se prepara el amor filial para un golpe demoledor como ese, la muerte, a los 19 años. Porque Veguita formó parte de la vanguardia de 22 cubanos que llegó al aeropuerto de Constanza en el mismo año de la Revolución triunfante, a las órdenes del comandante dominicano Enrique Jiménez Moya.

Los expedicionarios fueron delatados y tras la fuerte persecución del ejército trujillista, la mayoría murió en combate o asesinados. Veguita es uno de los muchos hombres que han dado la vida, desde el anonimato, por una causa que no apuesta solo por la libertad de Cuba, sino por la defensa de los derechos de todo un continente.

La historia de este muchacho valiente ojalá lo anime, entrañable lector, a ahondar en estos resortes,a leer y dignificar su nombre ante la historia por estos lares y en toda Cuba.