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Las Tunas.- Detrás de la cinta amarilla, que restringió el movimiento de los residentes en los edificios 12 y 13 del reparto Buena Vista, nacieron historias al calor de los miedos, la incertidumbre y también de los gestos solidarios en días de ineludible encierro. Desde los balcones se esparcieron afectos y frases alentadoras con la jovialidad propia de nuestra gente.

“No ha sido fácil”, confiesa con las emociones aún tibias Luisa Elena Rivera, una de las habitantes del lugar. Hace casi una semana, el diagnóstico de vecinos positivos a la Covid-19, les cambió las rutinas a todos allí, y más que eso, el temor se escurrió por debajo de las puertas y entonces sí, la enfermedad se hizo una realidad demasiado cercana.

Me cuenta que el martes llegó a casa pasadas las 7:30 de la noche tras una extenuante jornada laboral. Sin apenas pisar el primer escalón de la escalera, alguien la interceptó para darle la noticia que la mantuvo en vilo gran parte de la noche.

Al día siguiente amaneció más temprano que de costumbre y en medio de un silencio raro se respiraba la tensión; pero aquello era solo el comienzo. Vieron llegar al personal de Salud, vistiendo los trajes verdes, mascarillas y caretas; una visión que no les resultaba ajena, mas nunca tan próxima. Fueron llamados uno por uno para tomarles la muestra de PCR sin descuidar los protocolos sanitarios.luisa

Más tarde, un cordón amarillo los dejaría “acorralados”, con unas cuantas preocupaciones que, aunque compartidas pesaron un poco menos, no dejaban de tener un “sabor amargo”.

“Cuando vi que cerraron la cuadra me dio una opresión en el pecho y hasta ganas de llorar. Esa fue la confirmación de que estaríamos en cuarentena sin poder salir. Después de ese impacto tuvimos que asumir nuestra situación”. 

EN ZONA ROJA

A esas horas, a Evaristo Guerra Peña le vino el mundo encima. Él, que a sus 72 años de edad no deja de sorprender por su vitalidad, aquel encierro fue un verdadero suplicio. Mirar a lo lejos a quienes del otro lado de la cinta les acercaban las provisiones, y no poder hacer nada, lo hizo sentir enjaulado.

Para Antonio Espinosa Cutiño, de 80 años, no resultó menos complicado. Le gusta salir en las mañanas, ir a comprar el pan, sentarse a conversar en los bajos del edificio y visitar a su hijo que vive cerca de allí. Debió conformarse con escuchar las voces que “saltaban” de un lado a otro, y responder a los saludos desde la distancia.

Muy cerca, Luz Virgen Suárez también enfrentó sus propios desafíos. Tiene a su cargo al bisnieto, un niño vivaracho de 7 años, pues su nieta cumple misión en Venezuela. Tuvo que ingeniárselas para mantenerlo entretenido entre “cuatro paredes”, pero ambos se adaptaron bien y siguieron con disciplina las indicaciones.

Los más jóvenes, como Andy Daniel, encontraron una salida al aislamiento a través de las redes sociales, pero cuenta que experimentó en carne propia el miedo de poder estar contagiado con el virus. “Sabemos que es una enfermedad que nos puede causar la muerte y nunca había vivido algo similar”.

A pesar de la distancia, estos vecinos de la calle Agustín Cebreco, en el populoso reparto, estuvieron muy unidos. Quizás por esa solidaridad “congénita” de los tuneros no faltaron las muestras de apoyo, y ese confinamiento no se tradujo, ni por asomo, en un abandono. 

Desde el primer momento, el delegado, Alexis Ochoa, les propuso a los residentes seleccionar a una persona responsable de buscar los productos esenciales, comercializados por la libreta de abastecimiento. Luego se dieron respuestas a otras necesidades, según las individualidades.

zona cuarente abuenavistaTrabajadores del Inder traían los suministros hasta el punto que señalaba la zona de riesgo. Ellos desconocían a quiénes iba dirigido aquel alimento, pero extendían sus manos con la certeza de que hacían el bien; una obra altruista que merece también el reconocimiento. “No nos sentimos solos en ningún momento e, incluso, nos llevaron pan, palitroque, paniqueque, helado, refresco, sirope, viandas, hortalizas, especias…", agradece Luisa Rivero.

Igualmente reconoce la labor incansable del personal sanitario. Cada mañana emprendían el recorrido casa a casa e indagaban sobre el estado de salud de los moradores, siempre bien protegidos. En ese ir y venir regalaron palabras de aliento y consejos oportunos para que cada quien, desde su sitio, construyera una verdadera trinchera contra el coronavirus.

PARA QUE DESAPAREZCAN LAS CINTAS AMARILLAS

De un tiempo a la fecha, muchos tuneros han quedado confinados tras esa línea divisoria que intenta marcar aquellos sitios en los que se ha colado el virus SARS-CoV-2. El alza de casos positivos marca el peor escenario vivido por estos lares desde que asomara la enfermedad en el territorio nacional, en marzo del 2020.

El peligro de una transmisión se extiende por toda la provincia sin que ello alcance para cortar la indisciplina de quienes usan de manera inadecuada el nasobuco e irrespetan el necesario distanciamiento físico. No bastan las medidas adoptadas por las autoridades gubernamentales si no existe una conciencia individual; “pensar en lo que puedo hacer yo para evitar la enfermedad, sin enfocarme tanto en el de al lado”. Así refería recientemente la epidemióloga Diamela Moreno Varela.

Aunque un solo confirmado ha de ser motivo de preocupación, está claro que el incremento de los números de abril enciende todas las alarmas. En los primeros 17 días se diagnosticaron 151 casos, cifra superior a igual período de marzo, el peor mes de la pandemia aquí, e, incluso, sobrepasó a los contabilizados en todo enero y febrero.

La circulación de la variante sudafricana en esta localidad supone mayores desafíos por su alta transmisibilidad. Y las estadísticas ya evidencian los efectos en esta parte de la geografía cubana con el ascenso de los confirmados y el reporte de un nuevo fallecido.zonaroja pesquisa

Actualmente se mantienen en vigilancia 40 focos; de ellos 29 son de la capital provincial, dos del municipio de Manatí, uno de Puerto Padre, cinco de Jobabo, dos de "Colombia" y uno de "Amancio". Cortar el rebrote de la enfermedad no dependerá de la buena suerte; sino de la actuación responsable de cada ciudadano.

***

La resistencia a permanecer aislados que al principio mostraron algunos vecinos de la calle Agustín Cebreco se disipó ante las razones; el joven del cuarto piso comprendió que lo mejor para la esposa, ingresada en un Hogar Materno, y para toda su familia, era acatar la medida; el viejo Antonio sopesó los riesgos y empezó a buscar motivos dentro de sus paredes. Evaristo, por su parte, se detuvo a admirar el gesto de aquellos muchachos, y se sintió bien servido.

Luisa terminó haciendo lo que más le gusta: informar al pueblo. El confinamiento no le impidió realizar su trabajo gracias a las nuevas tecnologías; y la audiencia de Radio Victoria escuchó, invariablemente, sus reportes periodísticos.

Todos allí encontraron la manera de escapar de las horas de soledad y desde los balcones compartieron anécdotas y también la alegría de cada diagnóstico negativo; la misma que se multiplicó cuando vieron caer la cinta amarilla.

Comentarios   

Wendy
# Wendy 20-04-2021 12:00
Desde los balcones??? Con tanta gente caminando en el interior de la zona con la cinta amarilla, no me parece..... Yo lo ví, la cola para las compras.
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