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"Colombia", Las Tunas.- Mixiz era apenas una muchacha cuando cruzó por primera vez las puertas del ingenio, casi cuatro décadas atrás. No sabe a ciencia cierta cómo el coloso se volvió el "abrevadero" desde donde echó a andar la mayoría de los proyectos que le crecieron en el camino a la adultez. Lo cierto es que los azares no quisieron que se enrumbara nuevamente hacia su lugar natal, Minas, allá en la provincia de Camagüey, y ahora "Colombia" es tan suya como la familia que hoy la ata al terruño.

Desde sus palabras transpira una lealtad probada hacia el central y su gente. El suyo no es un rostro anacrónico dentro de la amplia concurrencia masculina, la técnica especialista A en Mantenimiento es clave en el engranaje que mantiene vital a la mayor fábrica de la localidad. Allá dentro, con el sonido ensordecedor de las máquinas, ella se siente como pez en el agua; incluso, asegura, que hay allí una paz que difícilmente encuentra en otros sitios.

“Nunca creí que las mujeres estábamos signadas a convertirnos en amas de casa, aunque eso lo había visto mucho a mi alrededor. Yo sabía que se podía tener una familia sin sacrificar los sueños propios, que en ese medio de realización personal sería más bonito compartir la vida. Y tenía razón.
“Me decidí por la Ingeniería Química Azucarera, imagínate, era seguro que me iba a pasar la mayor parte del tiempo en un ingenio. Me casé en la Universidad y vine a 'Colombia' con mi esposo, sin conocer a nadie. Recién graduada entré por esas mismas puertas y espero retirarme cuando ya no pueda caminar.

“Comencé como técnica en Purificación, luego de Evaporación y también de Centrifugación. He pasado por muchas áreas de trabajo y una va aprendiendo cosas no solo del ingenio, también de la vida. Fui la primera química del laboratorio, y te puedo asegurar que el compromiso se hace tan grande que lo sientes de manera casi física sobre la espalda; pero en vez de paralizarte te impulsa.

“Tengo dos hijos que ahora son hombres y gracias a Dios también ingenieros, aunque no heredaron la adicción por los centrales. Cuando eran pequeños las rutinas aquí complicaron mucho las cosas. Aunque su padre y yo compartíamos los quehaceres, había veces que me mandaban a buscar porque alguno estaba enfermo y yo tenía responsabilidades que debía posponer.

“No ha sido sencillo, se sacrifica mucho y quien más lo siente es la familia, los niños. Hubo veces que estuve hasta 40 horas en la fábrica por problemas puntuales que teníamos que resolver de inmediato. Aquí en tiempo de zafra no se para y el compromiso es más grande que una misma. Recuerdo en una ocasión que tuve que mandar a pedir ropa limpia prestada, porque ya no aguantaba mis propios hedores y no podía ir a mi casa.

“¿Qué decirte? Si alguien te cuenta que es sencillo te miente. El trabajo de una azucarera es duro, sin límites de horarios, pero una termina adaptándose y acomoda los quehaceres de la casa a sus posibilidades y conversa con sus hijos de noche y les da cariño de más, porque siente que se le escapa el tiempo. Y también te desvela el cargo de conciencia por las noches y quisieras poder multiplicarte.

“Hay anécdotas que no se borran nunca. Recuerdo que en una ocasión por una situación coyuntural me pusieron frente al área de Fabricación y tuve la “suerte” de que llegara una visita de improvisto. La persona que venía al frente me dijo que tenía la peor inocuidad del país, eso me tiró por el suelo, ni intenté justificarme.

“Le metí mano al asunto con la ayuda de los trabajadores, que debo decir que son de los mayores privilegios del central. Buscamos los recursos por nuestros medios, salimos con carretillas por el barrio, trajimos arena del río..., en unos días echamos todos los pisos. Cuando regresó la misma visita me dijo que habíamos pasado de la retaguardia a la vanguardia. Esas pequeñeces te enamoran más de tu trabajo, te dicen que estás en el lugar correcto.

“Te digo que mi área preferida es la de Fabricación. Aquí hay como una magia que tienes que descubrir para bien o para mal. Las dinámicas son muy cambiantes. Hay días en los que el jugo no clarifica y no se debe siempre a las mismas causas. A veces es porque la caña es vieja, en fin, tienes que investigar y con rapidez".

Mixiz García me cuenta que en el central le ha pasado de todo. Tiene un brillo especial cuando se pierde en las remembranzas del pasado. Y ella que conoce cada recoveco del "Colombia" asegura que el ingenio no se siente la zafra, que tiene capacidad para moler mucho más y es una lástima que no haya caña suficiente.

“Antes, la zafra se vivía diferente, era un movimiento de pueblo. Todo el mundo la sembraba, ahora la gente tiene otras motivaciones, lo ven como algo ajeno, no entienden que este central puede mejorar la vida de la comunidad y devolver el esplendor de otros años. Duele que el ingenio no muela a tope, por lo menos a mí”.

La ingeniera ha tenido más de una responsabilidad robándole el sueño. Estuvo en la República Bolivariana de Venezuela como asesora y dice que desde allá todavía la consultan sobre cuestiones importantes. Ella siempre tiene tiempo para responder correos y hacer recomendaciones.

Mixiz tiene con el central Colombia un nexo especial, toda su vida está matizada con el olor a melaza. Me dice que el amor la llevó allí y ahora parece que la ha abandonado, pero asegura que el ritmo del coloso cura todas las heridas, no hay tiempo para las angustias. “Cada zafra es como un hijo chico que una cuida y solo espera que se vuelva grande, que sea mejor que el anterior”.