repasosLa Habana.- Una práctica de los últimos años que parece haber echado raíces. El llamado es a que maestros y padres desempeñen cada uno el rol que les corresponde, con amor, dedicación y apego al sentido del deber.

Desde la ventana de su casa escucha todos los días la misma "sinfonía": M con A, Ma; P con E, Pe. Una de sus vecinas repasa a los niños del barrio, mientras ella una y otra vez se hace la misma pregunta: ¿Por qué los padres no asumen esta actividad con sus hijos?

"No concibo que haya necesidad de pagar repasadores; mucho menos en los primeros grados, donde la familia puede y debe ayudar a realizar las tareas. Todo pasa por la comodidad; es una especie de moda, 'lo hace el otro y yo tengo que hacerlo para estar a la altura de los demás'".

Lo anterior lo narró Adalina a propósito del tema, una mujer que, según confesó, jamás acudió a esta práctica con su hija, pues ella y su esposo asumieron la responsabilidad de acompañar a la niña en sus deberes escolares, que por demás era muy estudiosa.

Adalina tiene otras reservas: "Me preocupa que acostumbran a los pequeños a tener ayuda para realizar sus deberes aun cuando no lo necesiten, limitando su capacidad de análisis e interpretación, además de recargarlos demasiado en esta primera etapa educativa violando sus horarios de juego y descanso".

Los repasadores surgieron hace algunos años, a partir de los problemas con la cobertura docente que propició la formación emergente de maestros, alternativa que asumió el Ministerio de Educación (Mined). Por ese entonces, cientos de miles de jóvenes vinieron desde otras provincias a La Habana donde se formaron como profesores generales integrales, los llamados PGI.

La situación económica de los 90, propiciada por la caída del campo socialista, la aparición del Período Especial y el recrudecimiento del bloqueo estadounidense contra nuestro país, provocó la emigración de docentes hacia otros sectores de mayor remuneración. La formación emergente (PGI) contribuyó a resolver la situación del completamiento de los claustros, especialmente en la Secundaria Básica. Pero también, entre otros factores, incidió en la calidad de esta enseñanza, por lo que muchos padres comenzaron a considerar la necesidad de los llamados repasadores, quienes -al parecer- han llegado para quedarse.

Para unos SÍ, para otros NO

Hace unos meses, precisamente en un transporte para trabajadores de Etecsa, una señora le decía a otra a viva voz: "Yo me quité ese problema de encima, pues le pago a la propia maestra de la niña para que después de las clases la ayude a realizar las tareas. ¡Cuando llego no tengo tiempo para nada!".

Confieso que en aquel momento me quedé atónita con esas palabras, sobre todo porque las mujeres que participaban de la conversación no manifestaron una opinión diferente.

Varios son los criterios que existen sobre el tema. Como es de suponer, algunos consideran necesaria e imprescindible esta figura -recogida como actividad número 56 en la Gaceta Oficial (extraordinaria) publicada en julio de 2018-, en tanto otros no confían en su utilidad.

Tanto en uno como en otro caso no puede perderse de vista la experiencia de vida de cada cual, pues no todos los centros educacionales y los maestros cumplen sus deberes según lo establecido. Ahí está el caso de la trabajadora de Etecsa, de quienes "cobran" por algo que forma parte de su contenido, como los maestros que repasan a sus alumnos en la propia escuela, luego de la jornada laboral.

Yamila Gil, madre de un adolescente que cursa séptimo grado en la secundaria básica Héroes de Yaguajay, en el municipio de Arroyo Naranjo, de La Habana, considera que "si los niños tienen un profesor bien preparado no hay por qué contar con un repasador".

Opinó que un verdadero docente debe impartir clases de calidad, es decir, para los alumnos más, o menos aventajados. En el caso de estos últimos debe dedicarles mayor tiempo y una atención diferenciada.

Por su parte, Gabriela, madre de dos pequeños que estudian en la escuela primaria Abel Santamaría, en el Vedado, subrayó: "Mis niños han tenido maestras buenas, regulares y deficientes, pero por varias razones nunca he valorado esta opción. Quizás por prejuicios, soy de una época en que los repasadores eran para los muchachos de padres despreocupados o con dificultades en el aprendizaje.

"Considero que el horario de la escuela y el de las tareas en la casa es el preciso para que los niños tengan un aprovechamiento docente. Atiborrarlos más es contraproducente, pues después que llegan a casa todavía tienen tareas por hacer. Por otro lado, como madre nada sustituye mi atención, acción y apoyo en las tareas escolares y la adecuada relación con las maestras".

Silvia, más que repasadora, una educadora consagrada

En el reparto Poey, en Arroyo Naranjo, hace muchísimos años que la maestra Silvia, así se le conoce -aunque su nombre completo es Silvia Edelmira Calderón Alfonso- se dedica a repasar. Lo hace desde el 2010 en la asignatura de Español-Literatura, a la cual le dedicó todos sus años de labor profesional.

Explicó que desde esa fecha paga la licencia y se mantiene al día en el pago a la ONAT, lo que considera de suma importancia. "Comencé a repasar desde que me jubilé, pues me gusta enseñar y ayudar a quienes presentan dificultades. Además, es un entretenimiento, aprendo lo nuevo, estoy actualizada en los contenidos, y es una ayuda monetaria, pues la pensión no alcanza".

Al evaluar estos años de trabajo en su propio hogar, expresó que han sido de utilidad para los estudiantes porque han mejorado en los contenidos y alcanzado buenos resultados académicos.

En el caso particular de su materia -una de las tres asignaturas que forman parte de los exámenes de ingreso, tanto para la Educación Superior, como para los Institutos Preuniversitarios Vocacionales de Ciencias Exactas (Ipvce)- la maestra evaluó que las deficiencias se centran en que una gran mayoría de educandos no la consideran importante, a pesar de que se trata de la Lengua materna; no dominan la lectura, fundamentalmente la oral y la expresiva; tienen pobreza de vocabulario (como consecuencia de lo anterior); presentan graves errores y falta de dominio de las reglas ortográficas; no comprenden los textos, se limitan a memorizarlos y no saben identificar las ideas centrales.

Las maestras dicen...

La maestra Mady, de la escuela primaria Abel Santamaría, es del criterio que los padres acuden a los repasadores en dependencia de si ellos pueden asumir o no la enseñanza de los hijos.

En la escuela hay un programa que cumplir, se les imparten buenas clases, pero hay que sistematizar los conocimientos en la casa, y no solo me refiero a los de la Enseñanza Primaria. De nada vale que el niño, el joven, el adolescente, reciban el contenido en la escuela y en la casa no lo repasen, agregó.

Por otra parte, Amada, de ese propio centro, aseguró que cuando el docente cumple lo establecido, trabaja sobe la base del diagnóstico, hace actividades diferenciadas, según lo que corresponde, y labora las dos sesiones, entonces no hay necesidad de acudir a los repasadores.

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¡Una buena clase es insustituible! Esta maestra de la escuela primaria Rafael María de Mendive les habla a los niños de Martí y ellos quedan embelesados con sus palabras.

"Los padres se han acomodado, algunos tienen mucho trabajo y prefieren que cuando el hijo llegue al hogar ya tenga las tareas y los trabajos de clase hechos.

"Hay repasadores que son maestros y otros que no lo son, estos en vez de ayudar perjudican al alumno, porque tienen un método, explican a su manera, y no se desempeñan como la maestra del aula, y ahí sobrevienen los problemas. También hay profesores jubilados, que lo hacen bien".

¿Punto final?

En un asunto complejo como este, con tanta variedad de matices, resulta difícil decir la última palabra. Ahora bien, el asunto de los repasadores implica responder algunas interrogantes.

¿Quiénes lo hacen poseen los conocimientos requeridos y actualizados para cada enseñanza? ¿Realizan esta actividad de forma legal, conscientes de su trascendencia? ¿Qué papel desempeñan las direcciones de las escuelas y los colectivos pedagógicos en cuanto a la calidad del proceso docente-educativo? ¿Se cumplen los horarios y la doble sesión en todos los centros?

Por otra parte, en cuanto a la familia los argumentos de las maestras son ciertos. Hoy muchos padres dejan a un lado sus deberes y "descansan" en esta figura las obligaciones para con los hijos. La satisfacción de las necesidades materiales de la descendencia se coloca por encima de otros roles, como el de la labor educativa en sentido general.

Madres y padres se desviven por complacer a los hijos en cuanto a bienes materiales, pero dejan en un segundo plano la comunicación afectiva, diaria, sistemática, que incluye, por supuesto, acompañarlos en los deberes escolares, NO haciendo las tareas que a los pequeños corresponde, sino propiciando la ayuda y colaboración que ellos necesitan.

En este sentido, Amada subrayó: "Es fundamental que la familia esté atenta a lo que el niño recibe en la escuela. Yo nunca tuve repasadores y mi mamá solo tenía el sexto grado vencido, pero ella no dejaba pasar un día por alto, revisaba mis libretas, sabía lo que yo recibía en el aula. Hoy los padres se desentienden, y cuando el pequeño llega a la casa con la tarea hecha piensan que no tienen que ver con eso.

En el municipio avileño de Baraguá, Idalmis Rosa Mendoza del Moro, docente de la filial universitaria en la Licenciatura de Educación Primaria, subrayó que el papel del maestro o profesor dentro del aula es insustituible. "Su principal encargo social es la formación integral del alumno, sobre todo la dirección del proceso de enseñanza-aprendizaje del nivel educativo donde se desempeña, lo cual no exime a la familia de su importante papel en la educación de los hijos. Su apoyo constante en el aprendizaje de los mismos, hace posible que se estimulen y se motiven por aprender cada día más, no solo desde la Primera Infancia, sino hasta los estudios universitarios.

"Hoy nuestras instituciones educativas poseen claustros bien preparados para enfrentar con calidad y eficiencia esta labor educativa", enfatizó.

La profesora Silvia comentó que en educación todo guarda una relación estrecha, y al responder una interrogante acerca de las debilidades de la escuela cubana actual respondió:

"Deficiente preparación para impartir los conocimientos por parte de algunos profesores (no todos); poca ayuda de la familia en cuanto a velar por la asistencia y aprovechamiento del horario de clases; desinterés de los alumnos por el estudio (tienden a memorizar las notas de clases, no leen lo que se les orienta, no estudian por los libros de textos); irrespeto hacia los educadores, más cuando son personas de la tercera edad, y pérdida de valores, tales como honestidad, solidaridad, entre otros".

Por ahí andan las cosas. Si bien es cierto que en algunos centros hay dificultades con la calidad de las clases y el actuar de los maestros, en la gran mayoría no ocurre de esta manera.

Lo primero es tomar conciencia de que la casa, el hogar, la familia, es el núcleo fundamental, el espacio donde el niño crece y se desenvuelve con total soltura. Y no hay que ser académico, ni poseer nivel universitario, para ayudar a los hijos en las tareas escolares. Hoy existen niños, jóvenes y adolescentes que han egresado de las universidades sin haber acudido a los repasadores. El estudio consciente, la adecuada utilización de los libros de texto y el acompañamiento de maestros y padres en el arduo camino de adquisición de saberes resultan imprescindibles.

Ahora me vienen a la mente las palabras del destacado profesor Horacio Díaz Pendás, del Mined, quien en relación con las pruebas de ingreso a la Educación Superior en la asignatura de Historia de Cuba afirma que solamente "leyendo y estudiando el libro de texto" se vence la materia. Sin embargo, conocemos cuántas personas han pagado repasadores, por un contenido que solo implica la lectura consciente.

Como dije al principio, en el tema confluyen varias aristas, por lo cual volveremos sobre este, quizás haciendo énfasis en otras enseñanzas, donde los precios de los repasadores verdaderamente acaban con el bolsillo de cualquier cubano.

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