
Las Tunas.- Se jugaba en Manatí un partido del Campeonato Nacional 1967-1968, entre los locales y La Habana, el marcador estaba empatado a un gol, cuando Juan Martínez Cuesta, emblemático económico de la comarca, cronómetro en mano, se volvió hacia el árbitro Cristóbal Martínez y le dijo: “Esto se acabó ya”. El silbante hizo caso omiso a la indicación de quien era respetado por su precisión en el registro del tiempo de cada juego, y dejó seguir las acciones.
Para estupor general, instantes después, Martínez pitó una falta cerca del área de los manatienses, cobrada por el habanero Doreste Pérez con un impecable tiro libre pegado al poste imposible de atajar para el cancerbero Brígido Ochoa. La acción colmó la paciencia del público presente que invadió la cancha con claras intenciones de agredir al árbitro, ante lo que interpretaban como una flagrante decisión en contra del once local.
Cristóbal Martínez puso pies en polvorosa y fue a refugiarse a la casa de Desiderio (Yeyo) Barroso Gutiérrez. Pero ni allí se sintió seguro, pues la iracunda multitud rodeó la modesta vivienda con la idea de prenderle fuego; mientras otro grupo de fanáticos quería arriar nuestra enseña nacional en el estadio y tomarse la justicia contra su atemorizado paisano. Afortunadamente, la intervención de las fuerzas del orden público disuadió a unos y otros de cometer semejante barbaridad.
Una docena de años después, muchos de los jugadores que tomaron parte en aquel tenso partido retornaron a Manatí para celebrar un encuentro de veteranos. Invitaron a Cristóbal Martínez, quien en un primer momento se mostró reticente ante una propuesta que implicaba, en cierto modo, recordar hechos traumáticos para él.
Finalmente accedió, y cuál no sería su sorpresa cuando fue recibido entre abrazos y aplausos; y el árbitro asistente de línea, Evelio Morejón, le obsequió una sortija que había sido su anillo de compromiso. La jornada transcurrió con normalidad, no sin que alguien evocara ya con un sentido menos dramático la frase escuchada 12 años antes: “¡Bajen la bandera para ahorcar al árbitro!”.