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balon made in lamberto

Las Tunas.- Lamberto Herrera será recordado por su pueblo como un hombre que se adelantó a su época, por ser de los mejores jugadores y entrenadores de fútbol en Manatí y la antigua provincia de Oriente, por su constancia y visión hacia el más universal de los deportes; pero, a la vez, por sus ocurrencias.

Estando contratado por el equipo Juventud de Camagüey, Lamberto, que también hacía balones de cuero, les ofreció uno a los integrantes de su club, quienes, dicho sea de paso, eran mayoritariamente emigrantes españoles. Sin embargo, a sus compañeros en la cancha no les hizo mucha gracia usarlo y lo rechazaron, quizás por su aspecto un tanto artesanal y su presentación rudimentaria.

Lamberto tomó nota del mensaje. Obviamente sus bolsillos no estaban como para gastarse un dineral en un producto “de marca”, como diríamos hoy. Regresó a Manatí determinado a hacer de su balón algo mucho más atractivo a los ojos de sus potenciales clientes.

Así que tomó la pelota y la pintó con tinta y betún avellanado y negro. Con paciencia y cepillo de limpiabotas en mano, le dio brillo cual si se tratara de su par de zapatos para los paseos dominicales. Luego le untó un poco de sebo de carnero.

En la tienda del batey obtuvo una caja de cierto tipo de bombillas eléctricas que se vendían en ese entonces, y finalmente la envolvió en un papel fabricado en específico para proteger mercancías de alta calidad.

Al siguiente fin de semana, Lamberto regresó a la Ciudad de los Tinajones y mostró su esférica completamente “nueva”. Más tarde, uno de los preparadores más longevos del fútbol en Cuba, el manatiense José Ramón Domínguez Zayas-Bazán, familiar de la esposa de Herrera, contaría cómo se jugó sin ninguna queja todo el partido con aquel “reluciente” implemento, cuando en realidad los quisquillosos ibéricos tenían entre sus pies al mismo balón “made in Lamberto”.