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leyanis perez

El atletismo cubano salió de Tokio con un saldo que merece celebrarse: el oro de Leyanis Pérez, los bronces de Silinda Morales y Lázaro Martínez, y seis finalistas que colocaron a Cuba en el puesto 16 tanto del medallero como de la tabla de puntos, con 32 unidades. Un balance cuantitativamente mejor que el de Budapest 2023 (una plata, dos bronces, 27 puntos y siete finalistas). Y cualitativamente, también.

Los atletas que compitieron bajo la bandera de la Federación Cubana de Atletismo rubricaron seis marcas de temporada, dos récords nacionales y cuatro marcas personales. En general, estuvieron cerca de sus mejores registros del año y, además, transmitieron otra vibra: distinta, luminosa. Pese a no verlo en televisión -y eso no se olvidará fácilmente-, el Mundial tuvo la capacidad de arrancarnos sonrisas. Y eso, en tiempos agrestes, vale demasiado.

En un análisis más detallado, el grupo se divide en dos: quienes se prepararon en Europa, con la ventaja de planificar para rendir en el instante clave, y los que lo hicieron en La Habana, para quienes el Mundial fue más una consecuencia que una meta planificada.

Ahora no se trata de fustigar con comparaciones, marcadas siempre por matices y subjetividades, sino de reconocer potencialidades y convertirlas en oportunidades. Esa es la base para ampliar resultados y soñar con los próximos ciclos. Porque lo tangible de esta actuación está claro: los muchachos cumplieron. Ahora el desafío es transformar ese mérito en condiciones reales para que puedan hacerlo aún mejor.

Tokio 2025 será recordado por muchas razones: el adiós de Shelly-Ann Fraser-Pryce, el triple oro de Melissa Jefferson, la caída de los registros de Jarmila Kratochvílová, la épica de los 800 metros (m) y la final exultante de los 400 m femeninos. Fue otro capítulo majestuoso del reinado de Duplantis, el baile de Botswana en la vuelta al óvalo y el regreso de Kenia, cuyas mujeres barrieron con el oro desde los 800 m hasta la maratón, incluyendo los tres mil metros con obstáculos. El Mundial de los photofinish impensados, de Marta Pérez, de Sydney McLaughlin-Levrone y de Noah Lyles.

Para Cuba, será el Mundial de la consagración de Leyanis Pérez, campeona por derecho en el triple salto; el de Roxana Gómez, con ese récord nacional de 49,48 en los 400 m que dejó atrás la histórica marca de Ana Fidelia Quirot en La Habana 1991; el del debut de fondo en pista con Anisleidis Ochoa firmando récord nacional en cinco mil metros lisos; el de Silinda Morales, de Mario Díaz, y de la célebre declaración de “principios de superación” de Lázaro Martínez. También será inolvidable para un muchacho de 18 años, Jorge Hodelín, saltando largo en la mayor vitrina del planeta, y para tantos entrenadores cubanos que dejaron huellas en los cuatro confines del mundo. Un Mundial, en fin, bonito.

El atletismo mundial cambió radicalmente con Sebastian Coe. Ya no existen mínimas A y B; hoy solo hay una marca de acceso, cada vez más dura, y un ranking que obliga a competir todo el año con inteligencia, planificación y recursos. Si queremos trascender, el evento más importante del año no puede ser una consecuencia: tiene que ser una proyección.

Este resultado debe verse en su justa medida: un paso firme que destierra los fantasmas de Oregón 2022, cuando nos fuimos sin medallas, y un llamado a reenfocar y construir desde la constancia, no solo desde el talento natural que aflora por sí mismo.

Para el atletismo cubano, 2025 es un año para creer. Además de lo hecho en Tokio, en los Juegos Panamericanos Junior de Asunción Cuba dominó con ocho oros, tres platas y dos bronces, asegurando plazas para Lima 2027.

Así, cuando repasamos lo hecho en esta temporada de mundiales y miramos los resultados del deporte cubano en la arena internacional, queda claro que el atletismo tiene credenciales sólidas para erigirse como el deporte del año en Cuba, algo que no ocurría desde hace mucho tiempo. Pero, ojo: que la euforia no nos nuble. Hay que celebrar, sí, pero también trabajar para que esta luz no sea un destello pasajero, sino el inicio de un camino sostenido.

Al final sigue siendo el Rey, el deporte rey; ese que nos salva una, otra y otra vez.

(Publicado originalmente en Deporcuba)