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Las Tunas.- No son pocos los aficionados al béisbol en esta provincia del oriente cubano que manifiestan preocupación por el desempeño defensivo de los Leñadores en la actual 64 Serie Nacional. ¿Empeoró a medida que avanzó el campeonato? ¿Se agravó el panorama con respecto a lo realizado en momentos similares de temporadas anteriores?

LUCES Y SOMBRAS

Con base en las estadísticas compiladas por el máster en Ciencias Modesto Castelló Góngora, al concluir la serie particular ante Industriales la cuadrilla se ubicó en la zona media de la liga cubana con efectividad de 966, acompañada de 59 errores y 57 jugadas de doble play ejecutadas. Este último dato denota una coordinación aceptable entre los infielders tuneros, pues los coloca por encima del promedio de la competencia.

Al desglosar el rendimiento, los receptores emergen como el grupo más sólido. A Oberto Coca Peña le han anotado solo un error en 104 oportunidades, para efectividad de 990, pero Deismel Hurtado es el mejor entre quienes usan los arreos, pues mantiene efectividad perfecta de mil en 52 jugadas. Yosvani Alarcón Tardío, con menor volumen de acciones, también muestra rendimiento admisible con promedio de 947.

No sorprende que la mayor cantidad de marfiladas se ubique entre los jugadores de cuadro. Quizás su versatilidad para desenvolverse en segunda base, tercera y campo corto explique por qué, entre sus colegas de la media luna, un jugador de probada calidad como Roberto Súliban Baldoquín haya sumado la mayor cantidad de errores: ocho en 72 oportunidades, para un bajo 889 de promedio. Preocupa que prospectos como Luis Antonio Pérez Hemminges y Jean Lucas Baldoquín presenten efectividades por debajo de 950, con 949 y 940, respectivamente. Frente a estos números, Yudier Rondón, con 986, y Henry Quintero Chávez, con 955, aportan mayor estabilidad a la zona interior del diamante.

Los jardineros, por su parte, constituyen el grupo más confiable. Yassel Izaguirre los encabeza, con solo un error en 61 oportunidades, para 984 de efectividad, seguido de Yuniesky Larduet (973) y Maykel Yordan Molina (975).

Ahora bien, el costo de esos errores defensivos se tradujo en 47 carreras sucias permitidas, lo que representa el 19 por ciento del total de 247 carreras toleradas por el equipo. Este porcentaje supera los estándares internacionales, pues ligas profesionales del Caribe suelen registrar entre ocho y 12 por ciento. Esto significa que casi una de cada cinco carreras que le anotan a Las Tunas es consecuencia directa de fallos defensivos, algo que pone a prueba la ecuanimidad de los serpentineros, quienes ven extenderse los innings que pasan sobre la lomita y aumenta la cuenta de lanzamientos que deben realizar por entrada.

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Al separar los guarismos defensivos tuneros en el primer tercio de la actual contienda, relacionados con lo hecho en el segundo, que casi concluye, encontramos que su promedio defensivo colectivo se mantuvo estable, en 966, con solo un error más de una etapa a otra. Eso sí, la primera, con sus 29 deslices, fue mejor que lo realizado en lapso similar de la serie pasada, mientras que los 30 cometidos en el segundo tercio de la presente temporada se quedan por debajo de los 39 perpetrados en el segmento análogo del campeonato precedente.

Por su parte, los receptores mejoraron su porcentaje de corredores atrapados intentando robar bases: de 50,1 en el primer tercio a 52,2 en el segundo. Dicha evolución va en el sentido correcto, a diferencia de la Serie 63, cuando cayeron de 61,5 por ciento en el arranque, a 40 después.

SON MENOS, PERO…

A la altura del juego 45 en el campeonato pasado, la cuadrilla había cometido tres errores menos que los que archiva en la 64; sin embargo, desde las gradas podrían continuar objetando que ahora están peor. ¿Hay algún dato estadístico que sustente esa percepción? Con base en las cifras compiladas por nuestro experto, existiría un fundamento numérico para afirmarlo.

La respuesta estaría en el aumento significativo de la actividad defensiva de los verdirrojos. En su camino en pos de su tercera corona consecutiva, los dirigidos por Abeysi Pantoja registran mil 135 outs realizados y 524 asistencias, cifras muy superiores a las de temporadas anteriores. Esto significa que reciben más oportunidades defensivas por juego, lo que multiplica la visibilidad de sus errores ante la afición.

Aunque ciertamente su total de errores (59) es menor que en la Serie 63 (65 en mismo período), la frecuencia subió. Hasta su último desafío ante Industriales cometían un error cada 6,4 entradas, mientras que en temporadas anteriores este ritmo fue más lento. Esta mayor exposición a situaciones defensivas hace que las equivocaciones sean más evidentes y memorables para los aficionados.

Las carreras sucias alimentan también esa noción porque las 59 pifias se tradujeron en 47 anotaciones inmerecidas, lo que significa que el 79,6 por ciento de los errores fueron castigados con carreras por los equipos rivales. Este porcentaje de conversión es superior al de temporadas anteriores, lo que crea la sensación de que cada error “cuesta” más que en el pasado.

Asimismo, mientras equipos como Matanzas (39) y Camagüey (38) muestran mayor eficiencia defensiva, los nuestros aparecen en el grupo de conjuntos con más cantidad de errores, junto a Isla de la Juventud (78) y Sancti Spíritus (60). Esta proximidad numérica a los equipos con peores registros defensivos refuerza la idea del deterioro guante en mano.

Si bien parte de los números conduciría a creer que “no andamos tan mal”, el respeto de los rivales ganado por los Leñadores a golpe de buen béisbol eleva el nivel de exigencia. Sí, hay oportunidades para mejorar. Especialmente porque la temporada entra en su recta final y, por ende, subirá el valor de cada roletazo atrapado, de cada elevado que termine en nuestros guantes, de cada tiro hecho con la precisión y velocidad correctas.