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Lazafra1Las Tunas.- Sacar del atolladero en el que se encuentra la siembra de caña, figura entre los grandes retos que deja a los tuneros el 2022. De hecho, en sus 12 meses solo lograron plantar unas ocho mil 200 hectáreas de las 19 mil 500 previstas.

Con este incumplimiento, ahora totalizan siete los calendarios sucesivos en los que el Balcón de Oriente demuestra su inoperancia justo en la faena sobre la cual descansa la supervivencia misma de su agroindustria azucarera.

Tan pálido desempeño puede inscribirse en las estadísticas como la causa inmediata de todo el proceso que ha propiciado un declive en la producción cañera, que aquí alcanza la categoría de histórico.

En consecuencia, mientras persistan resultados en la siembra como los obtenidos por las empresas Amancio Rodríguez (35 por ciento), Colombia (53), Majibacoa (60) y Antonio Guiteras (46), la ofensiva por la recuperación del rubro no tendrá la repercusión deseada.

Ignorar que en su intento por llegar a sus respectivas metas tropezaron con dificultades insuperables derivadas del bloqueo de los Estados Unidos contra Cuba -por ejemplo, la falta de combustible, responsable de casi el 60 por ciento del incumplimiento-, sería algo así como querer tapar el sol con un dedo.

Pero tampoco resultaría válido atribuirle a esa política de estrangulamiento problemas internos que, si bien no tienen vínculos con recursos materiales, también limitan la capacidad de respuesta en la tarea más desafiante para los azucareros del patio.

Cualquier argumento que se esgrima para justificar lo injustificable, pierde valor frente al quehacer de un grupo de unidades productoras que han evidenciado, de manera fehaciente, que se puede cumplir la misión, en medio de las complejas circunstancias que vive la Isla.

Se trata de las unidades básicas de producción cooperativas (UBPC) San Miguel, Santa Teresa, Guabineyón 4, Diego Felipe, Velazco 30, Piedra Hueca, Antonio Guiteras y la cooperativa de producción agropecuaria (CPA) Primero de Mayo, todas del municipio de Puerto Padre.

En Majibacoa venció su compromiso anual la CPA Frank País, mientras que las UBPC Corojo y Manduley se acercaron al 90 por ciento, nivel que igualmente alcanzó la “Leningrado” de “Colombia”.

Por su parte, en la empresa agroindustrial azucarera Amancio Rodríguez las unidades que mejor lo hicieron fueron Las Marías y Las Pulgas, pero con apenas 67 y 76 por ciento de cumplimiento, respectivamente.

Si como se afirma, la siembra se realizó en igualdad de condiciones, sin privilegio alguno, entonces ¿cuáles fueron los aspectos que marcaron la diferencia entre estos colectivos y los rezagados? Pregunté a los directores de caña en cada entidad.

En sus respuestas evocaron palabras o frases tales como: estrategia bien ajustada a la inaplazable tarea de hacer caña, cohesión y responsabilidad, ahínco y disciplina, correcta utilización de recursos disponibles, incluyendo la tracción animal.

Asimismo, hablaron de una atención al hombre que brilló, de incentivos económicos y salariales, juntas directivas bien plantadas en el surco y capaces de englobar el apoyo del personal de oficinas y de los vecinos de la comunidad, más un sentido de pertenencia que acrecienta el orgullo de ser parte de esos colectivos, cuyos logros y contribuciones son reconocidos por sus instancias superiores y quienes radican en su radio de acción.

Por tales atributos, considero que esos trabajadores se convierten en faro y guía de cómo actuar para remontar los duros momentos por los que atraviesa la siembra y, en general, el cultivo de la caña, sobre todo, en la zona sur de la provincia.

En verdad, ellos alimentan la certeza de que, en medio del torbellino de dificultades asociadas al bloqueo, es posible encarar con mayor eficacia la batalla por salvar a una industria que es alma y raíz de Cuba. De eso se trata.