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Las Tunas.- Al doctor en Ciencias Pedro Pablo Rodríguez lo escuché decir, en medio de una conferencia, que es una pena que solo se hable de José Martí y la esencia de su pensamiento en las fechas asociadas con su paso por el mundo. Por supuesto, el experto se refería a una como la del 19 de mayo, que marca su muerte, suceso no exento de controversias que selló el rumbo de la Guerra Necesaria allá en los campos de Dos Ríos.

Es triste, acotaba ese día el ilustre académico, y tiene razón. Debemos acercarnos más al patriota vivísimo que es el Apóstol, sin hojarasca, sin etiquetas, e ir descubriendo su época para entender, a cabalidad, la hidalguía de sus pasos.
Cuentan que en algunos círculos de la intelectualidad de entonces lo tildaban de “loco” y, tras bambalinas, alguno se atrevió, incluso, a utilizar el término como mote, porque consideraban una utopía su lucha y la posibilidad real de llegar a los campos cubanos para cambiar la historia. Debió ser difícil la vida de José Julián, mucho más de lo que nos dicen los libros.
Un hombre enamorado visceralmente de un país, el suyo, enfrascado en su libertad a todo pulmón; y parte de una familia que lo necesitaba bueno, no solo desde la mirada filial, afectiva, sino, y muy especialmente, desde la responsabilidad suprema de poner pan y vino en la mesa. ¿Cuántos serían los combates íntimos de su alma?
No podemos enseñar a Martí envuelto en fechas; hay que bajarlo del pedestal de mármol y poner su estirpe a desandar las calles y eso, en la Cuba del siglo XXI, no se logra con panfletos y lecturas frías. A juicio de esta reportera solo se enseña a amar, lo que verdaderamente se ama. Y el Maestro dijo tanto para este momento del mundo que, tan solo con ahondar en sus textos, se aprende y se funda. Hay que hacerlo.
No debemos seguir repitiendo discursos aprendidos, porque el tiempo, el implacable, pasa factura a olvidos tan hondos. Hay que estudiar a Martí de verdad y en eso, tienen que ayudar los profesores de todos los niveles de enseñanza; los periodistas, responsables de hallar escondrijos que hagan más interesantes las publicaciones sobre él y también las instituciones, especialmente las que cuya razón de existencia suprema es la vigencia del pensamiento martiano y su difusión.
Por supuesto que se hacen acciones valiosas. Y el que ha seguido el andar del Movimiento Juvenil Martiano (MJM) en Las Tunas durante la pandemia y de otras entidades afines, agradece cada empeño y reconoce cuánto esfuerzo late en las redes sociales y en espacios virtuales más formales, pero sigue siendo poco.
Recuerdo los días en los que, desde la Plaza Martiana, se juntaban los alumnos de Secundaria Básica y hablaban de sexualidad, poesía, generaciones, sueños, desilusiones y miles de cosas partiendo siempre de un texto martiano. Eran encuentros de luz y se crecía en todas direcciones.
Vivimos horas difíciles, de fuerza, descreídos y Patria. Por aquí ronda Martí, visceral y futurista. Que lo sintamos tan cerca como los sueños posibles de este país es importante, mas que lo sientan así los muchachos del mañana resulta indispensable para el camino largo de esta Cuba libre. No podemos fallarle: “Hacer es la mejor manera de decir”.

 

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