pedro el rubio campesino de barranca migueldiazn

Las Tunas.- Pedro Antonio Rubio Tristá es un ganadero de la cooperativa de créditos y servicios Josué País, que cada día se levanta mucho antes de que salga el sol para ordeñar sus vacas, y termina la faena diaria cuando ya está oscureciendo.

Él es uno de los ganaderos que más leche entrega a la Industria Láctea, por su constancia y responsabilidad.
“Trabajo para garantizar ese alimento, principalmente a los niños, y eso me llena de satisfacción. Hay que sacrificarse mucho, no tenemos libres ni los domingos, pero esta labor me hace feliz. Aunque solo cumplimos con lo que nos toca, considero que es importante.

“Para ser un buen ganadero hay que sentir mucho amor. No podemos levantarnos de mala gana a ordeñar las vacas. A los animales debemos tratarlos como si fueran familia; si no le hablas con cariño a la vaca no te da leche”, afirma.

Al propio tiempo, Pedro Antonio considera imprescindible incorporarse a la cría de carneros y otros animales, y dedicar parte de sus tierras a la producción de viandas y hortalizas.

“No se puede descuidar el autoconsumo familiar. Yo dispongo de bueyes, carretones y caballos. En mi finca no falta el plátano macho y burro, la yuca… No se concibe que un campesino no tenga alimentos para ofrecer a la familia y a sus animales.

“Hay que asegurar la comida para la sequía, sembrar caña, forraje, plantas proteicas, poner el pecho y ser muy sacrificado, y alimentar las reses. También pienso que los productores debemos saber de Genética; no puede ser que tengas una vaca cebú y no conozcas que hay que montarla con un toro tres cuartos Siboney, genéticamente bueno. Es cierto que existen problemas materiales, pero urge producir, a pesar de las adversidades”.

Este labriego fue directivo de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños y presidente de la “Josué País” por más de 10 años. Cuando mira hacia atrás siente gozo por lo logrado, pero, sobre todo, crece su deseo de seguir aportando a la sociedad con su quehacer.

Como ingeniero agrónomo, Pedro Antonio cumplió misión en la República Bolivariana de Venezuela en 2015. Laboró en comunidades indígenas del estado de Bolívar, en los límites con Brasil y Guyana y en la ribera del río Orinoco, en medio de sus bosques y extensas llanuras, y las enormes montañas de cumbres chatas.

“Allá formé parte de un proyecto de la misión Guaicaipuro. Enseñé a los nativos a sembrar tomate, obtuve buen rendimiento en la cosecha de boniato, y terminé como profesor, impartiendo conferencias. Fue una faena engorrosa, en condiciones difíciles y en medio de la selva; pasé malas noches, pero puse en alto el nombre de Las Tunas y de Cuba, en una de las experiencias más grandes de mi vida. Siento orgullo por haber brindado mi aporte al pueblo de Bolívar y Hugo Chávez”.

Pedro tiene cuatro hijos y tres nietos, y habla de su esposa con orgullo, porque “es mi mano derecha y la izquierda. Ella es todo para mí, juntos hemos formado una linda familia, y una finca que es nuestro gran paraíso”, asegura mientras ella, cerca de él, lo mira con ojos amorosos y una sonrisa pícara.

El diálogo se desarrolla en las oficinas de la cooperativa. Pedro anda apurado, en gestiones para su trabajo. Afuera, su carretón lo espera para regresar a casa. “Llámame al móvil, periodista, porque debes ir a la finca para que veas todo lo que tenemos”, dice y se aleja raudo en su “carruaje” hacia esos caminos enrevesados de Barranca, una comunidad rural del municipio de Las Tunas. Allí Pedrito, o el Rubio, como también le dicen, posee su cuartel general, en el que le gusta disfrutar de su familia, los animales, de su vida en el campo, esa que lo colma de felicidad.

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