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El Indio Naborí y Las Tunas, un amor para los tiempos

Jesús Orta Ruiz (Indio Naborí) y Las Tunas lucen al tiempo una linda historia de amor; una que tiene olor a campiña, sabor a guateque y ardor de bohío

Indio NaboriLas Tunas.- El hijo de La Habana nació el 30 de septiembre, hace hoy un siglo; y estos predios se habían convertido en ciudad en la misma fecha, años antes. Sin embargo, la pasión no se ciñe a eso, sino a razones del corazón. Él, hombre bueno; y ella, comarca de cactus, compartieron el regocijo por la obra de un poeta mayor: Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (El Cucalambé).

Cuentan que fue el Indio Naborí, junto al empeñado Pepe Ramírez, padre de la Jornada Cucalambeana, su precursor. Aseguran que la primera canturía que se escuchó en El Cornito abrazó su voz desde la grupa de un caballo, a finales de los años 60 de la centuria pasada. Así lo recuerda para 26 Ramón Batista, director de la Casa Iberoamericana de la Décima (CID).

“Él consideraba que en El Cornito, El Cucalambé seguía respirando, que todavía estaba por allí, y siempre fue fiel a esa convicción. Incluso, cuando en la década del 90 se hizo en La Habana la Jornada Iberoamericana de la Décima y el Verso Improvisado, insistió en que el lugar era nuestra localidad y cerca del río, entre bambúes. Por eso logramos traer para acá el evento en 1993”. 

Ramón se pierde en sus memorias y se detiene en las numerosas veces que degustó el té que su esposa Eloína preparaba, y cómo el escritor siempre la llamaba, con la autoridad dulce de su voz enamorada: “Elo, prepara té que llegó Las Tunas”, cuando veía en su casa habanera cierta comitiva luciendo la invitación que él esperaba con regocijo para regresar al próximo guateque. Ya añoso, ciego, gastado el cuerpo por el paso de la vida, no falló a esta urbe, a su tradición y a la fuerza de una Jornada de cuyo esplendor fue responsable en grado superlativo.

Muchos han sido los homenajes que durante este año se han rendido en Cuba y en otras partes del mundo al autor de Elegía de los zapaticos blancos; no obstante, cuando llegó junio y la Fiesta Suprema del Campesinado Cubano, como él mismo la bautizó, vivió su edición 55, El Cornito se vistió de gala y lo ovacionó. Los afortunados que estuvieron esa noche en el anfiteatro recuerdan la emoción de su hijo Fidel, quien subió al escenario y agradeció. Dijo entonces estar seguro de que el recuerdo a su padre sería mucho más íntimo en estas tierras. Y todos entendieron que Naborí andaba por aquellos lares.

Ese no ha sido el único tributo que los tuneros han obsequiado al intelectual humilde y directo. Por estos días una cita diversa ha completado el agasajo. La Jornada Hispanoamericana de la Décima convocó a cultores de la espinela y el verso improvisado, a investigadores de la tradición, para volcar la esencia de Orta Ruiz en encuentros y diálogos, con la participación de Randoll Machado, Premio Cucalambé en Décima Escrita, improvisadores y tonadistas, el Conjunto Original Cucalambé, la apertura de la exposición Cristal de aumento 3.0, del caricaturista Antonio Medina (Antoms) en la galería de la CID, y una edición especial del Café Converso, invitación de esa institución cultural.

Sobresale, igualmente, el panel Centenario del Indio Naborí con la conducción de la especialista Leticia Fernández e intervenciones valiosas. Sin embargo, hay amores que quedan cuando la vida se escapa y no pueden circunscribirse a fechas y contextos. Por eso, serán muchas las veces en las que este terruño del oriente regrese al poeta, al amigo que se le volvió hijo y amante, a su obra mayúscula y sencilla, como la brisa del monte.

En medio de nuestro intercambio, Ramón Batista sacó de entre los muchos apuntes de su agenda un poema que el Indio le entregó un día, de su puño y letra; texto amarillento que pocos han visto y leído. Sus versos se nos antojan confesión, encandilamiento y hasta parte de un testamento de amor, de 100 años.

¡Oh, Tunas! Si en tu tierra verdecida
no nací, no fue en ti mi amor primero,
¿Por qué dilataciones de la vida
sin conocerte, me sentí tunero?
¿Cómo, lejos de ti por mí fue oída
la silvestre canción de tu montero?

¿Cómo supe que tras un aguacero
tu cielo es de cristal y luz pulida?
¿Cómo supe el sabor de tus guayabas,
la dulce sombra de tus cañabravas
la charla de tus hojas en el viento…?
Toda tú me llegaste desde un bardo.
Por eso digo que mi nacimiento,
Sino en Tunas, fue en Nápoles Fajardo.