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mercasa aplicacion mercazona 18Las ofertas de Mercasa destacan por su presentación.

Las Tunas.- El panorama alimentario nacional comienza a desinhibir sus alicaídas papilas gustativas. Los cambios no son espectaculares. Tampoco auguran para cuándo podremos aflojarnos el cinturón. Realmente, falta aún para que las cazuelas sonrían y los comensales aplaudan. Pero, como dice el refrán, ¡del lobo, un pelo! Algo ya hay para comprar. Por lo menos están apareciendo los productos agrícolas. Y habrá más ofertas, porque todo tiempo futuro tiene que ser mejor.

El mercado es un tema trillado en la población. Sus precios excesivos y especulativos constituyen un insulto a la sensibilidad. Se atajan, pero reaparecen multiplicados, como las cabezas de la mitológica hidra. Frijoles, tomates y malangas tienen rango de pepitas de oro. ¡Y ni hablar de la carne de cerdo! No obstante, en ocasiones contenemos el aliento y cedemos. Uno necesita “engrasarse”, porque no solo de granos, hortalizas y tubérculos vive el hombre.

Pero hoy quiero referirme a otro asunto, también estrechamente vinculado con el ambiente mercaderil de nuestro territorio. Se relaciona con la ética y la estética, factores imprescindibles para que el antiquísimo acto de vender y comprar no resulte (tan) embarazoso para quien vende ni (tan) traumático para quien compra. Incomoda mucho que en la Cuba actual este binomio casi nunca coincida.

La ética tiene conexiones con el respeto y la moral, valores inherentes al comportamiento humano. Los vendedores deberían exhibirla desde que alguien se arrima a su mostrador, igual para mirar como para comprar. En el primer caso, ¿qué cuesta saludar al recién llegado, responder a una pregunta o dar una explicación? Y sobre lo segundo, en la báscula, además del peso del producto adquirido, se define también en cuánto se cotiza allí la onza de vergüenza.

Lo otro tiene que ver con la presentación de los productos comercializados. A pesar de sus altos precios, muchos se ofertan en lamentable estado de limpieza. Ni proveedores ni vendedores se molestan en quitarles tierra de encima a los boniatos, yucas y cebollinos, por ejemplo. Saben que, como lleguen a mercados y placitas, tendrán demanda. Así, van directo del surco al saco. De nada sirven las reclamaciones. Aquí no vale aquello de que “el cliente siempre tiene la razón”.

En la provincia descuellan ejemplos de cómo pueden ofertarse productos agrícolas con un nivel de presentación atractivo y decoroso. Un paradigma es la popular cooperativa Mercasa, que en sus puntos de venta muestra no solamente variedad e higiene, sino también voluntad estética. El ají, el tomate y los pimientos se proponen en bolsitas de nailon selladas. En embalaje similar introducen productos distintos. Aplican la misma técnica con los encurtidos y hasta con las tajadas de melón, para el que no pueda comprar la fruta entera.

Otra anomalía frecuente ocurre con los productos que se deterioran como consecuencia de permanecer varios días en exposición. No entiendo cómo una fruta bomba venida a menos, unos plátanos pasados de maduros puedan valer igual que si estuvieran sanos, cuando lo sensato es que exista diferenciación en sus precios. Los insensatos mercaderes prefieren perderlos que rebajarlos.

Siempre he escuchado decir que las crisis económicas generan crisis de valores. Cuba no está exenta de los problemas y desafíos que hoy afectan a casi todo el planeta. A sus embates se adiciona el bloqueo más atroz que haya sufrido nación alguna en la historia de la humanidad. En estas difíciles circunstancias, no es extraño que la decencia de algunos se resienta y sus conductas se empañen.

Estamos en el deber de solucionar de una vez y por todas las deficiencias que nos incumben. Muchas son provocadas por la insensibilidad y otras por la irresponsabilidad. No hay derecho a tolerarlas ni a mantenerlas. Este pueblo heroico, que ha convertido la épica en su carta de presentación, lo exige.