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Las Tunas.- Cuando la pasión, la inteligencia y el talento se unen se va bien apertrechado en la vida. Si a esta tríada ya per se maravillosa se agrega el trabajo y el esfuerzo, el éxito está garantizado. Esa parece ser la clave del dueto que Eduardo Brito Labrada y Javier Esteban Forte Reyes, discípulo y entrenador, respectivamente, conformaron con vistas a la Olimpíada Iberoamericana de Informática y Computación.

"Arañar puntos" sobre la base de una estrategia bien pensada y determinada por la experiencia de vida de ambos fue la ruta en el certamen al que Cuba asistió con 15 representantes y el estudiante de Las Tunas mereció una de las cuatro medallas de plata obtenidas.

foto arreglada2"La competencia consistió en cuatro problemas para ser resueltos en cinco horas. Estos tenían un enfoque matemático y una naturaleza algorítmica y estaban basados en aspectos de la vida real", explica Eduardo, quien acaba de concluir el duodécimo grado en el instituto preuniversitario de ciencias exactas (Ipvce) Luis Urquiza Jorge y pronto (si la pandemia lo permite) iniciará la Enseñanza Superior en la carrera de Ciencias de la Computación.

Muy cerca de su pupilo, Javier Esteban escucha y cuando finalmente hablamos, su juventud y visión de cada aspecto sorprende y admira.
"Trabajé para que mis alumnos no incurrieran en los errores que yo había cometido antes en mi etapa estudiantil. Nos enfocamos en estudiar y practicar mucho. Intenté darles todo el contenido algorítmico del que yo tenía conocimiento y a partir de ahí que tuvieran más herramientas y posibilidades de mejores resultados.

"Creí que enmarcarnos en el Programa para Bachillerato no era suficiente y dimos temas más avanzados que entran en la competición de programación a nivel universitario, la cual tiene otro formato. El concurso ha subido de nivel por el acceso más popular a la tecnología".

Para el mentor y sus alumnos, los últimos meses fueron de entrenamiento constante y riguroso, en los que el equipo se concentró en la solución de problemas disponibles en distintas plataformas web (CodeForces y AtCoder) para la programación competitiva. Cada detalle podía influir en el resultado final, por tal motivo, aspectos al parecer triviales como el método de estudio o por dónde comenzar y dónde enfocar la atención el día del examen, formaron parte de la enseñanza y el aprendizaje.

En consecuencia, Eduardo, quien antes había tenido sus tropiezos, tal vez por la ausencia de una técnica a la hora de organizarse en medio de la tensión de la prueba, cambió está vez la táctica: "Primero opté por leer los problemas, clasificarlos por nivel de dificultad y resolver, ante todo, los menos complejos y luego lo más difícil, pues antes hacía lo contrario y cuando ves que no puedes resolver un ejercicio que piensas que sí puedes solucionar, pierdes mucho tiempo en ese problema y al final el tiempo se va y no te das cuenta. Aprendí a clasificar un poco mejor y estaba calmado".

Su guía, quien es un apasionado de la Criptografía, la Ciberseguridad, la Programación y las nuevas tecnologías en general, tiene la convicción de que cada generación puede superar la precedente. Lo ha visto en las aulas y confía en el capital humano y en las posibilidades de Cuba para "navegar" con éxito en este mundo, al que aún la Isla tiene que sacarle mejor provecho.

El joven, devenido profesor-entrenador y estudiante de la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI), tiene muy claro, además, que "aun cuando seas muy inteligente, si no trabajas y estudias, no habrá resultados; los resultados se ven en quien haya trabajado mejor, más allá del que sea más inteligente".

Javier ha tenido también el tino de sembrar en su pupilo la idea de que aprender es, ante todo, un acto de disfrute.
"No importa el resultado, sino cuánto uno se divierte, pues al final siempre te va a aportar algo para el futuro", dice, en consecuencia, Eduardo.

Feliz con el lauro de su discípulo, el estudiante-profesor, quien reconoce el carácter sui géneris de estos alumnos, su constancia y la presión que suelen tener sobre ellos, declara: "Les he enseñado lo que sé y ellos me han permitido aprender muchísimo, también verme en su piel, como si fuera ellos. Esta ha sido una experiencia en la cual el entrenador también se retroalimenta de sus concursantes. Es una experiencia que te hace evolucionar no solo en el aspecto del concurso, sino, además, como persona".