Las Tunas.- Cuentan que, en busca de caolín, llegaron hasta la loma de Dumañuecos, en el norteño municipio de Manatí, varios ingenieros tras los rumores de una riqueza inaudita de minerales por esos lares. Sin embargo, quiso la naturaleza que de las excavaciones brotara agua, de un insólito azul turquesa en perfecta combinación con sus rojizos suelos.

Justo allí, debajo del lago, quedaron atrapados los pétreos elementos de tal manera que desde entonces algunos le adjudican al lugar poderes curativos y rejuvenecedores, en una mezcla exquisita entre lo sublime y misterioso.

Y es que el sitio atrapa por su belleza, cual edén alejado del rebullicio de la civilización, como si se tratase de una maravilla tropical a cielo abierto, a unos 30 kilómetros de Las Tunas y aproximadamente a 700 de La Habana.

El artificial lago no solo sorprende por sus dotes encantadores, sino también por la rica naturaleza que lo cobija; con una peculiar flora y fauna entre tupidos bosques de mangles y animales endémicos de Cuba, constituye una reserva envidiable que despunta en medio de la amplia llanura del norte de Camagüey-Las Tunas.

Como paraje de relajación, el Lago Azul es considerado uno de los espacios idóneos para los amantes de la paz y el turismo de naturaleza, un verdadero nido para el alma entre la pureza de sus paisajes y el clima caribeño que lo caracteriza.

Por sus abundantes recursos hidrobiológicos, se le venera como regulador ambiental; tal es la mística autenticidad de la reserva acuífera que, en dependencia del tiempo atmosférico, adopta camaleónicamente coloraciones verdes y plateadas, una singular metamorfosis devenida atractivo para quienes tienen el privilegio de visitarla.

Convertido en Campismo Popular, el Lago Azul es reflejo de las profundas riquezas del Balcón del Oriente Cubano, un suspiro de vida que llega desde lo natural y auténtico de la geografía tunera, perpetuo encantamiento entre lo real y maravilloso de las enigmáticas aguas que posee.