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Masculinidades 1 2Las Tunas.- En Cuba, la masculinidad es un viaje lleno de tensiones entre tradición y cambio, privilegios y demandas de reparación. Se vive como un espejo fragmentado. En las calles aún resuena la figura del “macho” fuerte, proveedor y conquistador, pero en los hogares, en las aulas y en los espacios públicos surgen voces que cuestionan esa herencia y buscan redefinir qué significa ser hombre en el siglo XXI.

Cuba ha experimentado transformaciones significativas desde la Revolución de 1959, que promovió la igualdad de género como uno de sus pilares. La masculinidad es hoy un campo de disputa simbólica y política. Se trata de liberar a las personas de mandatos que generan violencia, enfermedad y desigualdad.

El reto es construir masculinidades diversas, responsables y cuidadoras, capaces de convivir en un mundo donde la igualdad ya no es una opción, sino una necesidad histórica. Las masculinidades en la Isla han estado marcadas por una cultura patriarcal, que a pesar de los avances siguen influyendo en las relaciones de género.

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En la sociedad cubana actual, el modelo del “superhombre” sigue profundamente arraigado en la cultura popular, a pesar de los discursos académicos, mediáticos y comunitarios, que buscan desmontar estereotipos y abrir paso a masculinidades más diversas y equitativas. El machismo todavía es una realidad y este ha erigido una masculinidad hegemónica.

A pesar de los avances legales en materia de igualdad de género, y de las campañas educativas impulsadas por instituciones y organizaciones sociales, como por ejemplo la Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades, se demuestra que la igualdad ante la ley no siempre se traduce en la vida diaria, muchos hombres aún perciben la corresponsabilidad doméstica como una situación perdida y la violencia física aparece como reacción frente a la pérdida de privilegios.

La cultura popular, con su música, su béisbol y su humor, ha reforzado durante décadas un ideal de virilidad que premia la dureza y castiga la vulnerabilidad; sin embargo, la realidad social muestra grietas en ese modelo. Los hombres cubanos enfrentan hoy desafíos, que van desde la precariedad económica hasta la necesidad de compartir responsabilidades domésticas y de cuidado, en un país donde las mujeres han conquistado espacios decisivos en la vida pública.

La palabra masculinidad no se trata de un tipo de género, un vocablo, es algo más amplio y abarcador, que le queda grande a muchos que hacen alarde de sus cualidades. Se trata de valores, virtudes, actitudes ante situaciones, que ponen a prueba diariamente a la sociedad, que no quiere cosechar un físico bonito y atractivo ante los ojos de la humanidad; por el contrario, se trata de construir “género”, pero más que eso, sensibilidad, humanismo y respeto.

Investigadores como Julio César González Pagés, doctor en Ciencias Históricas de la Universidad de La Habana, han señalado que el cambio cultural requiere más que normas, implica transformar prácticas cotidianas, relaciones de poder y formas de socialización, que siguen naturalizando la superioridad masculina.

En un país marcado por el envejecimiento poblacional y por desigualdades económicas, la masculinidad también se expresa en la salud. Los hombres cubanos mueren antes que las mujeres, en parte porque se resisten a cuidarse o a reconocer su vulnerabilidad, lo que refleja cómo los mandatos de dureza y autosuficiencia impactan directamente en su bienestar.

Al mismo tiempo, nuevas generaciones de jóvenes cuestionan los patrones heredados, se abren a la expresión emocional y a la paternidad activa, aunque enfrentan resistencias culturales y sociales. Las expectativas asociadas al género masculino pueden dificultar relaciones saludables y equitativas provocando dinámicas de poder desiguales en las interacciones románticas y familiares.

En barrios, universidades y proyectos comunitarios se multiplican iniciativas, que promueven conocimiento e ideas igualitarias y diversas, demostrando que la transformación es posible. La masculinidad, más que un concepto cerrado, es hoy un relato en construcción, un relato que oscila entre la sombra persistente y la esperanza de un hombre nuevo, capaz de reconciliarse con su fragilidad y de compartir, en igualdad, la vida cotidiana.