
Manatí, Las Tunas.- En los anales de las guerras por la independencia de Cuba, algunos episodios destacan no solo por su valor táctico, sino por el profundo simbolismo que encierran. Hoy recordamos uno de esos momentos cruciales, ocurrido hace exactamente 157 años: la toma e incendio del caserío de Manatí por las tropas del general Francisco Muñoz Rubalcava.
Mientras la atención de las autoridades coloniales españolas se centraba en el asedio a la ciudad de Las Tunas por las fuerzas de Vicente García, un movimiento audaz se gestaba en la costa norte. El 19 de octubre de 1868, las tropas mambisas al mando de Rubalcava ejecutaron una operación relámpago que culminaría con una de las decisiones más dramáticas de la contienda: prender fuego a lo que no podían defender.
Según los documentos históricos consultados, las fuerzas independentistas tomaron el caserío de Manatí tras un combate que demostró la determinación del naciente Ejército Libertador. Lo que siguió fue un hecho de profundo significado: la declaración de Manatí como “territorio libre de Cuba”.
“Este acto tenía una poderosa carga política”, explica el historiador Víctor Manuel Marrero Zaldívar en su obra Vicente García: leyenda y realidad. “Demostraba que la República de Cuba en Armas no era una abstracción, sino una entidad con capacidad para ejercer control sobre el territorio, desafiando abiertamente la soberanía española”.
La posesión de Manatí, sin embargo, sería efímera. El 22 de octubre, apenas tres días después de la toma, una gruesa columna enemiga desembarcó en el puerto de Manatí. Ante la imposibilidad de defender la posición con los escasos 25 hombres que formaban la guarnición mambisa, al mando del dinámico militar cubano conocido como Zamora, se tomó una decisión que marcaría un precedente en la guerra.
“Zamora tuvo que retirarse, pues no pudo hacerle frente con los pocos hombres que lo acompañaban”, relata Marrero Zaldívar basándose en diarios de campaña de la época. “Pero antes decidió incendiar el pobladito, para que no cayera en manos de los realistas”.
Este suceso convirtió a Manatí en el primer poblado cubano incendiado deliberadamente por sus defensores en lo que los documentos de la época denominan “holocausto a la libertad”. La expresión no es casual: refleja la conciencia de que la independencia exigiría sacrificios materiales extremos.
“No fue un acto de vandalismo, sino la aplicación de una fría estrategia militar”, analiza el profesor Marrero. “Al privar al enemigo de la posibilidad de utilizar el poblado como base de operaciones, almacén o punto de avituallamiento, los mambises aplicaban una táctica de ‘tierra quemada’ que demostraba su determinación de luchar hasta las últimas consecuencias”.
El incendio de Manatí estableció un patrón que se repetiría en los años siguientes de la Guerra de los Diez Años. Mostró que los independentistas estaban dispuestos a sacrificar propiedades e incluso ciudades enteras antes de verlas utilizadas para fortalecer la maquinaria de guerra colonial.
Hoy, 157 años después, el episodio de Manatí nos recuerda que la libertad de Cuba se construyó no solo con heroísmo en el campo de batalla, sino con decisiones dolorosas que priorizaron la causa independentista sobre el interés personal y material. Las llamas que consumieron el caserío aquel octubre de 1868 iluminaron el camino de una guerra sin cuartel que, aunque no alcanzaría la independencia total en esa contienda, encendió una chispa que jamás se apagaría.