
Las Tunas.- El calendario marca 28 de octubre y, como un reflejo del alma nacional, Cuba amanece con el recuerdo encendido de Camilo Cienfuegos. Desde el cabo de San Antonio hasta la punta de Maisí, el país entero suele vestirse de flores y esperanzas para rendir tributo al Héroe de Yaguajay, ese hombre que se ganó el cariño del pueblo con la misma naturalidad con la que el viento juega con las olas.
Pero hoy, en el oriente de la Isla irredenta el viento es otro.
No es el que acompaña a los sombreros al vuelo de las caravanas alegres, sino uno que amenaza, que ruge, que obliga a cerrar puertas, asegurar techos y apretar corazones. En esta parte de Cuba, donde el mar suele recibir miles de flores flotando, hoy no hubo aguas premiadas de pétalos. Hoy el homenaje a Camilo es otro, cuando un potente huracán se acerca con su furia destructora.
No hay flores…, pero sí amor.
Amor traducido en responsabilidad, en cuidado, en la decisión colectiva de proteger la vida. Porque eso también lo inspira Camilo: que la valentía no es solo empuñar un arma o enfrentarse al enemigo visible, sino saber poner a salvo al prójimo cuando la naturaleza impone su prueba.
En estas horas tensas, cuando los orientales aseguran ventanas, protegen cosechas, abrazan a sus hijos y se refugian en los centros de evacuación, el espíritu del guerrillero de la sonrisa eterna parece caminar entre ellos. Camilo está en la serenidad de un campesino que resguarda su ganado, en la mano firme de una enfermera que revisa un botiquín, en la voz pausada del meteorólogo que insiste en mantenerse alerta.
Hoy las flores están en otro sitio: en la mirada solidaria de los que ayudan, en la disciplina de los que escuchan, en la fe de los que confían. Cuba entera es un jardín de valores que él ayudó a sembrar.
El huracán puede desafiar los mapas y alterar los planes, pero no puede borrar la memoria ni apagar el sentimiento. Camilo vive, hoy más que nunca, el pueblo de Cuba honra a su héroe protegiendo lo más sagrado que tenemos.
Porque si él estuviera aquí -y de algún modo lo está- también estaría al frente, ayudando a asegurar techos, guiando evacuaciones, sonriendo bajo la lluvia y recordándonos que el amor a la Patria se demuestra en los hechos.
No hubo flores en el mar, pero sí en el corazón.
Y eso, quizás, sea el tributo más hermoso.