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evacuada

Las Tunas.- El llanto ahoga las palabras mientras Danisleidy Riol Castro rememora la terrible experiencia vivida esa noche, cuando las aguas del río Cauto se colaron en su hogar y amenazaron su vida y la de sus cinco hijos pequeños. Permanece en la escuela pedagógica Rita Longa, pero su pensamiento parece siempre estar mucho más lejos.

“Nunca imaginamos que el río iba a crecer tanto durante el ciclón. Mi casa está justo al lado, el puente le pasa muy cerca… Todo parecía normal y de pronto el agua comenzó a subir. Fue muy desesperante. Las madres con niños no sabíamos qué hacer. Mi casa fue la primera en inundarse.

evacuada rio cauto las tunas“No había quién nos sacara. A esa hora no aparecía un carro para llevarnos y el agua rompía por todos lados. Nos evacuaron en Vado del Yeso y allí estuvimos tres días hasta que nos trajeron para acá. Aquello fue terrible. Mirabas y por dondequiera era agua, por todas partes, no quedó nada que se pudiera salvar de la crecida. Los niños llorando, alterados, viéndome sin consuelo, llamando a la abuela; todos lloraban, desesperados por sus familiares. Esto no se había visto nunca”.

Las historias de catástrofes contadas en películas se tornan pequeñas cuando se relatan las vividas por los evacuados que hoy se encuentran en la provincia de Las Tunas, familias separadas por la tragedia y años de sacrificios y perseverancia para construir un hogar que fueron truncados por la fuerza de la naturaleza.

Danisleidy no tuvo tiempo para recoger pertenencia alguna. Un abrazo para cada niño, el llanto del bebé en su regazo y la sensación de que ya no habría regreso a la casa donde vivieron tantos años fue lo único que pasó por su mente.

Donde se encuentra evacuada, la estancia se siente como un atardecer en su hogar, asegura, con cinco pequeños a su alrededor y las manos siempre ocupadas en calmar, distraer o cargar a cada uno según la necesidad del momento.

“La atención aquí es maravillosa. No hay quejas de nada; el trato a los niños ha sido excelente, como si estuviéramos en casa. Recibimos donaciones y nos atendieron con cariño. Desde que llegamos y nos bajamos de la guagua, sentimos que nos cuidaban. Nos sentimos protegidos.

“Lo material se perdió. No quedó ni una ropa. No me duelen esas cosas, porque tengo a mis hijos conmigo, soy sola con ellos cinco. He pasado el trabajo más grande que puede pasar una madre por sus hijos, pero ahora lo que importa es que están vivos. Mi suegra está enferma y la tengo aquí a mi lado ayudándome. Gracias a Dios estamos todos aquí, con vida.

“Haber experimentado esto ha sido tremendo. Lo que más pesa es la incertidumbre por los que todavía no han salido y por lo que hemos perdido, pero la compañía de la familia y el apoyo que nos han dado aquí mantienen la esperanza. Tenemos salud, y eso es lo más importante”.

Su vida antes del huracán era de cuidados estrictos, tras haber pasado por momentos difíciles que hoy duele contar. Fabián, con apenas 1 mes de nacido, sufrió un broncoespasmo y hoy con 2 meses sonríe al ver a tantas personas a su alrededor, mientras refleja en la mirada la inocencia que lo acompaña. Desde entonces, cada respiración tranquila del niño se volvió un milagro cotidiano que ella no se permite dar por sentado.

Hoy cada uno de sus niños es eco de su historia, juegos compartidos en el cubículo y la rutina que allí se convierte en costumbre cuando se tiene poco y se aprende a compartir lo imprescindible. Demuestran cómo aprenden a valorar lo que otros llaman trivialidades, un caramelo compartido o una muñeca a medias.

Perderlo todo con el ciclón fue también perder la historia material de su familia, los juguetes que habían heredado entre hermanos, los muebles de su casa y, sobre todo, la canastilla de Fabián, que con tanto sacrificio lograron tener.

“Lo que más nos pesa no se mide en lo material, es la incertidumbre sobre dónde dormiremos las próximas noches cuando regresemos, cómo recuperar mi casa y la pregunta diaria de cómo volver a reconstruir el hogar de los muchachos con lo mínimo”.

Su vida después del ciclón es una espera activa. A su alrededor todo se centra en atender al bebé con la paciencia que le enseñó la reciente gravedad y sostener a los cuatro niños mayores. Mientras tanto, sigue aquí, pero con la mirada más lejos y el recuerdo en esa noche triste que le inundó la existencia.