
Las Tunas.- Rafael, con los codos sobre la mesa, destapa la cazuela azul y muestra el espagueti dentro, destinado para sustentarse un día cualquiera de inicios de octubre, en el que el periódico 26 decidió salir a indagar sobre los abastecimientos del Sistema de Atención a la Familia (SAF). Los rostros de los ancianos, más que las palabras, pintan la realidad gris de un servicio que, ahora mismo, deja mucho que desear.
“Yo sé que la situación en Cuba está difícil, pero somos seres humanos. Hace más de una semana que estamos comiendo espaguetis almuerzo y comida, porque no hay arroz. En un horario se acepta, pero todo el tiempo es criminal. Y ayer, de plato fuerte , nos dieron croqueta sin freír. Son pequeñas cosas que pudieran mejorarse, digo yo”, alega Rafael con la mirada fija en su pozuelo.
A poca distancia, otros de los comensales del SAF de El Diamante, en esta ciudad, agregan por lo bajo que esa carga de harina diaria es una bomba para la presión arterial de quienes, por lo general, sobrepasan los 65 años. “Y la mayoría ni tenemos medicamentos”, refieren.
En las inmediaciones de La Feria, Alberto comparte una escena similar mientras espera que el comedor abra. “Días atrás estuvimos más de una semana comiendo harina, por la escasez de arroz. Lo más complejo es que la comida casi siempre es la misma. Nos dan picadillo a toda hora. Soñamos con saborear una vez al mes, aunque sea, un muslito de pollo”, bromea.

ENTRE EL HUMO Y EL SAZÓN
Hace más de un año que el gas licuado llegó a su fin en la cocina de La Algarroba, en esta localidad capital. Detrás del fogón, Yanara Álvarez Rodríguez señala que se levanta a las 5:00 a. m., porque vive en El Cornito, coge lo que aparezca y a eso de las 6:00 a. m. ya está allí, y prende la leña para asegurar que cuando acudan los ancianos los alimentos estén listos.
“El problema esencial es con qué cocinar. Ahora mismo, que llueve cada día, esa leña se empapa, porque este techo no sirve. Que prenda el fogón me lleva más de una hora. Solo a veces contamos con carbón”, puntualiza la muchacha.
En el municipio de Puerto Padre los escollos también huelen a desidia. En el SAF La Primera, de la unidad empresarial de base (UEB) La Anacaona, y La Sombrillita, perteneciente a la UEB Sierra Cristal, urgen varios cambios. El deterioro del techo, las paredes despintadas y el ambiente descuidado denota la desatención con la que se asume un servicio que debe ser priorizado.
A las puertas de la instalación, Javier Leyva sentencia: “Esto está malo”. Menciona su insatisfacción no solo por el arroz blanco y la sopa de arroz que recibe para almuerzo y comida. “Aquí hace falta un poco de sentimiento hacia quienes nos dedicamos a trabajar y ahora tenemos más de 70 años”, acota.
Con respecto a los abastecimientos, la realidad no difiere mucho en las 17 entidades de su tipo en suelo villazulino. La Defensa, de la UEB El Campesino, hace meses marcó la diferencia: variedad de opciones e inmueble reluciente. Pero hoy la tablilla y los criterios muestran lo contrario: “En ocasiones hay una sopita y ya”, alegan.
En este panorama es meritorio destacar las buenas acciones de la productora Cristina Concepción, quien casi todos los días dona viandas para el SAF más cercano. Otros campesinos actúan igual, pero no es suficiente para alimentar a los más de mil 500 beneficiados del municipio.

PUERTAS ADENTRO
Actualmente, en toda la provincia existen 116 establecimientos de este tipo que aseguran la alimentación de personas necesitadas por varias razones. Todos comparten el compromiso y el desafío de lograr un servicio con calidad, máxime en un período de crisis económica e inflación como el de hoy.
Miguel González Velázquez, director de Trabajo y Seguridad Social en la provincia, comenta a 26 que 115 se encuentran en activo. “La plantilla de beneficiarios aquí asciende a cuatro mil 127. Al cierre de agosto estaba cubierta por tres mil 595. En el SAF tenemos en primera instancia protegidos por la Asistencia Social, jubilados, discapacitados, y se suman pobladores que viven en condiciones de vulnerabilidad.
“En los tiempos tan difíciles que vivimos, hemos recibido insatisfacciones por la variedad y calidad de las ofertas, y en muchas ocasiones también, por el precio de los productos. Está establecido que cada ingesta no debe exceder los 13.00 pesos, o sea, que el total de almuerzo y comida saldría en 26.00 pesos.
”Este asunto lo seguimos de cerca. Sabemos que ha habido afectaciones con el arroz y el plato fuerte. La autogestión de los administradores es bastante pronunciada en estos momentos y se ha limitado la calidad”.
DE LA AUTOGESTIÓN Y SUS RECOVECOS
Dalgis Pupo Hernández, directora de Gastronomía del Grupo Empresarial de Comercio en Las Tunas, refiere que desde la Tarea de Ordenamiento el sector se proyectó incorporar los SAF a las UEB de cada territorio, creadas por el Decreto 28 del perfeccionamiento del Comercio.
“Se pensó así con el objetivo de suplir el déficit alimentario que no se recibe por la planificación -aclara Pupo Hernández-. Hoy nuestra principal fuente de abastecimiento es la autogestión, teniendo en cuenta lo afectados que están los suministradores.
”Asimismo, tenemos la posibilidad de que el ciento por ciento de los SAF estén incorporados a las formas productivas. Pero la realidad muestra que algunas no cumplen con la entrega de viandas por disímiles dificultades; lo que impacta en las kilocalorías que se deben consumir”.
Dauge Rodríguez González, administrador del Reymar, enumera los disímiles retos que enfrenta en su ejercicio diario de la autogestión, un empeño mayúsculo en la época que corre.
Aborda una larga lista de obstáculos, pero remarca que la mayor traba con la que lidia es el pago por transferencia a los labriegos. “Los productores no quieren aceptar el dinero en tarjeta y en esto no excluyo a ninguno. Refieren que después no tienen cómo extraer el efectivo -aclara-.
”Otra cuestión son los precios excesivos de las viandas, las ensaladas, las especias... Uno mismo se exige ir a buscar los alimentos al campo porque asume que serán más baratos; sin embargo, el campesino ha evolucionado y ahora te saca las cuentas de los fertilizantes, las cosas que necesita, y te vende caro, allí mismo en su casa. Que nadie piense que no es así.
”Los precios topados también limitan el comercio. Por ejemplo, cuando llego a la casa de un productor que vende la libra de pepino a 100.00 pesos no puedo adquirirlo, porque yo solo tengo permitido a 30.00 pesos, estipulado por Finanzas y Precios. Entonces, ¿qué hago? Lo otro es que, con lo caro que está el transporte, a veces es mejor comprar aquí mismo en las placitas lo más necesario. Resulta un mecanismo muy complicado.
”Tenemos contratos con suministradores estatales, pero estos incumplen cuando no cuentan con las materias primas. Resalta Acopio, es increíble su informalidad con los contratos y sus tarifas elevadas.
”Seguro que han escuchado que a las UEB los SAF les generan pérdidas, porque los recursos se compran a precios altos y se les venden a los asistenciados a muy bajo costo. Las pérdidas en el SAF repercuten en el plato que vendo en el restaurante, pero con una buena gestión esto se compensa. Mientras, el tema del arroz es complejo: de las 60 frecuencias que se requieren para el mes, a veces recibimos 20; depende de la disponibilidad del país. De ahí que debamos darles más espaguetis”.
El administrador del Reymar reitera la pesada misión que carga en las espaldas, pero asegura que allí laboran con la sensibilidad de cuidar la higiene y de realizar una comida bien elaborada, aunque el plato fuerte no sea suculento. “Esta tarea es de todos y nos falta mucho por mejorar, lo sabemos; pero la acometemos con cariño, porque los comensales lo merecen. El día de mañana cualquiera de nosotros puede estar ahí”.

BIEN DE CERCA
Yudeisy Reyes Acosta, jefa del Departamento de Balances de la Dirección Provincial de Economía y Planificación, supervisa sin pausa el desenvolvimiento de los SAF en suelo tunero.
“Nuestra función es balancear todos los productos que se entregan al consumo social -explica-. Se trata de cubrirles el ciento por ciento a los organismos priorizados, Salud, Educación y los SAF, aun cuando el balance está muy deprimido.
”Ya no recibimos suministros de pollo, el abastecimiento de huevos marcha al 24 por ciento... Los granos han estado muy complicados, igual que el azúcar, el arroz y el aceite. Todos los surtidos han sido afectados en el 2025. Así no se les puede dar a los consumidores el porciento de alimentos requeridos”.
Con un suministro estatal tan exiguo, las principales autoridades de la provincia apuestan por la autogestión de las UEB e involucran otras alternativas para aportar vitalidad al servicio.
Oleidys Saucedo Licea, coordinadora de Programas y Objetivos del Gobierno Provincial, detalla a 26: “En años anteriores disponíamos de una amplia variedad de productos. En los cárnicos, por ejemplo, teníamos pollo, cerdo, res y picadillo, lo que ayudaba a completar las kilocalorías establecidas. Actualmente no recibimos esas cantidades, y aun así debemos hacer nuestros balances en correspondencia con el número de asistenciados que acuden a estos comedores, y abastecer los 30 días del mes.
”Para ello evaluamos, incluso, los decomisos policiales que se hacen de los productos alimenticios, y los distribuimos. Recientemente pudimos hacer por esta vía una entrega de frijoles. Vamos priorizando sectores según la normativa.
”Los suministradores están en el deber de poner los alimentos en el lugar. Esa es otra de las problemáticas, que la mayoría no cumple por los dilemas con el combustible y la falta de transporte.
”En el caso de los lácteos, helado, yogur y leche, no recibimos en iguales cantidades porque los ganaderos no honran lo pactado. El yogur de soya, que nos complementaba, ha escaseado debido a que el país no ha tenido ninguna importación de soya durante este año”.
PRAXIS DE VALOR
En medio del panorama enrevesado y las insatisfacciones inmortalizadas en voces de los comensales, llegar a La Algarroba es una suerte de alivio para los beneficiados. Nos cuentan que en los últimos tiempos han recibido, incluso, el traslado de algunos, movidos por la variada oferta en la tablilla.
Guillermo González González, jefe del punto, comenta que allí han consumado una autogestión profunda. Es común que oferten arroz blanco o congrí, sopa o potaje, picadillo y otros. Les celebran cumpleaños colectivos a los ancianos y cada día hay refresco o té caliente para que “se vayan llenitos”.
“Pertenecemos a la UEB 1876 y les aseguro que aquí el arroz se prioriza, al igual que los granos. Aunque se adquieran a precios altos y reporten pérdidas, siempre se incluyen en el menú. Los importes no varían, aun cuando el litro de aceite valga 900.00 pesos. Hemos protegido este lugar, con sentido de pertenencia”.
Otra experiencia positiva llega desde la voz de Pablo Vilá Bravo, administrador del SAF El Ajiaco, en “Amancio”. Allí, gracias a un crédito bancario de más de cinco millones de pesos, se pudo acondicionar el local, y después de las 3:00 p. m. prestan servicio de restaurante. Las ganancias son el abrevadero para garantizar un abastecimiento variado a los acogidos a esta protección social.
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Como La Algarroba y El Ajiaco, otros buenos ejemplos se manifiestan para buenaventura de los usuarios; pero la mayoría de los SAF dejan ver desaciertos en la autogestión, que vienen de la mano de los altos precios a los que se enfrentan las UEB, del transporte precario, la escasez de combustible e, incluso, la inoperatividad del comercio electrónico. Sobre la mesa también aportan tonos grises los suministradores estatales que no cumplen con sus contratos.
Mantener una prestación que solo cuesta 26.00 pesos y garantiza almuerzo y comida a personas en condiciones de vulnerabilidad demuestra la fuerza de la Seguridad Social en Cuba y la importancia que siempre se le ha conferido. Sin embargo, la existencia de estos espacios, por sí sola, no avala tal conquista. Ahora mismo, urgen acciones más efectivas que se acerquen a la cotidianidad de estas unidades.
Sin importar la crudeza de los tiempos, los SAF requieren de un apoyo multisectorial y gubernamental más vigoroso, para lograr que sean la mano en el hombro de quienes por sus propios medios no consiguen solventar sus necesidades más básicas. La nobleza de este empeño merece saldar tan alta deuda.