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Emelia habla de Fidel 1

Las Tunas.- “El 14 de junio de 1980 es el día más importante de mi vida. Lo llevo y lo llevaré siempre, hasta mi último aliento, en lo más profundo de mi corazón, de mi alma”, recuerda Emelia Martínez Sanso con incontrolable emoción, una emoción que le colma el rostro y el alma, y se expresa en un estremecimiento visible, en sus gestos, y el tono firme y alto de su voz.

Es cierto que es una fecha memorable para todos los tuneros el momento en el que el invicto Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz dejó oficialmente inaugurado el Hospital General Docente Doctor Ernesto Guevara de la Serna, como parte de un complejo que fertilizaba la esperanza y abría nuevos horizontes a la atención médica en la todavía joven provincia de Las Tunas. Sin embargo, para Emelia tuvo, además, otra connotación, “porque conocí a Fidel en persona, me estrechó las manos, conversamos y esa imagen es imborrable, dejó una huella perpetua y aumentó mi admiración, mis respetos y mi amor por el Comandante y la Revolución, que hizo para el bien de todos los cubanos”, rememora a más de 45 años del encuentro.

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SIN PRESAGIOS

Ahora, un poquito más calmada de la euforia que le provoca la remembranza, Emelia relata: “Entonces yo vivía en una cuartería en la calle Coronel Reyes, de aquí de la ciudad, y pasadas las 9:00 de la noche del 13 de junio tocaron la puerta de mi casa, eran representantes del Sindicato de la Salud y venían a convocarme para las 4:00 de la mañana en el parque Maceo.

“Me dijeron que llevara ropa de trabajo, ‘porque vas a engalanar un lugar que recibirá a grandes personalidades de la nación, y ropa de vestir en una cartera, por si te invitan al acto'. Y allí estuve a la hora señalada junto a otras compañeras seleccionadas para hacer lo mismo.

“A mí me tocó en el grupo que llevaron en un camión hasta el motel Los Pinos. Ni remotamente nos imaginábamos la sorpresa que nos esperaba. Ya casi habíamos terminado la tarea. Yo estaba apoyada en el palo de una escoba, no sentí pasos, pero sí la sensación de que alguien me miraba y, cuando me volteé, ahí estaba Fidel”, cuenta ahora con la similar agitación a la que su sistema nervioso reaccionó ante la histórica y legendaria figura.

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LA INCONTROLABLE EMOCIÓN

“Yo comencé a dar saltos y a gritar ‘muchachitas, salgan, que aquí está el Comandante’”, dice puesta de pie y brincando en la sala de su casa con la misma energía de entonces, a pesar de que carga en su cuerpo y en su mente 76 primaveras, más de una enfermedad crónica y el reciente fallecimiento de su esposo, Marcial Barreto Vaillant, su cómplice de toda la vida en una larga y fructífera trayectoria laboral, y un reconocido activismo político a favor de la Revolución.

“¿Esta energía? Me la proporciona el recuerdo imborrable de Fidel”, enfatiza y se devuelve a aquella casi madrugada, mientras prosigue el relato. “Me cubrió con sus manos las mías y me decía ‘cálmese, compañera, tranquilícese’ y me tranquilicé. Y comenzó a hacerme preguntas: cómo te llamas, dónde y cómo vives, si estudiaba o trabajaba. Después de que le dije que era técnica en Farmacia, empezó a indagar sobre mi desempeño, cómo me sentía ejerciendo la profesión, si me gustaba, las condiciones de trabajo…

“Me hizo un mundo de preguntas y yo nerviosa. Las palabras no me salían de la garganta y con la voz entrecortada logré responderlas. Saludó y conversó con todas nosotras sobre esos y otros temas, lo que demostró su gran humanismo, su pasión por los trabajadores, su optimismo contagioso.

“También nos comentó que, con esa misma emoción que mostrábamos, ellos habían venido a la inauguración del hospital y nos pidió que siguiéramos trabajando con ese mismo fervor, porque él quería convertir a Las Tunas en una tacita de oro y en su empeño contaba con nosotros.

“Yo no me apartaba de su lado. Y una de las compañeras me dice: ‘Emelia, Emelia, dile al Comandante si no se va a tirar una foto con nosotras’. Se lo dije y me respondió: ‘Sí, compañera, cómo no’. Nos agrupamos y enseguida apareció el fotógrafo, entonces le indicó a Zayas (Luis Alfonso Zayas, en ese tiempo primer secretario del Comité Provincial del Partido en Las Tunas), que nos entregara a cada una la foto con la firma de un miembro del Buró Ejecutivo”, rememora.

Acto seguido me muestra la imagen que recrea el inolvidable momento, presidiendo la sala de su casa en avenida Aurora, número 1, entre Fernando de la Cruz y Anexa, en la ciudad de Las Tunas. Un hogar que es una oda a Fidel y a la obra después de 1959, con carteles diversos nacidos del ingenio y del amor a la Patria de Emelia y su difunto compañero.

En estos días, ella, sintiendo la ausencia física y el apoyo de Marcial, recompone algunos en honor al 25 de noviembre, en ocasión del noveno aniversario de la desaparición física del Líder cubano, de su tránsito natural a otra dimensión desde donde sigue convocando a salvar la Revolución y el socialismo.