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Las Tunas.- Cuando la noche del 10 de enero de 1929 Julio Antonio Mella Mc Partland era asesinado por la espalda, ya había entrado a la historia, de frente y luchando. Una frase lapidaria: "¡Muero por la Revolución!", sería el apotegma final para quien 25 años habrían sido el inicio de una larga vida de revolucionario, cuyo eclipse biológico fue precipitado por el odio y el miedo de la dictadura machadista que dio conclusión física a esas dos décadas de palpitante y agitado hacer por Cuba.

Pero Mella sabía, que "Los revolucionarios somos útiles hasta después de muertos; nuestro cuerpo sirve de trinchera a los que siguen luchando". Así es, hasta el sol de hoy el Prometeo de la Colina sigue inspirando, de una manera creadora, a los hijos de ese tiempo presente. Y aunque la realidad nos demuestre que nos falta mucho para descifrar a cabalidad, la hondura de su pensamiento anticapitalista, antimperialista, nacional cubano y, a la vez, latinoamericanista, es un símbolo del nacimiento perpetuo de las ideas revolucionarias en una juventud que apuesta por Cuba y su proyecto emancipador.

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El día después de su muerte, el 11 de enero de 1929, intelectuales, estudiantes, luchadores obreros y campesinos acompañaron hasta el panteón de Dolores, los restos del columnista de El machete. En México, Mella encontró respaldo para su quehacer, cristalizó su pensamiento y desarrolló una impresionante labor: editó dos de sus más importantes folletos (El grito de los mártires y La lucha revolucionaria contra el imperialismo o ¿Qué es el A.R.P.A.), luchó por la vida de Nicolás Sacco y Bartolomé Vanzetti, apoyó la liberación de Augusto César Sandino en Nicaragua, rechazó el fascismo y saludó los heroicos triunfos de la joven Unión Soviética. México fue escuela, caja de resonancia, trinchera, lugar para el amor y para construirse a sí mismo en el nunca desbrozado sendero de la Revolución.

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Antes, en Cuba, como señala Fernando Martínez Heredia, "Mella anduvo todo el camino: la creación de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), las protestas y las tomas de planteles, los debates candentes y la oratoria febril, las declaraciones y las publicaciones radicales, el Congreso de Estudiantes de octubre de 1923, la conmoción callejera estudiantil". Y la profundización que le llevaría de manicato a comunista prosiguió con momentos relevantes como la creación de la Universidad Popular José Martí, su encuentro con el gran líder proletario Alfredo López y la fundación de una confederación obrera y un partido comunista.

En su atorbellinado andar cargaba a quien tuvo en Cuba sus mayores desvelos: "Cuando hablo de José Martí siento la misma emoción, el mismo temor que se siente ante las cosas sobrenaturales". Mella fue síntesis de décadas de trepidante y muchas veces silencioso honrar a la historia independentista de la Isla y, fue también, bandera de paso a una generación nueva, la que en el centenario del Maestro nos enseñó que el organizador de la Guerra del 95 estaba vivo.

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Solo conociéndolo a fondo podremos calcular la dimensión de quien rompió los moldes de su tiempo, incluso, de quienes parecían militar en la misma causa y resultó, por ello, muchas veces incomprendido. Hoy, Mella sigue aupándonos, como símbolo de lucha por las ideas en las que se cree y por el bien común de toda una nación; acaso la mejor manera de verlo hoy, y de estudiarlo en sus circunstancias y dilemas esté en esta apreciación que sintetiza Fernando Martínez Heredia:

"Mella tuvo que ser muy rebelde para lograr ser revolucionario, y para seguir siéndolo durante su breve vida. Muy poco conocido en su actuación y sus ideas; su grandeza, sin embargo, ha sido reconocida por todos y ha conmovido a muchos. Mella ha sido ejemplo, herencia yacente, símbolo de revolución, el líder más puro, el sacrificio, el pensamiento más alto. Debemos estudiar la naturaleza, el soporte, el alcance y la eficacia de esas emociones que sí comunican, motivan y suman voluntades. Mella está en la vocación subversiva y en los antiguos gritos que hicimos nuestros los jóvenes un tercio de siglo después, con las adiciones necesarias; está en los miles de internacionalistas que han sabido trabajar, luchar y morir en cualquier parte del mundo, tuvieran o no en el bolsillo el carné de Mella, Camilo y el Che. Que Julio Antonio Mella continúe activo, formando parte del combate en esta hora decisiva de Cuba, depende de nosotros. Si me permiten imaginar a Mella diciéndonos solo una frase hoy aquí, quizás sería: 'Sean siempre comunistas, pero sin dejar de ser manicatos'".

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