La presa Playuela, como nunca antes, se acercó peligrosamente a su punto muerto y el colapso parecía inminente. Pero el 2017 antes de irse borró tan mala imagen y aunque paró de manera definitiva la zafra azucarera en sus dos últimos meses de actividad, dejó que la lluvia cayera sin censos, como hubiese dicho mi abuelo.
El 2018 mantuvo el repunte y con fuertes e inesperados aguaceros en su primer mes de existencia rompió las reglas para propiciar una veloz recuperación de los embalses, y hoy la situación en ese sentido es muy favorable.
Playuela, con una gran demanda a cuestas, acumula el 65 por ciento de su capacidad total de llenado y tiene agua acopiada para garantizar el abasto hasta el mes de diciembre del 2019.
El Rincón, reservorio encargado de suministrar el líquido a un circuito de la ciudad de Las Tunas, acumula el 75 por ciento de su volumen y asegura la distribución durante 307 días; mientras la presa emergente Chimbí, reporta un magnífico 80 por ciento de llenado y aunque no es el caso, si Playuela empezara a secarse, de esa fuente la recibiríamos.
La media histórica de precipitaciones para el primer semestre de un almanaque en Majibacoa rondaba los 600 milímetros, en la actualidad se supera esa cifra y el agua embalsada aquí estiman alcance para unos tres años.
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