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Puerto Padre, Las Tunas.- En la China milenaria, las piedras de Jade simbolizan la esencia entre cielo y tierra. Para Cynthia Rodríguez Justo, la palabra encierra la más genuina expresión de vida. Con lazos sanguíneos más fuertes que cualquier poder místico, la medallista de plata en la modalidad de wushu de los V Juegos Deportivos del ALBA, emprendía el viaje desde Venezuela a Puerto Padre, hasta encontrar en el rostro de su pequeña el aliento suficiente para imponerse ante los temores de la competencia.

Cuando el ímpetu juvenil imponía el dominio de las artes marciales, desde la mirada competitiva, una noticia inesperada echó por mar los planes; sin embargo, constituiría la principal victoria. Del alto a la carrera deportiva, al sonido de arrancada en el trayecto como madre.

“Salí embarazada a los 19 años y casi nadie quería que lo tuviera a causa de la edad, además iba a empezar la Universidad; pero como desde joven tengo problemas en el interior, el médico me dijo que no lo iba a tocar por los riesgos. Lo decidí y aquí estoy, al final no es tanta complicación y sí una experiencia muy bonita”.

Las responsabilidades maternas rompieron el vínculo de Cynthia con la arcilla, donde incontables veces repitió las técnicas de las diversas manifestaciones de esta arte marcial. Embriagada con el arribo de la bebé, el resto de disposiciones fueron relegadas a un segundo plano.Niña de Cynthia

“Cuando parí, era todo el tiempo velando si a la niña le pasaba algo, la lactancia, las malas noches; hace tres años de su nacimiento y no he vuelto a dormir con soltura, porque es imposible. Nunca se adaptó al círculo infantil, se enfermó y la tuve que sacar; por eso, cada vez que tengo que trabajar me la debo llevar, siempre está conmigo en los entrenamientos. Por suerte se porta bien, incluso, da clases con los demás niños, es la más pequeñita.

“Respecto a eso, yo empecé con 4 años, y Jade, diría, que desde que está en la barriga.

Cuando di a luz mi papá le llevó un abanico de wushu y ella solita lo abrió, cuando yo tengo alumnos que les cuesta hacerlo. Jade lo hace con gran facilidad, por eso digo que va a superarnos a todos”.

Con las emociones a flor de piel, la puertopadrense reconoce que disfruta de una segunda infancia, tras verse reflejada en las expresiones de su heredera. Sin embargo, la mayor de las hermanas Rodríguez Justo, sin limitar cualquier decisión, muestra la satisfacción de quien ve crecer a alguien con el talento suficiente para imponerse en el más convulso escenario.

“Siempre he dicho que Jade hará lo que quiera, no la obligaré a nada. Hasta ahora se ha inclinado por la tradición familiar, pero también le gusta el baile, la actuación, el teatro, el circo, hay que esperar a que crezca y si decide ser atleta, la apoyaré y seré su entrenadora.

Si por fin es lo que escoge será muy buena, porque una niña de 3 años que haga los ejercicios tan limpios resulta difícil de encontrar y fácil de admirar. ¡Viene en la sangre!”.

Una llamada inesperada alteró la parsimonia del hogar. La posibilidad de vestir la franela de Cuba, luego de la inclusión del wushu en el calendario de las disciplinas múltiples del ALBA, ubicaba las tensiones por todo lo alto, mientras el poco tiempo disponible complejizaba la deliberación. Era ahora o nunca.

Una bocanada de aire sirve de impulso para encarrilar el relato. Sin dudas, muchos pensamientos continúan alrededor de la experiencia foránea. “Estar lejos es una desesperación muy grande, porque, aunque tú sepas que ella está bien, no es lo mismo, ese sentimiento no se lo deseo a nadie. Al principio no quería ir, me negaba a dejar a mi hija; pero conversaron conmigo, me comentaron que era una oportunidad única, que no sabíamos si se volvería a repetir... Durante ese tiempo se portó muy bien, y menos mal, porque dije que, si ella lloraba, yo viraba. Pero nada de eso sucedió, siempre se comportó”.

La realización de un sueño postergado, al competir en la arena internacional, despertó pasiones dormidas, más cuando hizo suya la presea plateada. En los instantes de gloria, como una ráfaga de viento, los recuerdos de una promesa especial asentaron el peso de los anhelos.

“La primera imagen que vi en mi mente fue a Jade, después a mi papá, porque gracias a él he alcanzado mis logros. Cuando nos pararon en el podio, que fueron a entregarme la presea, volví a ver a Jade. De hecho, era la que me esperaba y todo el tiempo me decía: ‘Mamita, y ¿mi medalla?’, porque le prometí que si cogía alguna sería para ella. Cuando llegué lo único que hacía era tocarme la cara, para ver si era de verdad”.

Las vivencias por Venezuela exigen a Cynthia explorar un nuevo espacio en la vitrina de lauros, en tanto, el brillo en los ojos, reflejo de las impresiones del alma, proviene de quien la distingue como mamá.

premiación de Cynthia en Juegos del ALBAPremiación de Cynthia en los Juegos del ALBA

 

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