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Ganadero Guillermo Felipe Suárez Ramírez

Las Tunas.- Trabajar, no hay más opciones. Con ese pensamiento inicia sus jornadas Guillermo Felipe Suárez Ramírez, un campesino del municipio de Las Tunas que se dedica a la ganadería y que pretende mantener la gestión de la finca hasta el último de sus días.

El asociado a la cooperativa de créditos y servicios (CCS) Julio Antonio Mella reside en El Seis de Jobabito y desde el 2015 administra en usufructo 13,42 hectáreas. En esas tierras tiene potreros y corrales, en los que cría 17 reses, entre ellas, nueve vacas.

“Hasta el momento cumplo los planes de entrega de leche. Para este año tengo cuatro mil 600 litros; incluso, en el último cuatrimestre debo acopiar 450 litros cada mes. Espero tener buenos resultados porque las vacas han parido y los pastos están verdes luego de las lluvias.

“Además de ordeñar a las hembras en las madrugadas y pastorear a todo el rebaño durante el día, yo mismo me encargo de llevar la leche al termo de enfriamiento. Lo hago en mi quitrín y es otro ingreso que tengo, pues me pagan por el producto y también por el acarreo”.

Ganadero Guillermo Felipe Suárez RamírezGuillermo Felipe trabaja solo y por estos días suma otra labor a sus múltiples obligaciones, la chapea de marabú. Ya tenía un adelanto significativo; sin embargo, la humedad de las últimas semanas ha apresurado el rebrote de esa planta exótica invasora.

“Estoy tratando de acelerar la limpia, buscando áreas productivas para el ganado. Los recursos que tengo son escasos, solo un poquito de líquido, pero me esfuerzo porque estoy obligado a resolver una tarea pendiente, que es la siembra de alimento animal.

“Hasta ahora ha sido suficiente con los pastos naturales. No obstante, quiero preparar una parte para sembrar caña de azúcar, una planta que le hará mucho bien al ganado. Y también pretendo mejorar el área que dedico a cultivos varios para el consumo de la familia”.

Este productor amanece y anochece con los animales, y tanto esfuerzo tiene un premio: no le han robado ni uno. No ha sido cuestión de suerte, sino de un acompañamiento constante en los potreros y de las buenas condiciones de las corraletas.

“Es lo que me corresponde hacer. Y lo merecen los niños. Me da mucha satisfacción y orgullo cumplir para garantizarles ese importante alimento. Si en mi finca salen 10 litros, 20, los que salgan… van para el punto y, luego, para la industria. Ese es mi compromiso.

“Cuando nací, mi viejo me enseñó a trabajar como única vía para ganar un dinero honrado, dijo que tenía que hacerme un hombre de valores. Hago lo que puedo y me he ganado el respeto y el cariño de los vecinos. Ya tengo 52 años de edad y creo que he cumplido”.