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Las Tunas.- Desde hace varios días, la conferencia de prensa del doctor Durán no los reúne frente al televisor. Ni aparece aquella expresión de asombro en el rostro de Juan y de Omar: “¡Oiga para allá doctora, hoy salieron 800 casos de la Covid-19! Y no importaba si era mayor o menor la cifra, la noticia se esparcía entre los de cabellera plateada.

Quizás, a más de uno se le coló el miedo bajo la piel y pasó todo un día con un dígito “martillando” su cabeza, o quizás no. ¿Cómo sospechar que en aquella casa grande y blindada podría colarse el “bicho”?, ¿cómo iban a imaginar Juan y Omar que ellos mismos serían parte de esos números? Pues sí, el virus SARS-CoV-2 traspasó el umbral del hogar de ancianos Carlos Font Pupo, de la ciudad de Las Tunas, y lo hizo de la manera más silenciosa.

4Puertas adentro todo luce diferente y no solo por el necesario reacomodo de los espacios. El pasillo siente la ausencia de sus habituales caminantes; faltan la risa inocente de Papita, las constantes peticiones de Melba y hasta los reclamos de Eugenio. No se escucha el chachareo a media mañana ni el sonido de las fichas de dominó al caer sobre la mesa. Hay un silencio raro y tribulaciones que “contagian” más que la misma enfermedad.

Así ha sido desde que se diagnosticó el primer paciente con el coronavirus. Odalys Martínez Aballe, directora de la institución, explica que fue un señor de 98 años que había sido remitido al hospital Ernesto Guevara con síntomas respiratorios. Hasta entonces no existían razones para sospechar de la presencia del virus en el asilo, pero como parte del protocolo se le realizó un test rápido que dio positivo y luego la prueba PCR trajo la temida confirmación.

“Todos nos impactamos, a esos ancianitos los queremos como familia. Recuerdo que el pasado año ocurrió un evento en otro centro homólogo del país, y pensé: ‘Esto no nos puede suceder’… Y mira”, dice mientras el dolor asoma en sus palabras. A esas horas aparecen los cuestionamientos: ¿Qué falló?, ¿se violaron las disposiciones?, ¿quién generó la propagación? Interrogantes que nos llevan a mirar en retrospectiva.                                                       

DESENTRAÑANDO LOS PORQUÉS

“Desde que comenzó la epidemia en Cuba implementamos las medidas, acorde con las fases por las que ha transitado nuestra provincia. A la entrada dispusimos los pasos podálicos y las distintas soluciones para la desinfección de las manos. Además, se tomaba la temperatura e interrogábamos al trabajador para saber si tenía o no algún síntoma.

hogar ancianos 1“Aquí nadie podía entrar sin nasobuco ni con una temperatura a partir de 37 grados -insiste-. Los casos con fiebres retornaban a sus viviendas y en el área de Salud establecían las conductas”. La doctora argumenta que desde enero se suspendió el servicio a los seminternos y prohibieron las visitas de familiares y de personal ajeno al recinto. Los abuelitos de nuevo ingreso y aquellos que salían por consultas al hospital debían acceder al centro con un PCR negativo.

Cuando se conoció del primer confirmado desplegaron un plan de acciones para detectar nuevos positivos y tratarlos con la prioridad que merecen por su edad y las patologías asociadas. Tras declarar la cuarentena en la instalación, y restringir la entrada y salida, procedieron a hacer la prueba a cada persona que reside o labora allí.

Diamela Varela Moreno, epidemióloga al frente de la vigilancia de este foco institucional, explica que hicieron un estudio masivo, más allá de los contactos cercanos para no dejar cabos sueltos.

En la medida en que sale un positivo hay quienes se convierten en contactos y al quinto día se les repite el examen. Hasta el momento han sido diagnosticados ocho ancianos y cuatro trabajadores; siete ya recibieron el alta clínica. Y se reportan nueve sospechosos en ingreso hospitalario, pues mostraron signos.

“Previo a esta situación, dijo, este grupo vulnerable recibió tratamiento con Biomodulina T, lo que evidentemente resultó efectivo, pues la mayoría de los confirmados no tiene manifestaciones y los que sí, se encuentran estables”. Todavía prosigue la investigación para determinar las posibles fuentes de infección. No obstante, se presume que “el contagio pudo ser generado por un trabajador asintomático”.


                                                                                                                                          EN LA PRIMERA LÍNEA

Allá adentro no hay sosiego posible, mas la adversidad los une y ese sentido de compromiso es todavía mayor. Desde la planta baja, un equipo organiza los procesos. Son ellos parte del personal del hogar que continúa prestando servicios. Ahora las oficinas se han convertido en dormitorios, y sectores, como Educación, contribuyeron con camas y colchones.
2 Seidel

Virginia Pérez Benítez, especialista C en Recursos Humanos del centro, integra este pelotón de vanguardia. “Quienes nos incorporamos, después de resultar negativos, hemos apoyado las diversas tareas, y los que no están aquí mantienen la disposición. Este hecho nos ha afligido mucho, pues sabemos que en ellos se incrementa el riesgo, y realmente es muy duro”, expresa.

En ese mismo nivel se habilitó un área para el descanso de los que trabajan en la zona roja (ubicada en el tercer piso, donde, hasta ahora, se localiza el foco). Como medida de seguridad, aquellos que iniciarán el turno suben por el ascensor y quienes lo culminan bajan por la escalera; además, cuentan con dos baños separados, uno para el que entra a laborar y otro para el que sale.

La segunda planta también se halla bajo vigilancia, incluso cuando no se ha identificado ningún positivo. Allí se prepararon las condiciones (comedor, cuartos…) para que el grupo asistencial permanezca todo el tiempo. No hay comunicación entre los del segundo y el tercer piso y, por supuesto, los responsables de las funciones administrativas, ubicados en el primer nivel, no tienen acceso a la zona roja.

Seidel Delgado Félix, especialista en Medicina General Integral, con 12 años de experiencia, es uno de los galenos que encara el virus en este sitio. Desde su “cuartel”, el policlínico Gustavo Aldereguía Lima, había tratado a sospechosos, pero nunca desde un centro de aislamiento; aun así, acudió sin demoras al llamado. “Estaremos aquí 14 días y luego iremos a otra instalación por ese mismo período antes de regresar a casa. Nos organizamos en equipos integrados por médicos, enfermeras y asistentes, más una especialista en Medicina Interna. La rotación para las guardias es cada 24 horas”.

Temprano en la mañana comienzan los turnos y las dinámicas asistenciales incluyen la toma de temperatura cada ocho horas y el control para identificar posibles señales de la Covid-19. A la mínima manifestación de los abuelos o del personal activan el puesto de mando y se remiten al hospital o a un centro de aislamiento. Delgado Félix refiere que a todos (incluyendo al colectivo sanitario) se les ha aplicado el Nasalferón para elevar las defensas. “Usamos los medios de protección, el piyama sanitario, la sobrebata, la mascarilla, las caretas faciales y el gorro. Si se detecta a alguien con signos nos colocamos la escafandra hasta que es trasladado”.

Confiesa que no ha sido sencillo, son pacientes frágiles con varios padecimientos y algunos con demencia. Hay quienes no aceptan el nasobuco o no entienden la razón por la que deben ser examinados. “Nos auxiliamos de los profesionales del hogar que poseen la experiencia y conocen las particularidades de cada uno. Es un verdadero reto, pero me satisface ayudarlos”, afirma, determinado. 

 

                                                                         MIENTRAS VUELVEN LOS SUEÑOS

En cada recodo de esta gran casa no se detienen las rutinas. Odalys, el timonel del barco, descansa poco y hasta en los instantes de quietud, su mente “va de prisa”. Coordina los procesos, orienta y no deja de transmitir la palabra de aliento a quienes, desde el otro lado de la línea, indagan sobre el estado de algún familiar; porque, dice, esa también es su responsabilidad.

“Aquí estaré hasta que esto termine”, asegura. La doctora, como todo su colectivo, espera con optimismo el momento de volver a escuchar los buenos días de algunos de sus “viejos”; contemplarlos en el ir y venir por los pasillos o, simplemente, meciéndose en los balances. Escenas tan cotidianas y quizás, hasta triviales, ahora se les convierten en una necesidad impostergable.