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Desabastecimiento afecta considerablemente servicio de ópticas.

Las Tunas.- El día que supe con certeza la afección de la vista de mi hijo, se me vino abajo un pedazo del mundo, uno grande, lo sentí caerse de golpe. Ese par de bolitas oscuras, se sobrecargan, hace años, vislumbrando también mis horizontes. De ahí que ese día ambos conocimos nuestra falta de luz. Yo por partida doble.

Me remitieron a la óptica de Buena Vista y salí con las indicaciones precisas: “Allí todas son buenas, pero pregunta por Yordanka o por Estela. Ellas hacen magia”. Esa misma tarde hablé con la administradora. Cuando quise saber si los cristales serían muy gruesos, deshizo en segundos mi trabazón en la garganta. Me dijo que mi niño estaría precioso con espejuelos y que ellas iban a encontrar unos bien lindos, si era necesario los pintaban, “lo vamos a ayudar a ver mejor”.

A la mañana siguiente conocí a Yordanka. Mientras armaba los anteojos de mi bebé desmontó también mis temores de madre primeriza. Habló conmigo 15 minutos, me dio consejos vitales y me regaló unas armaduras hermosas que de ningún modo logré pagarle. En lo adelante me ha sacado de decenas de apuros. Cuando el desabastecimiento golpeó más fuerte ella y Estela utilizaron sus “varitas”. “Trae todo lo que tengas en la casa y ven, aquí veremos qué le armamos” y así fue.

Hoy vuelvo a salir con el imperativo de conseguirle unos anteojos a mi hombrecito.

De camino a la óptica, otra madre me interroga sobre las armaduras que llevo y nuestra conversación deriva en la necesidad de encontrar a Yordanka. Pero para mi mayor sorpresa ella ya no trabaja allí. Hay apenas dos trabajadoras por la escasa prestación de servicios. Luego me entero que la mujer recomendada por las optometristas más avezadas fue reubicada en el laboratorio del Centro de Producción de Medicina Verde.

De golpe me gana otra vez la desidia. La falta de recursos se ha hecho extensiva. Los cristales, cuando entran, son insuficientes, ni se acercan a la mitad de las graduaciones. No venden armaduras y hay ciertos espejuelos que ahora se hace necesario gestionar fuera de la provincia. No hay disponibilidad para lentes de contacto por falta de materias primas… Advierto que hay que sucumbir a las ofertas particulares, mínimo por tres mil pesos, cuando una profesional en Cuba, en un mes, no gana ni el doble de esa cifra.

Para quienes demandan mucho más que el aceite o cualquier alimento, la confección de un par de espejuelos, el panorama se torna insoportable. Y es que tampoco puede encomendarse algo tan preciado a la caridad de amigos o familiares en el extranjero, porque algunos no clasificamos en ese “patrocinio”.

Pero mi hueco en el pecho no lo aviva la falta de abastecimientos. Es cosa más seria. En estos escenarios la única fortaleza de muchas unidades es la gente con la que cuenta, el ingenio para buscar alternativas y resolver problemas, el carisma del personal para ayudar aunque no logre prestar el servicio, la empatía de ver a una madre con los ojos mojados y disipar sus dudas, la amabilidad.

Hay que cuidar el talento que hoy mantiene a flote muchas actividades vitales. Por lo menos hay que cuidar eso. El personal que es tan demandado en su puesto de trabajo no puede perderse. Y ya sé que existen los planes económicos y la justificación de los salarios y la gente sentada en una unidad sin hacer nada, pero no siempre las decisiones se toman en beneficio de la colectividad, y debería ser.

A la óptica de Buena Vista voy a seguir acudiendo. Tengo la esperanza de que las muchachas se parezcan a Yordanka aunque ya sé que la “magia” estará cada vez más difícil. La mamá de un niño que regresó a casa con la pata de su espejuelito pegada con un teipe me convidó a escribir del tema y la complazco.