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Las Tunas.- Mi colega me llama airado y molesto. No es para menos. A esa altura del mes, cuando el arroz y los granos de la canasta básica se acabaron, a su bodega La Complaciente, en Río Potrero, llegaron fideos, pero “no se venden porque la factura vino con un precio y el que tiene la administración para comercializarlo es otro”.

La jubilación no le quita sus pasiones periodísticas y llamó a todos los lugares posibles. Las respuestas, algunas de mala gana, no proyectaron resolver el problema, mientras él y los demás consumidores esperaban.

A los 10 días de “estancado” el producto, se comunicó por segunda vez con las direcciones municipal y provincial del Grupo Empresarial de Comercio. Le informaron que se ocuparían del asunto. Al día siguiente, el viernes 28 de mayo, comenzó la venta. Sin embargo, junto a muchos de sus paisanos se pregunta si, Tarea Ordenamiento mediante, es lógico y congruente que sucedan estos hechos, generadores de los más diversos estados de opinión.

Tampoco mi viejo amigo entiende cómo si el Gobierno del país pone en práctica medidas encaminadas a viabilizar trámites, quitar trabas y facilitar la vida del cubano, en momentos como este, en territorio tunero, ocurra lo contrario e, incluso, parezca molestar a algunos que la ciudadanía reclame sus derechos. Las incongruencias con las facturas pudieron ser comprensibles a inicios de año, cuando todo cambió verticalmente. Aunque informaron que fueron capacitados cada uno de los sujetos partícipes en el proceso, y los ministerios se declararon listos para asumirlo. La cotidianidad no siempre lo demuestra.

No por gusto Manuel Marrero Cruz, miembro del Buró Político y primer ministro de la República, en el reciente encuentro con los responsables de los equipos de atención a la población de los Organismos de la Administración Central del Estado, entidades nacionales, y autoridades provinciales, sentenció que “la soberanía radica en el pueblo y a él nos debemos los cuadros”.

Allí dijo que a la Oficina del Palacio de la Revolución en el 2020 llegaron por diferentes vías más de 30 mil interpelaciones, mayoritariamente quejas y solicitudes. Y puntualizó que la ciudadanía acude a esa instancia “cuando ha agotado el resto de las vías para reclamar, por lo que deciden dar a conocer sus dilemas al Presidente de la República y al primer ministro”.

“Tenemos que escuchar al pueblo, responder sus demandas, y solucionar sus problemas, siempre con la premisa -enfatizó Marrero Cruz- de que la meta es lograr la mayor prosperidad y bienestar para todas las cubanas y los cubanos”, destaca el artículo publicado en Cubadebate la misma semana en que mi amigo llamó aquí y allá y nadie le respondió nada concreto.

Otro ejemplo lo brindan los vecinos del Edificio 17, del reparto Santos, en esta ciudad, quienes desde el 11 de julio del pasado año reportaron una bombilla fundida del alumbrado público frente a su inmueble. Y, desde la oficina de Despacho de la Empresa Eléctrica, en las varias llamadas realizadas, aceptaron que el reporte estaba ahí, pero que eso no dependía del municipio, sino de la provincia y había que esperar que hubiera cesta disponible. Todavía no llega.

Los tuneros son testigos oculares de cuan débil anda la atención y solución a miles de inconvenientes cotidianos, que no serían “tan y ni tal” si se trabajara como debe ser; si fuéramos competentes, responsables y organizados, y respetáramos los derechos y deberes de unos y otros.

Porque, sí, mi amigo hizo la sopa finalmente; sin embargo, ¿quién paga la factura de sus malestares anímicos, estrés, e impaciencia en momentos en los que la pandemia es un miedo, y las luchas cotidianas una batalla dura? Con todos en el mejor lado, seguro contaría otra historia.