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Las Tunas- "¿El Primero de Mayo? ¿Para qué voy a desfilar?… Con todas las necesidades que tengo ahora mismo, que no me alcanza el salario ni para la primera semana del mes, no me parece que yo tenga nada que celebrar, que vaya quien no cargue con problemas.

- Yo sí tengo que ir, porque en el trabajo la gente está pendiente a todo y te sacan un sable en cualquier momento…"

Las encuentro conversando libremente, y sin reservas de volumen, en un espacio público. Son dos mujeres de poco más de 30 años. El tema me obliga a levantar la mirada de mi celular y quedar atenta al diálogo que se aviva de a ratos y atrae opiniones de los que, como yo, se vuelven partícipes.

No es la primera vez que escucho criterios similares. Lamentablemente, otros tuneros, en escenarios diferentes, también esbozan el Primero de Mayo como una ocasión de consignas y arengas políticas, y de un compromiso obligado de desfilar con banderas. Nada más alejado de los principios de motivación y voluntariedad que comparte hoy mismo el movimiento sindical, cuya premisa no es la apología, sino marchar conscientes de que hay mucho por mejorar todavía.

Es cierto que nos convoca esta fecha con disímiles insatisfacciones en los bolsillos, la escasez de productos de primera necesidad, el precio abusivo de los mismos en el mercado informal y otras deudas que se acrecentaron en los últimos años. Son tiempos tensos, pero el llamado a la Plaza nos llega en el 2022 con el incentivo especial de haberle hecho frente a la peor crisis sanitaria que ha vivido la Isla desde que alumbra nuestra memoria, y esa resulta una excelente razón para recargarse de optimismo.

En vísperas del festejo (porque eso es para Cuba), cada sindicato tunero se impuso metas productivas en aras de reverenciar el Día del Proletariado Mundial con ofertas puntuales para la población. De ahí que los azucareros han estado enfrascados en jornadas sin límites de horario para escalar de la tercera posición a la vanguardia en la producción de azúcar en el país.

No fue obligado tampoco que los agroforestales se propusieran entregar cinco millones de huevos de gallina en el presente mes, y alrededor de seis mil de codorniz; así como el gran reto de fabricar 300 toneladas de carbón de exportación, con el propósito de aportar a la economía nacional en este minuto que tanto lo necesita.

Al margen de cualquier consigna, los trabajadores de la Construcción, en medio de un serio déficit de recursos, aunaron voluntades para favorecer a 14 familias con nuevas viviendas. Asimismo, se entregaron otras diez casas en el municipio de Manatí. El impulso obedeció, en parte, a avivar los bríos en saludo a la efeméride.

Yo misma entrevisté al primer voluntario que dio su sangre en las recientes jornadas de donaciones masivas. Yoan Manuel (ese es su nombre), con el micrófono apagado, me comentó que desde pequeño su padre lo enseñó a dar el paso al frente cuando hiciera falta; de él aprendió que nadie tenía que convocarlo al desfile, porque eso no era un deber, sino un privilegio.

Unos cuantos comentarios repletos de resentimientos (nacidos de causas ciertas o no) y falsos conceptos no son la voz de los tuneros ni las razones que pinten o despinten el Primero de Mayo mío, suyo, de todos. Soy partidaria de que cada cual defienda los preceptos que le calzan; pero para mí pesan más los tres mil jóvenes que van a apoyar la siembra de caña en un trabajo voluntario sin haber pisado nunca un surco, el personal sanitario que enfermó de Covid-19 en zona roja - y en ocasiones hasta perdió la vida-, los que se esfuerzan por garantizar ofertas y servicios cuando no abundan las materias primas, y los que están aquí porque decidieron quedarse.