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CIA

La Habana.- El presidente Eisenhower se sintió satisfecho al aprobar el miércoles 16 de marzo de 1960 lo que consideró la mejor propuesta para acabar con la Revolución cubana: el “Programa de Acción Encubierta Contra el Régimen de Castro”, que incluía operaciones de inteligencia, bloqueo económico, aislamiento internacional, planes terroristas, subversión, propaganda y finalmente agresión directa.

Tales medidas fueron debatidas y aprobadas esa mañana en el Consejo de Seguridad Nacional, que integraron el Vicepresidente, los secretarios de Defensa, de Estado, el director de la CIA y otros altos cargos de su gobierno.

Los principales objetivos del proyecto se basaban en la creación de “una oposición cubana responsable, atractiva y unificada al régimen de Castro”, establecida en el exterior bajo un presunto Consejo de la oposición y que, además, crearía una organización secreta de inteligencia y acción dentro de Cuba, la cual daría una cobertura para las operaciones controladas por la CIA con el fin de establecer capacidades de infiltración y ex filtración de agentes, así como envío de armas y explosivos.

El “Programa de Acción Encubierta Contra el Régimen de Castro” preveía la creación de una fuerza paramilitar fuera de territorio cubano y de capacidades logísticas a operaciones militares encubiertas en la Isla, lo que originó los campamentos de mercenarios en EE.UU. y Centroamérica para conformar la brigada mercenaria que invadiría Bahía de Cochinos el 17 de abril de 1961.

Se incluyeron acciones de la OEA para condenar a la Antilla Mayor por facilitar la infiltración comunista en el continente y promover su aislamiento diplomático internacional y el bloqueo económico, comercial y financiero; además se determinó que compañías estadounidenses que funcionaban en la ínsula proporcionaran apoyo y recursos financieros para el plan junto con los presupuestos de la CIA autorizados al efecto.

La guerra mediática se basaba, principalmente, en la instalación en la isla hondureña de Swan de una emisora de la CIA que radiara propaganda de forma sistemática, elaborada en el centro principal de la Agencia para mermar el apoyo popular a la Revolución y a su máximo líder Fidel Castro.

Todas las medidas debían coincidir con alzamientos contrarrevolucionarios en el país, de conjunto en las zonas montañosas que permitieran establecer supuestas zonas liberadas, que como cabezas de puentes justificaran el apoyo norteño o la invasión de fuerzas mercenarias, con apoyo de la Casa Blanca en la etapa culminante.

Aunque no se incluyó en el “Programa de Acción Encubierta Contra el Régimen de Castro”, se puntualizaron planes para el asesinato de los líderes de la Revolución, principalmente del Comandante en Jefe, lo cual fue reconocido en 1975 por las investigaciones del Comité Selecto del Senado de Estados Unidos para estudiar las actividades de inteligencia.

Además, se creó la Sección 4 de la División del Hemisferio Occidental de la CIA, que se extendería en la organización de la Base de la agencia J. Waves, en Miami, la más grande en suelo estadounidense.

 Este primer programa fue el más agresivo aplicado por Washington contra un territorio en el Hemisferio Occidental y solo resultó superado por lo que sería la Operación Droshop, un plan de ataque sorpresivo con más de 300 artefactos atómicos que serían lanzados por miles de aviones de EE.UU. y la OTAN contra la URSS, la República Popular China y países del bloque socialista de Europa del Este, que no se llevó a efecto cuando en agosto de 1949 los soviéticos detonaron su primera bomba atómica.

Sin embargo, no se puede calificar de formales a los promotores de ese programa contra Cuba, ya que antes de su aprobación en la práctica se aplicaba en toda su magnitud: sabotajes en las ciudades, quema de caña, alzamientos, atentados terroristas como el ocurrido el 4 de marzo con la voladura del Vapor La Coubre, que traía armas y municiones adquiridas por Cuba en Bélgica, lo cual fue interpretado por la dirección cubana como un preludio de las agresiones.

 El propio 16 de marzo de 1960, cuando se planificaba la ofensiva definitiva contra la Revolución, centenares de obreros reparaban todavía el desastre provocado por la explosión de dicho barco, en el llamado Muelle de Tallapiedra, y la propia nave reclinada al muelle en su atraque sin su popa era reparada de forma provisional para ser remolcada hacia Francia meses después.

Su timón, junto con su eje y parte de sus planchas de acero, fueron concebidos por artistas como lo que sería quizás una obra precursora del arte moderno de denuncia, que desde entonces se aprecia en la vía aledaña al embarcadero llamado desde entonces La Coubre.

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El “Programa de Acción Encubierta Contra el Régimen de Castro” comenzó a fracasar desde el propio 1960 por el valor y la capacidad de resistencia y unidad del pueblo y su dirección histórica junto a las Fuerzas Armadas Revolucionarias, las Milicias, los Órganos de la Seguridad del Estado, del Orden Interior, y demás organizaciones revolucionarias que enfrentaron con éxito cada uno de los planes de subvertir el país y provocar estallidos contrarrevolucionarios.

 La estrategia del imperio poco ha cambiado desde aquel primer plan, y los aplicados por las distintas administraciones norteamericanas siguen apostando a quebrar la unidad de nuestra sociedad y estimular procesos subversivos ahora apoyados en las nuevas tecnologías de la comunicación y redes sociales, lo que constituye un reto para las actuales generaciones de revolucionarios que, como sus antecesores, sabrán estar a la altura de los retos de los nuevos tiempos de agresiones del poderoso vecino.