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Las Tunas.- Hablar con uno de los fundadores del movimiento escultórico en Las Tunas me producía cierto espanto, pero el carisma del interlocutor y su manera tan natural de contestar mis preguntas, me tranquilizaron un poco. “La escultura es difícil, produce katacomba, churre, piedra, escombros...”, así comenzó Rafael Ferrero Lores su entrevista. Corría el mes de junio del año 2011.

Han pasado varios calendarios desde entonces y yo sigo sin creer que haya muerto. Ni siquiera podrá borrarlo el cáncer que apagó su vida al año siguiente de dialogar conmigo. La Gimnasta, el Pato Yuyuyo, la obra Vuelo, el Monumento a la batalla de Palo Seco y otras piezas, llevarán su insignia por siempre.

Desde aquel 21 de febrero de 1945, fecha en que nació, estaba destinado a ser grande. Cuenta su hijo Yurizan Ferrero Ballester, orgulloso de su progenitor, que hasta dejó sus huellas en el universo tridimensional en una academia de Holguín, antes de ser tractorista en Las Parras, Majibacoa. Lo cierto es que una vez que abrazó la pasión por los cinceles, nunca más se apartó de ellos.

ferreroYa en 1977 participa en el Tercer Encuentro Nacional de Escultores, inaugurado con la prueba de surtidores y luces de la Fuente de las Antillas, realizada por Rita Longa Aróstegui. Allí brotaron los cimientos para que Las Tunas se convirtiera en Capital de la Escultura Cubana. Sobre esos inicios comentó:

“Antes de los encuentros nacionales, había dos o tres escultores que hacían obras por encargo, pero no se convocaba a salones. Solo se veían casos aislados y enfocados hacia la ambientación, con figuras de héroes. Prácticamente había desaparecido la escultura en Cuba.

“A raíz de ello, en el año 69 hablamos con Faure Chomón Mediavilla -entonces secretario del Partido en Las Tunas- y le propusimos hacer un evento en el territorio, pero no como Camagüey, sino con carácter teórico, científico. Entonces convocamos a todos los que tuvieran obras en los últimos tres años, después lo extendimos a cinco y en 1976 nos reunimos alrededor de 70 escultores de todo el país.

“Nos dirigimos a las provincias porque no teníamos un nombre que dar. Así, por ejemplo, vino Iñigo, por Guantánamo. Hubo lugares sin representantes, porque no existía ni un escultor. El evento se realizó sin plenario, sin presidencia, no sabíamos organizar todo eso…, aunque tuvimos el apoyo del esposo de Rita, que nos dividió por temáticas.

“Pero el impacto de la manifestación en el país nació o renació el 24 de febrero de 1977, con la Fuente de las Antillas. Esa obra cambió la idea que teníamos de la escultura y empezaron a hacerse piezas a escala urbana. Además, cada participante en los encuentros donaba una obra a la ciudad”.

Hace un alto en la conversación, enciende un cigarro y me mira como queriendo desentrañar el objetivo de la entrevista. “Tú empiezas a hacer una obra cuyo dibujo sea desagradable o chocante y no es una escultura; la escultura es para que la modele la luz, para que tú interpretes hasta la sombra.

“Ahora bien, ¿de qué forma atacamos el arte? hay muchas personas que influyen en la escultura, desde un vecino que tiene un mural, hasta un funcionario que no le da importancia. Restaurar una pieza es hacer las cosas igual y cuántas fachadas nos encontramos alteradas por ahí. Me parece que no hay educación al respecto, que las personas sepan que no se debe amarrar un caballo alrededor de una pieza, que no rayen las paredes…

“Además, muchos hacen cultura para vivir o para comer, sin interesarles tanto si las cosas salen bien. Por eso, ante todo se deben hacer estudios sobre qué hemos perdido, en qué podemos ganar y qué nos caracteriza. Darle promoción a las obras, a sus autores. Desde la cultura, mostrar más respeto por la escultura. ¡Señores, hay que conservar lo que tenemos!”.

Lo veo reír. Me recalca que el artista no siempre tiene las condiciones para crear, pero debe seguir haciéndolo por respeto a su público. Con su voz previsora evalúa el quehacer de las nuevas generaciones y nos deja sus consejos a manera de despedida.batalla Palo Seco
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“Las Tunas se ha caracterizado por poseer jóvenes con mucho material que moldear. Algunos se acomodan a nuevos conceptos y tienen la idea ´no me entiendas que yo soy el artista´, pero hay quienes tienen buena mano. A esos hay que guiarlos, que participen en talleres, realicen exposiciones, plantearles retos técnicos y que trabajen, siempre trabajen”.

La escuela taller de artes plásticas Juan José Fornés, de Holguín; el Museo Taller de Escultura de Las Tunas -del cual fue creador-; el Museo Nacional y otros sitios donde dejó su estampa, aún sufren su pérdida. A los tuneros nos queda el compromiso de la conservación, para que hombres como Rafael Ferrero no hayan donado su vida en vano por ver renacer a una ciudad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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