
Las Tunas.- En la Cuba de hoy, un viento de transformación social sopla con rostro de mujer. Ellas no solo han alcanzado niveles históricos de participación en la Educación Superior y la fuerza laboral, sino que han roto los techos de cristal que limitaban su ascenso. Hoy ocupan cargos de dirección, lideran proyectos científicos, presiden empresas y toman decisiones en esferas que durante décadas fueron dominios casi exclusivos de los hombres.
Este empoderamiento no es casualidad ni mero resultado de un proceso espontáneo. Es, en gran medida, fruto de una declarada voluntad política, entre cuyas expresiones institucionalizadas destaca el Programa para el Adelanto de la Mujer, una hoja de ruta que articula y da coherencia a las políticas de igualdad.
Ese documento reconoce que la verdadera equidad va más allá del acceso a oportunidades; requiere desmontar estructuras patriarcales arraigadas y erradicar todas las formas de violencia y discriminación.
Precisamente, en esta dirección apunta el reciente Decreto 96 del 2024, un instrumento legal que amplía significativamente la protección a las mujeres. Al establecer que la violencia de género trasciende el ámbito familiar e incluye el acoso y la discriminación en espacios laborales y públicos, da un paso crucial.
Su implementación práctica es igualmente innovadora, pues establece la obligatoriedad de crear comités de género en cada institución, convirtiendo los centros de trabajo en primera línea de defensa y acción, así lo explicaron voces jurídicas autorizadas de nuestra provincia.
Estos comités no son meros formalismos burocráticos. Representan un mecanismo concreto de empoderamiento, donde las propias trabajadoras, junto a sus colegas, tienen un canal directo para denunciar, visibilizar y resolver situaciones de violencia.
Sin embargo, el camino no está exento de desafíos. Persisten sesgos inconscientes, la doble jornada laboral y doméstica sigue pesando más sobre los hombros femeninos, y la cultura machista resiste en rincones de la vida cotidiana.
El verdadero éxito del Programa de Adelanto y del Decreto 96 se medirá no solo por las leyes escritas, sino por su capacidad para permear la conciencia social, para que ningún acoso quede silenciado por miedo o indiferencia, y para que cada espacio institucional sea un territorio seguro de igualdad.
El empoderamiento de la mujer cubana es, hoy más que nunca, un proyecto colectivo en construcción. Es la suma de la valentía individual que denuncia un acoso, de la profesional que asume una dirección, de la política que legisla con perspectiva de género y del compañero de trabajo que se convierte en aliado.
Es un proceso que, al liberar a las mujeres, libera a toda la sociedad, construyendo una Cuba más justa, más próspera y genuinamente soberana.