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Bruselas. La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), vuelve hoy a buscar una nueva cara para otra década de trabajo, ahora en medio de una campaña para retomar la amenaza rusa como motivo de existencia.

Nacida en 1949, bajo el pretexto de frenar el peligro de la Unión Soviética, apenas cuatro años después de la victoria de la alianza antifascista en la II Guerra Mundial, la OTAN agrega nuevos ingredientes para presentarse como necesaria.

El secretario general del bloque militar, Jens Stoltenberg, en vísperas de una cumbre en esta capital, mencionó nueve puntos del desarrollo de esa organización hasta 2030.

Al hablar de la alianza como un foro para coordinar posiciones en materia de seguridad, Stoltenberg se refirió a Siria, Irán y Corea del Norte, es decir, a países mucho más allá de las fronteras naturales de la citada agrupación.

Ello, al parecer, demuestra la convicción de los 28 estados integrantes de la OTAN de que poseen una especie de permiso divino para actuar en cualquier rincón del orbe, como si se tratara de fuerzas de pacificación de Naciones Unidas.

Sin ningún visto bueno del Consejo de Seguridad de la ONU para actuar en nombre de la comunidad internacional, desde su estreno en esta función contra Yugoslavia en 1999, la alianza atlántica vuelve a abrogarse el derecho a actuar donde lo desee.

Para adornar las motivaciones geopolíticas de la agrupación trasatlántica, comandada por Estados Unidos, su secretario general se refirió a la innovación tecnológica y la necesidad de emparejar el nivel en esa esfera entre los miembros.

Debemos jugar nuestro papel en la mantención del orden internacional, basado en reglas, al presentarnos con una sola voz, para defender nuestros valores e intereses, declaró.

En otras palabras, la ONU es aparentemente innecesaria, pues para eso está la OTAN, ironizan algunos medios de prensa en esta capital, al referirse a la misión de gendarme del mundo que asume ese bloque, algo que pone en su programa de desarrollo.

Al parecer, dadas las diferencias surgidas en el seno de la alianza atlántica, como las de Estados Unidos y Turquía por la compra por este último de sistemas rusos S-400 o el de Ankara y Atenas en el Mediterráneo, Stoltenberg habla de unidad interna.

Debemos garantizar el refuerzo del principio de la defensa colectiva contra todas las amenazas, consideró el secretario general del bloque militar, en medio de las denuncias de Rusia del peligroso acercamiento de esa organización a sus fronteras. A partir de 2014, nosotros realizamos el más grande fortalecimiento de nuestra defensa colectiva de los últimos tiempos, afirmó el dirigente de la OTAN, después de varias maniobras con participación de unos 20 mil militares en 2020.

Pero una de las tareas por las que más aboga el propio Stoltenberg desde hace casi un lustro es el incremento de las inversiones en materia de Defensa.

Los gastos militares en el contexto de la alianza atlántica fueron motivo de discordia entre Estados Unidos, en tiempos del republicano Donald Trump, y los países europeos.

Ahora, pese a la salida de Trump de la Casa Blanca, la exigencia de más desembolsos bélicos se mantiene. Analistas aquí afirman que ello se traduce en más pedidos para la industria militar estadounidense.

De esa forma, el concepto de desarrollo para una década del bloque militar trasatlántico, más bien busca reafirmar el carácter hegemónico de su esencia y el propósito de mantener la presión global sobre otras potencias, como el caso de Rusia.

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