directora memorial

Las Tunas.- Entre el mar y la montaña vio la luz del sol por vez primera Marilda Legrá Reyes. Hasta el día de hoy guarda en la pupila los paisajes paradisíacos de su natal Baracoa, en Guantánamo; pero confiesa que Las Tunas es una provincia que la imantó desde el primer contacto. Buena parte de esa complicidad con la tierra de Vicente García González se debe, precisamente, a la devoción de esta mujer por la historia del mambí tunero, sentimiento con el cual también se ha entregado al trabajo en la casa museo que perpetúa su legado.

A ese sitio llegó hace más de 20 años y lo que debió ser provisionalmente se prolongó en el tiempo. De manera fecunda e intensa, esta graduada de la Escuela Nacional de Bibliotecología ha liderado a un colectivo que sabe que Las Tunas prefiere, antes que la esclavitud, las ruinas del incendio.

“Desde que llegué a la casa, su historia y su arquitectura me atraparon. Entras y se respiran aquí los más puros sentimientos de patriotismo y la entrega de tantos cubanos por la independencia", argumenta quien formó parte, desde su juventud, de una Revolución igual de moza y llena de ilusiones y desafíos.

"En el Memorial atesoramos la vida y obra del mayor general Vicente García González y de su familia, así como de muchos de los mambises que participaron en la Guerra de los Diez Años y, en general, de los protagonistas de tres décadas de lucha anticolonial. Contamos con piezas de mucho valor histórico y patrimonial", subraya.

En esos predios cargados de historia y que hoy tiene la dicha de custodiar, conoció Marilda del amor entre Brígida Zaldívar y el patricio tunero. Allí le creció la admiración hacia la camagüeyana, intérprete de actos que estremecen y confirman el valor y la hidalguía de las cubanas; también el drama humano que supuso el colonialismo para Cuba.

"Ella fue una verdadera guerrera. Cuando Vicente García marchó el campo insurrecto, el sanguinario Eugenio Loño la encierra junto a sus hijos para que pidiera a su esposo que depusiera las armas; por supuesto, Brígida, que ya compartía ese amor a la Patria, no hizo tal cosa y producto del encierro mueren de inanición sus dos niños más pequeños.

"Luego de esto sale hacia el exilio y se establece en Río Chico, Venezuela, hacia donde también va Vicente García. Tras el asesinato de Vicente, regresa a Cuba porque decía que así se lo exigía la memoria de su esposo, y se une a la insurrección junto a su hija María, que era una adolescente prácticamente".

Allí el discurso museográfico da cuenta de una gesta y de una época hacia la cual debemos mirar para entender nuestro presente. Fotos y objetos personales, documentos de la guerra, grabados de la época, el machete de combate que perteneciera al León de Santa Rita y la corneta de órdenes usada en el fragor de la contienda, además de otras piezas imprescindibles en la narrativa del devenir local y nacional, son testigos y expresión de la rebeldía de un pueblo contra lo injusto y cruel.

La casa natal del mayor general mambí estuvo en ruinas hasta 1919, cuando la reedificaron. Restaurada por Patrimonio Cultural en 1985, poco más de un década después, en 1996, es declarada Monumento Nacional. Cada momento en la cronología de este sitio es resumen de un tiempo de vida, el esfuerzo y el empeño de los tuneros por hacer honor a quien honor merece. Por cosas así, Marilda recuerda y agradece a cada una de las directoras que antes se consagraron a este altar de la Patria.

"Este museo ha recibido reconocimientos por parte de las direcciones municipales y provinciales de Cultura, por Patrimonio, la Sociedad Cultural José Martí, la Asociación de Pedagogos y por el Gobierno a instancia municipal.

"También en el 2020 se le concedió la categoría de Especial y se nominó a Museo del Año, lo cual reviste trascendencia pues son más de 300 las instituciones de este tipo en el país. Realmente fue un privilegio recibir, recientemente, por parte del Comité Cubano del Consejo Internacional de Museos (ICOM), una mención especial al Museo del Año, junto a la Casa de África, en La Habana".

Marilda no disimula su orgullo, es el resultado de años y años de trabajo; es el premio, dice, a la dedicación y al quehacer de todo un colectivo que brilla por el amor hacia la edificación, sus objetos, su simbolismo…, su historia.

Puertas adentro del memorial Vicente García la tranquilidad tiene su reino, acaso como un símbolo de esa paz anhelada y buscada antaño con el filo del machete o con la tea; acaso como premio a tanto latir por Cuba de mujeres y hombres. Afuera la ciudad vive y si se ha tenido el acierto o la curiosidad de traspasar el umbral alto y espacioso de esa casona colonial, se sale hacia el bullir citadino con el sobrecogimiento de venir de lo sagrado, de un sitio donde palpita la Patria.

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