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Las Tunas.- Los jóvenes cubanos siguen siendo empuje, continuidad, esperanzas…; lo han dicho sus acciones, aún tibias en la memoria de un país que vuelve de a poco a la normalidad, tras encarar la Covid-19. En ese contingente de avanzada, los nuevos galenos enaltecieron no solo su profesión, sino además, la esencia humanista de nuestro sistema social.

La doctora Dianelis Tamayo Díaz es una de esas valientes que supieron dar el pecho en los días en los que la pandemia atemorizaba a los tuneros. Salió de su consultorio de la localidad de Robotán, en Majibacoa, con la única certeza de que haría el bien a otros, y eso era motivo suficiente para mirar hacia adelante. “Desde que abrieron los centros de aislamiento siempre dije que yo daría mi paso al frente, pues me hice médico para salvar vidas”.

Ahora, desde la tranquilidad del hogar, aquellas jornadas van quedando atrás, mas no la experiencia y ese sabor gratificante del deber cumplido. “Atendí a sospechosos de la enfermedad en el centro de aislamiento del motel Club Familiar. Al principio me impresioné un poco, allí estaba bien definida la zona roja y teníamos que ponernos aquellos trajes verdes. Realmente fue difícil enfrentarse a una enfermedad nueva y estar lejos de la familia".

dianelis1A la doctora Dianelis se le entrecortan las palabras al referirse a sus pacientes, y deja al descubierto a una mujer muy sensible. “Sentí un dolor profundo, porque estaban solos en sus habitaciones y preocupados. Me ponía en el lugar de ellos. Pensaba que podía ser cualquiera de los míos; mi abuelita, mi tía, mis padres…y eso me destrozaba el alma. Rezaba para que los resultados de los PCR fueran negativos”.

Habla con orgullo de la familia que formó en esas semanas fuera de casa. “Nuestro equipo de trabajo se mantuvo siempre unido, defendiendo el mismo interés de apoyar a esas personas”.

Y en tales actitudes va cuanto se necesita para impulsar una obra de más de 60 años, construida a manos de jóvenes. “Siempre estaré dispuesta a luchar en la primera línea, sintiendo el dolor ajeno como propio, honrando esta bata blanca. Es la mejor manera de agradecer todo lo que me ha dado la Revolución”.

Tras culminar su labor en el Club Familiar permaneció dos semanas en el hotel Las Tunas, esta vez otros cuidaron de su salud. “Nos convertimos en pacientes y recibimos una atención maravillosa”.

Dianelis ya está junto a los suyos. Es la misma joven de mirada clara y cabellos rubios que partió decidida aquel día de mayo. Pero algo le cambió dentro, allí donde otros no alcanzan a ver. Ella lo sabe. Retorna más crecida como profesional y ser humano, y eso, definitivamente, la hace feliz e incentiva a seguir el largo trayecto. 

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