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Las Tunas.- Ni el paso inminente del tiempo ni las “vueltas” de la vida han podido arrebatarle a la enfermera Yarima Villanueva Batista el amor por sus raíces. Hace unos cuantos calendarios salió del terruño que la vio nacer, mas el corazón le quedó anclado allí, junto a su gente.

Justo por eso, no consigue detener el torbellino de emociones que le provoca rememorar su historia, y los pensamientos la llevan al sitio donde empezó todo.

“Nací aquí, en Las Tunas, pero me crié en un poblado de la carretera de Manatí, cuyo nombre me regocija llevar de apellido, “Villanueva”. Soy hija de un matrimonio de personas humildes, mi mamá ama de casa y mi papá chofer, policía y hasta profesor, sin ninguna relación con Salud”, cuenta esta mujer con más de dos décadas dedicadas a la Enfermería.

Ahora, desde la tranquilidad de su hogar, regresa a su génesis, y se encuentra con la pequeña que cortaba los tallos de amapolas para usarlos de jeringuilla. En aquel juego infantil, las hojas eran los algodones y las flores trituradas simulaban la sangre que brotaba de la piel de sus cómplices de aventuras. Confiesa que la familia también la secundaba en sus fantasías; el padre le hizo un estetoscopio con un cable y junto a la abuela curaba las heridas de los amiguitos.

“Siempre dije que quería ser enfermera y en la Enseñanza Primaria, cuando nos trasladamos a vivir a la ciudad, estuve en círculos de interés de la especialidad, en el Palacio de Pioneros, y los profesores notaban mi gran interés. En el Preuniversitario destaqué por la laboriosidad y fui presidenta de la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media (FEEM), hasta que llegó la hora de escoger la carrera.

“Pude haber optado por Medicina, pero mi primera opción fue Licenciatura en Enfermería, porque era lo que a mí me apasionaba. Cursé la Universidad desde 1992 a 1997 , en ese período participé en concursos y al graduarme recibí el reconocimiento de las Brigadas Estudiantiles de Trabajo (BTJ) porque yo donaba un mes de las vacaciones para trabajar en las salas del hospital Ernesto Guevara”.

“NO SE TRABAJA DE ENFERMERA, SE ES ENFERMERA”, GISELA POU

Sus primeros pasos transcurrieron en el servicio de Angiología y Urología del “Guevara”, y aunque, dice, constituyó un verdadero desafío supo entregarse y cumplir con el deber. Tras abrazar la maternidad se incorporó en el policlínico Manuel (Piti) Fajardo, y más tarde solicitó el traslado al “Gustavo Aldereguía", donde ha permanecido durante los últimos 20 años.

enfermera 2“Comencé en el Consultorio 118-03, cuya población recuerdo con mucho cariño con la que todavía mantengo el vínculo. En aquel entonces, asumí la parte asistencial sin un médico a cargo, y fue una faena ardua y exigente. Hice captaciones de embarazo, consultas de puericultura, atendí en la vivienda a los ancianos…, además de las funciones de Enfermería como tal”.

Para Yarima la labor que escogió, incluso, mucho antes de estudiarla, no ha sido sencilla, pero sus constantes denuedos han valido la pena. La gratitud de las madres, padres, hijos... le inyectan las motivaciones para enaltecer una profesión capaz de cambiar vidas y a la vez, a quien la ejerce. Con esa certeza llegó a Haití en el 2012, cargando en su equipaje saberes y la sensibilidad inherente a su especialidad.

Hasta allá trasladó también sus rutinas porque, refiere, nada puede trasformar su esencia. “Me levantaba a las 5:00 de la madrugada, como hago aquí, para estar bien temprano en el centro y realizar las supervisiones, pues también me desempeñé como administradora. Luego me bañaba en el mismo hospital y entraba a la Terapia Intensiva o a cuerpo de guardia, y no paraba durante toda la jornada”.

En el 2015 regresa a casa y continúa el quehacer en el Consultorio 111-02. Ha cumplido varias misiones nacionales, y asumió la presidencia de la Sociedad Cubana de Enfermería en el policlínico Gustavo Aldereguía, una hoja laboral que respalda su disposición absoluta para ayudar a los demás.

“NO ERA ASÍ DE FUERTE CUANDO COMENCÉ. LA ENFERMERÍA ME HIZO FUERTE”, TILDA SHALOF

Cuando Yarima pisó suelo mexicano, en diciembre del 2020, estaba convencida de cuán difícil sería enfrentar la pandemia lejos de casa y en un escenario que no le resultaba familiar. Antes, había vestido trajes verdes en el centro de aislamiento Los Cocos, en momentos en los que el virus atemorizaba la humanidad, y ella vivía sus propios conflictos; un nieto recién nacido, una hija de solo 10 años de edad y su abuela de 96, postrada, le robaban la calma, pero nada puso freno a su vocación humanista.

En México superó muchos retos dentro del contingente Henry Reeve y creció como profesional y ser humano. “No soy enfermera de Terapia Intensiva y allí eran dos y tres pacientes críticos; tuve que estudiar mucho. Uno de los jefes llegó a decirme: "Usted entró a las terapias mexicanas gateando y ha hecho una carrera de velocidad, es una verdadera intensivista'".

enfermera 3Allí sumó muchas vivencias y recuerda una con especial agrado. “Los trajes no permitían que nos reconociéramos unos a otros y nos colocaban el nombre en la parte de atrás. Atendimos a un paciente que llegó en estado crítico y me sorprendió su parecido con uno de mis tíos. Después de mucho esfuerzo logramos salvarlo, como tenía una traqueotomía no podía comunicarse, y me pide lápiz y un papel en el que escribió: 'Batista, viva Cuba, eres una buena enfermera'.

Aquel mensaje tocó las fibras más sensibles de Yarima, y confiesa que las lágrimas que salían de sus ojos la nublaban la careta, y por supuesto la visión, sin embargo, nunca se sintió tan iluminada y segura de estar en el lugar correcto.

Cuando retornó a Cuba siguió vinculada con la asistencia, siempre en la primera línea de enfrentamiento a la Covid-19. En varias oportunidades volvió a la zona roja en los centros de aislamiento del Club Familiar, de la escuela Rita Longa y Cerro de Caisimú. Actualmente está inmersa en el proceso de vacunación.

LA ENFERMERA DE LA FAMILIA

Para Yarima la profesión siempre ha ido muy ligada a su familia; esa simbiosis la hace sentir una mujer realizada. Es madre de tres hijos hacendosos y disfruta la dicha de abrazar a su abuelita que casi tiene 100 años; a su hermana con quien comparte el amor por la Medicina, y a la mujer que le dio la vida y ha sido su mayor sostén, fuerza…enfermera 1

La descubro generosa, dada a los afectos, esos que muchas veces curan más que las propias medicinas. “Mis tíos viven en Las lajitas, un poblado de Jobabo, y uno de ellos no quería que otra persona lo atendiera porque vive orgulloso de tener una enfermera en la familia. Por esa razón, yo iba hasta allá para asistirlo”.

Habla de sus pacientes con sentido de pertenencia y no admite que reciban malos tratos. Deja huellas de gratitud y ese, sin dudas, es el gran premio a su entrega y sacrificios constantes. “La Enfermería me ha enseñado a ser más humana, a sentir el dolor ajeno como mío propio”, asegura.

Tras una pausa, ella con ese carisma tan suyo y sospechando que en algún momento “caería” la forzosa interrogante, alega: “Periodista, pienso que no vaya a preguntarme qué sería si volviera a nacer, porque la respuesta ya usted debe imaginarla”.Y sí, claro que la sé, Yarima tiene una manera única e insaciable de cuidar a los otros; no podría elegir otra profesión.