Las Tunas.- Se despierta mucho más tarde de lo habitual. Da vueltas en la cama de un lado para el otro, hasta que se queda boca arriba, absorto en la mancha de agua en el techo. Su cabeza vuela hacia un mes atrás, cuando la alarma de su teléfono le recordaba que tenía una hora para llegar al "pre", y que le esperaba otra jornada de clases, pero con el aderezo de las “tallas” de los amigos, “las descargas”, los “bonches”, y sobre todo, con Yeny, ahora que por fin le devolvía la mirada.
Los zapatos de la escuela, desde un rincón del cuarto, lo llenan de ansiedad. Recuerda que esta semana es su cumpleaños. Desde que empezó el curso había planeado ir a la piscina con los “socitos”, invitar a las muchachas del aula y después comer pizzas en algún lugar bonito del centro de la ciudad. Tiene el dinero guardado para eso, aunque ahora ya no tenga importancia. También había guardado una muda de ropa nueva para la salida, sería la ocasión precisa para conquistar a Yeny, mas ahora, ya nada tiene sentido.
Sale del cuarto a pleno mediodía. Apenas toma el café con leche porque lleva unos días inapetente. Encuentra la casa pequeña, repleta, toda su familia está allí, sus dos hermanitos tienen carros y pistolas plásticas regadas por doquier, y quieren jugar con él. Tiene que escabullirse rápidamente.
Fabián se sienta en el portal, con la mirada perdida en el camino y se pregunta hasta cuándo el coronavirus le arruinará los planes. Mira hacia el punto donde copian series y películas y lo encuentra desierto. Escucha las noticias de la pandemia en el televisor y se le atora en la garganta una rabia indescriptible, “¿cómo es que nadie sabe cuándo se acaba esto…?”. Ya no soporta quedarse en casa.
LUCHAR CONTRA LA ANSIEDAD
En estos tiempos, el ritmo demasiado ajetreado e impredecible de los adolescentes se está viendo seriamente afectado por las restricciones de movilidad que impone el peligro de ser contagiado con el SARS-CoV-2. El cierre de las escuelas y por ende, la falta de roce con personas de su edad, la postergación de eventos deportivos, fiestas, cumpleaños se les torna una pesadilla que a veces los adultos no llegan a comprender.
El aislamiento social les crea un serio conflicto interno y en ocasiones los vuelve irascibles, deprimidos o ansiosos. Fabián no es el único jovencito que ya no sabe cómo mantenerse en casa. En la actualidad, por todo el mundo, los adolescentes viven situaciones similares.
Con la mirada en esta problemática, un grupo de psicólogos reconocen que la ansiedad es una función normal y saludable, que nos alerta de peligros y nos ayuda a tomar medidas para protegernos, y se han dado a la tarea de propiciarles a los adultos una guía para hacer más llevadero el aislamiento social de sus hijos. Estos consejos los dejamos a su consideración.
PERMANECER TRANQUILOS Y PROACTIVOS
Al hablar con nuestros hijos lo más recomendable es transmitir tranquilidad y seguridad. En el caso del coronavirus es necesario tener una conversación calmada y proactiva con ellos acerca de la enfermedad y la responsabilidad que tienen con su salud.
Hay que hablarles de los síntomas y alentarlos a decir si sienten alguna molestia respiratoria o de otra índole. Ayude a mostrar empatía ante los comprensibles sentimientos de ansiedad y preocupación. Asegúreles que la enfermedad generalmente es leve, sobre todo, en los niños y los adultos jóvenes. También es importante recordar que muchos de los síntomas de la Covid-19 se pueden tratar. Conviene recordarles que podemos hacer muchas cosas para mantenernos a nosotros mismos y a los demás a salvo: lavarnos frecuentemente las manos, no tocarnos la cara y ubicarnos a una distancia apropiada de las demás personas.
SEGUIR UNA RUTINA
Los niños y adolescentes necesitan una estructura. Indiscutiblemente. Y lo que tenemos que hacer, sin demora, es crear una nueva rutina para estos días. Los psicólogos recomiendan que los padres elaboren un programa diario que incluya ratos para el juego y el esparcimiento, además de tiempo libre de tecnología y para ayudar en la casa. Para nuestros hijos será un gran alivio poder predecir lo que ocurrirá cada día y no ser presas constantemente del aburrimiento.
PERMITIR QUE LOS NIÑOS Y ADOLESCENTES SIENTAN SUS EMOCIONES
El principal consejo de los expertos es permitirles a los más chicos sentirse tristes. Puede que los adultos no lo veamos de su misma manera, pero esta situación es peor para ellos que para nosotros, porque lo comparamos con las experiencias que hemos tenido a lo largo de nuestras vidas y ellos viven por primera vez las consecuencias de una pandemia. No pueden evitar sentir que es definitivo. Lo mejor que podemos hacer es mostrarles empatía y apoyo.
SABER LO QUE ESCUCHAN
Hay mucha desinformación en torno a la enfermedad de la Covid-19. Es importante averiguar qué están oyendo nuestros hijos y qué consideran que es verdad. No basta con darles a conocer los hechos porque, si han oído algo inexacto y nosotros no descubrimos lo que están pensando y no se lo aclaramos directamente, podrían combinar la nueva información que reciben de nosotros con la información que ya tienen. Es fundamental descubrir lo que ya saben y comenzar en ese punto a darles datos correctos.
En caso de que hagan preguntas que usted no pueda responder, en lugar de adivinar, aproveche la oportunidad para explorar juntos la respuesta. Busque información en los sitios web de organizaciones fiables.
ENCONTRAR DISTRACCIONES
A la hora de procesar las emociones difíciles, fíjense en las señales que muestran sus hijos, piensen cómo podrían equilibrar las conversaciones sobre los sentimientos con las distracciones, y permitan que ellos recurran a alguna distracción cuando los noten muy preocupados y necesiten tranquilizarse. Una buena opción es organizar cada cierto número de días un juego en el que participe toda la familia. Respecto a los adolescentes y los aparatos electrónicos, permítanles cierta libertad de acción. Se recomienda ser sinceros con ellos y decirles que entendemos que ahora disponen de más tiempo libre, pero que no conviene tener un acceso ilimitado a las pantallas y a las redes sociales.
VIGILAR NUESTRO PROPIO COMPORTAMIENTO
Desde luego, los padres también sentimos ansiedad y nuestros hijos identifican las señales emocionales que transmitimos. Es necesario controlar nuestra ansiedad y no compartir demasiado los temores con los más pequeños. Esto podría implicar dominar las emociones, lo que a veces resulta difícil, especialmente cuando son muy intensas.
Los niños dependen de sus padres para sentirse seguros. Recordemos que nuestros hijos son los pasajeros en esta difícil situación y que nosotros somos los conductores que les ayudan a atravesarla con éxito.
